⋅ 𝑪. 𝟏𝟗★

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— Amor, llegue... — Al percatarse de que no había nadie en la habitación pensó lo más coherente, que había salido por algo o estaba en algún otro sitio del enorme apartamento —Ari, he llegado ¿donde estás? — al ver que no respondía, tomó su celular y llamo a la chica, segundos después el contestador respondió —Mierda, donde te metiste.



Repaso la habitación una y otra vez, hasta que se dirigió a la barra de la cocina y allí encontró un sobre del que sobre salía un papel, se sentó en uno de los bancos y detenidamente sus ojos releían cada palabra del contenido de esta, tratando de asimilar todas las "mierdas" que para él decía ese papel.



— Mierda... — su corazón se detuvo por instantes al entender que ella ya sabía de su maldito error, corrió hacia el cuarto y al revisar todos los cajones e incluso el armario que ya estaban vacíos y que a su teléfono solo respondía el contestador, ya había pasado lo que más temía.



Se tumbó en el suelo junto con las peonías en mano y empezaron a caer malditas lágrimas que jamas había pensado derramar, pero no podía hacer nada, más que derramar "malditas lágrimas"



Se escuchó la cerradura abrirse, las risas quedaron en el aire al ver a Tom, Bill entendió lo que estaba pasando, recordó pláticas de días pasados en los que el mayor se confesaba y de lo arrepentido que estaba.



— Y-ya se ha i-ido... — le dijo a Bill entre sollozos, quien rápidamente lo atrapó en sus brazos dejando que se partiera, nadie entendía lo que pasaba, simplemente se miraban entre todos al buscar una respuesta.




El viento pegaba en las mejillas de la menor, cruzada de brazos miraba el atardecer esperando a que fuera hora de partir, mientras que el peli negro fumaba y pensaba miles de cosas. Ella miraba a la entrada esperando que por ahí llegara Tom, pero eso era imposible, solo existía en su imaginación.



— ¿Porqué Nate, porqué?




Este se quedó en silencio, ella tomó lo que quedaba del cigarrillo para así "calmarse" pero no le fue imposible, sus nervios aumentaron al no saber dónde iban.



Por fin habían dado llamada para irse, tomaron el par de maletas que llevaban y subieron al viejo tren que los llevaría a tierras italianas.



Rápidamente abrazó su piernas evitando mirar a Nate, quien estaba sentado a su lado, mirando como avanzaba el paisaje rápidamente, esto fue lo que la arrulló, dejándola den un profundo y largo sueño.



Llamó por novena vez y sin respuesta aventó el teléfono al suelo, en este momento quería muchas cosas, pero solo una lo podría calmar, saber donde estaba el amor de su vida, todos lo observaban mientras seguían el consejo de Bill de no acercarse.



En un intento frenético, agarró una maleta y hecho todo lo que pudo en ella, Bill al ver esto y en el estado en el que estaba, por más que fuera su deseo de irse, no lo dejaría.



— Tom, que mierda haces — dijo tratando de sacar todo lo que había sacado.



— ¡Me quiero ir!




— ¡Y a donde vas a ir!



— Donde sea, no quiero estar aquí.



— ¿Y por que no?



— Siento que si me quedo un segundo más aquí, será peor, todo me recuerda a ella, todo huele a ella, los veo y al lado está ella, no puedo, no puedo recordar a una persona a la cual le hice daño y más si me la imagino llorando por un idiota como yo.



— Dale Tom, esa no es la solución — interrumpió Georg.



— ¿Y hay otra? Yo se que ella no regresará.



— ¿Y cómo sabes?



— Todos sabemos que ella no es como las demás con las que he estado, ella es diferente y por eso me duele tanto, por que no quería enamorarme, pero al final, soy un estúpido que se dejó llevar por sus impulsos y sus sentimientos, por eso estoy así, por eso estoy en esta mierda — Tomó su abrigo, se lo pasó por los brazos y abrió la puerta principal.



— ¿Que haces, a donde vas? — preguntó Bill.



— Donde sea, no me esperen — la siguiente acción fue un portazo, todos se quedaron agonizados y sin saber que hacer y sobre todo les llegaban recuerdos de años atrás, recuerdos difíciles de borrar.



El frío hacía titiritar de frío a Tom, no sabía a donde iba, lo más probable era que fuera a parar a un bar de mala muerte y no se acordaría de nada al día siguiente, tomó un cigarrillo y lo empezó a fumar.



Cada vez se acercaba más a un lugar, cuando llegó lo primero qué vio fue un lugar familiar, al que acudía en su adolescencia cada que tenía problemas con su padre, todo se le hacía conocido a excepción de que habían implementado mujeres y servicios sexuales, los cuales jamás llegó a experimentar.



Varias mujeres al notar su presencia se le insinuaron vulgarmente, lo único que sintió fue repugnancia, su mirada fría se posó sobre una chica al final de la barra, era de las mismas prostitutas, pero a excepción de ellas, ella no parecía querer estar ahí y mucho menos estar con ganas de trabajar.



— ¿Como te llamas?



— ¿Yo?



— ¿Vez que le hablo a alguien más? — la chica río pero cuando vio las expresiones nulas en la cara del mayor vio que en verdad no bromeaba.



— Me llamó Angie, Angelina, como prefieras decirme.



— Así que dime Angie, ¿tienes algo para hacer ahora?



— Nada.



— Cuanto — demandó con una voz prominente.



— Depende.



— Acompáñame a un hotel — saco de su bolsillo un billete de 50 dólares arrugado, tomó su mano y abandonaron el bar.

𝐰𝐨𝐦𝐚𝐧𝐢𝐳𝐞𝐫 ─ 𝐭𝐨𝐦 𝐤𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora