Capítulo 8

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Una semana después de la pelea en el recinto de esclavos, Daehwi se despertó temprano y se dirigió hasta el centro de formación. Esperaba que estuviera vacío y pensó que sería un buen momento para trabajar en su destreza disparando.

Había dormido como la mierda la noche anterior. No sólo había tenido otro encuentro con su padre con la consecuente discusión, sino que por tercera noche consecutiva, Hyojin no había comido. No sólo eso, había empezado a hablar menos y menos cada día que pasaba. Daehwi sabía que era porque las cosas en la casa empezaban a afectarla. No sabía cómo solucionarlo.

¿Por qué la vida real no podía ser como en los libros o las películas, donde los problemas eran tan fáciles de resolver?

¿Dónde todo podía ser envuelto con un bonito lazo? ¿Dónde los chicos buenos siempre podían vencer a los malos?

Pero esto no era ficción, se trataba de la vida real, y Daehwi tenía que lidiar con eso. Necesitaba encontrar una solución rápida antes de que Hyojin se retirara aún más en su concha. Su mayor temor era que se cerrara hasta el punto en el que no hubiera forma de recuperarla. El perdería a la vieja Hyojin, la que se echaba a reír todo el tiempo, la que siempre estaba hablando y nunca se callaba. No quería que su padre consiguiera que esa chica se desvaneciera en la nada.

Cuando Daehwi entró en el centro de formación, se sorprendió un poco y se quedó consternado al ver que él no era el único que estaba allí. Eso fue hasta que echó un vistazo más de cerca al otro ocupante. Luego estuvo a punto de tragarse la lengua, porque la vista era muy impresionante. De hecho, hizo que Daehwi pasara de sombrío a caliente en menos de cinco segundos.

Era Jaehwan. O más bien un Jaehwan sin camisa, y estaba trabajando en un saco de boxeo. Debía llevar haciéndolo un tiempo, porque una buena capa de sudor hacía que sus tensos músculos brillaran bajo las tenues luces del gimnasio.

Todo lo que Daehwi pudo hacer fue quedarse ahí parado, aturdido por la visión frente a él y babear mientras observaba sus movimientos. En realidad, su cuerpo era lo más increíble de la creación. Se movía con la gracia de un felino, pero era todo un hombre.

Nunca antes había sentido el deseo de abalanzarse sobre alguien más que en ese momento. Pero, de nuevo, al margen de ese beso, Jaehwan nunca había mostrado ningún verdadero interés en él. Tal vez era porque Daehwi era un halcón. O tal vez porque Jaehwan prefería a los rubios. O podría simplemente ser que no estaba interesado en él. Por alguna razón, no había hecho muestra de cualquier otra señal de que se sintiera atraído por él.

Jaehwan lo olió o simplemente sintió su presencia, Daehwi no lo sabía, pero el león dejó de golpear la bolsa y poco a poco se volvió para mirarlo. Antes de que se diera cuenta, los pies de Daehwi se movieron hacia Jaehwan. No se detuvieron hasta que estuvo de pie delante de él, sólo unos centímetros separándolos.

—Lo siento. No quise interrumpir tu entrenamiento. No creía que fuera a haber nadie aquí tan temprano —dijo Daehwi sin romper el contacto visual.

—No podía dormir. Tuve otra de esas pesadillas.

—¿Una de esas en las que no puedes recordar de que iban cuando te despiertas?

Jaehwan le había confiado a Daehwi sus terrores nocturnos unos días antes. Personalmente, Daehwi pensaba que era una parte del subconsciente de Jaehwan recordando la noche del ataque de los Cuervos, pero no fue tan lejos como para decírselo. Había que esperar y dejar que Jaehwan se lo figurara él mismo.

—Sí, así que pensé sacar un poco de mi agresividad en el saco de boxeo —dijo Jaehwan.

Daehwi le dio una pequeña risa. —Es gracioso, yo sólo venía a trabajar mi agresividad en el campo de tiro. Anoche no pude dormir.

Serie de los CP 28 - Los Juicios de DaehwiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora