Capítulo 3

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El dolor de cabeza me despertó de pronto; al abrir los ojos lentamente pude notar que no me encontraba en mi habitación y no llevaba puesta mi ropa. La cama donde estaba tenía al menos dos veces el tamaño de la mía, el piso de madera combinaba perfectamente con las paredes oscuras, iluminadas por la tenue luz que ingresaba de los grandes ventanales. Mi cabeza aún daba vueltas cuando salí de la cama, vi que en la mesa de noche había un vaso junto a un calmante que, pese a saber el riesgo que implicaba, decidí tomar; después de todo, poco podría hacer si seguía con la niebla en mi mente.

Pese a que toda lógica indicaba que debería estar alterada al encontrarme en un lugar absolutamente extraño y en mis condiciones, me sentía extrañamente cómoda en ese lugar. Es como si hubiera algo en el ambiente que me hacía sentir segura, más que inclusive en algunos lugares que se me hacían familiares. Caminé lentamente por la habitación en busca de mi móvil o mis pertenencias pero no logré ubicarlas, sólo encontré en el sofá de la habitación dos bolsas con ropa de una marca, aun con la etiqueta puesta como si fueran recién compradas, con mi nombre escrito prolijamente en ellas, junto a toallas limpias; seguí recorriendo, ahora hasta el vestidor, donde vi mi reflejo en el espejo: tenía algunos raspones en el cuerpo, el pelo totalmente alborotado, bolsas en los ojos y una expresión de cansancio regían en mi, dándome un aspecto terrible.

Salí de la habitación hacia un pasillo que llevaba directo hacia una escalera hacia la planta baja; seguí el camino para llegar a una enorme sala de recepción que mantenía el estilo sobrio y clásico de la habitación donde desperté. Todos los muebles estaban perfectamente ubicados y combinados unos con otros, hasta el más mínimo detalle parecía estar en perfecto orden. Escuché movimiento en una de las salas por lo que caminé lentamente hasta allí para quizás poder encontrar alguien que me expliqué dónde me encontraba. Nada más al ingresar a una enorme cocina escuché que alguien se dirigía a mí - Buenos días señorita Holloway - la doctora Collins se encontraba apoyada contra la mesada con una taza de café en su mano. Vestía elegante como siempre, con un pantalón de vestir azul marino y una camisa blanca ligeramente abierta, dándole un aspecto más informal y sexy que por alguna razón me encantaba ver. 

- Do-doctora Collins, ¿qué hace aquí? - pregunté en shock. 

- En todo caso lo que debería preguntar es qué hace usted aquí, después de todo, estamos en mi propiedad - respondió altaneramente.

Me quedé viéndola incrédula ante su respuesta; sin lograr entender cómo, de estar en un club con mis amigos, terminé durmiendo en la casa de una de las empresarias más prestigiosas de la ciudad, sin mi ropa ni mis pertenencias por ningún lado. Supongo que mi expresión hizo notar el pánico que causó la situación y lo que mi mente podría estarse imaginando porque volvió a hablar pero esta vez en un tono mucho más tranquilizador. 

- Intuyo que no recuerda nada de lo que pasó anoche, ¿no es así? - inquirió. Asentí, por lo que se acercó a mi lentamente al tiempo que hizo señas para que me sentara en la barra y me sirvió comida y café antes de seguir hablando - Primero lo más importante, tiene que comer algo señorita Holloway, por el estado que tenía anoche es lógico asumir que casi no habrá probado bocado - me sonrió levemente, haciéndome sonrojar - Gracias - le dije casi sin mirarla por vergüenza. No podía creer que estaba en la casa de esa mujer, con ella cuidándome o preocupándose por mí. 

- No puedo darle muchos detalles sobre qué pasó exactamente en el lugar que usted asistió con su amigos; aunque puedo intuir que ha tenido una discusión con su, quizás ahora ex, novio por algún motivo que involucra a otra joven. Ahora bien, si que el sujeto en cuestión sea, y cito sus textuales palabras, "un puto imbécil", es el motivo que la llevó a ingerir tal cantidad de alcohol o no, no puedo especificarlo; sí explicarle que al momento de cruzarnos usted estaba caminando por la calle totalmente ebria, sin un zapato, con el vestido rasgado y algunas pequeñas ramas en su cabello - hizo una breve pausa antes de seguir hablando, poniendo su mano sobre la mía, tranquilizándome - Antes de que se preocupe, usted me comentó que se había caído sobre un arbusto mientras caminaba, por lo que me permitió ver, no había sufrido ninguna herida, solo algunos raspones menores que ya fueron apropiadamente curados antes de dejarla dormir. 

Doctora CollinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora