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Lo primero que hizo en cuanto se le pasaron las ganas de vomitar fue llamar al Gremio.

— Necesito hablar con Helaena — le dijo a la recepcionista.

— Lo siento. La directora se ha marchado de la oficina.

Lucerys colgó el teléfono y marco el número de casa de Helaena.

Este cogió el aparato apenas había sonado una sola vez.

— Bueno, ¿cómo iba a saber que tendría noticias tuyas hoy?

Lucerys aferro con fuerzas el auricular del teléfono.

— Helaena, por favor, dime que estoy teniendo una alucinación y que tu no me has asignado un trabajo para un arcángel.

— Esto... bueno... — Helaena era la directora del gremio en todo estados unidos y una mujer de armas tomar, de pronto parecía más nerviosa que un adolescente. — Mierda, Luke, no podía decir que no.

— ¿Que podría haberte hecho él? ¿Matarte?

— Lo más probable — murmuro Helaena  — Su lacayo vampiro me dejo muy claro que él te quería a ti. Y ese tipo no está acostumbrado a que le digan que no.

— ¿Intentaste al menos decirle que no?

— Soy tu mejor amiga. Concédeme algo de crédito.

Tras hundirse en los cojines del sofá, Lucerys clavo la mirada en la torre.

— ¿En qué consiste el trabajo?

— No lo se. — Helaena empezó a canturrear por lo bajo — No te preocupes: no pienso desperdiciar mi aliento intentando tranquilizarte. Él bebe se ha despertado. ¿Verdad que si chiquitin? — Los ruidos de besos llenaron el aire.

Lucerys aun no podía creerse que Helaena se hubiera casado. Y mucho menos que hubiera tenido un bebe.

— ¿Como está el pequeño Mini- Yo? — Helaena había llamado a su hijo Luke. Y Lucerys había llorado como un idiota al enterarse — Espero que te esté haciendo pasar un infierno.

— Mi niño adora a su mami — Mas ruidos de besos — Y me pidió que te dijera que se convertiría en tu Mini-Yo en cuanto crezca un poco más. Vermax y el forman un equipo magnifico.

Lucerys se hecho a reír ante la mención del gigantesco perro cuya misión en la vida era llenar de babas a la gente desprevenida.

— ¿Dónde está tu amado? pensé que a jace le encantaba encargarse de las cosas del bebe.

— Y así es — La sonrisa de Helaena fue evidente incluso atreves de la línea telefónica, e hizo que algo en el interior de Lucerys se tensara de una forma desagradable. No se trataba de que envidiara la felicidad de Helaena, ni de que quisiera a jace para él. No, era algo más profundo, una sensación de que el tiempo se le escurría entre los dedos.

Durante el último año se había hecho más evidente que sus amigos habían avanzado hacia las siguientes etapas de la vida y que él se había quedado en el limbo: un cazador de vampiros de veinticinco años sin ataduras, sin compromisos, Helaena  había dejado su arco y sus flechas (salvo cuando había una caza de emergencia), y había ocupado el despacho más importante en el gremio. Su esposo, era uno de los rastreadores más letales, se dedicaba ahora al negocio de la fabricación de armas para cazadores (y también a cambiar pañales) y mostraba siempre una sonrisa que traslucía lo feliz que era joder, incluso Dalton llevaba los últimos meses con la misma compañera de cama.

— Oye, Luke, ¿Piensas dormir algo? — pregunto Helaena, que alzo la voz para hacerse oír por encima de los alegres chillidos del bebe — ¿No quieres soñar con tu arcángel?

EL ANGEL CAIDO || LUCEMONDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora