Capítulo 5

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Había pasado una semana desde que Sukuna se fue de la casa Tremaine y volvió a la vida de banco-cama y de niños tirándole piedras. Extrañaba la cama de aquella casa, pero no iba a volver a entrar en su vida, definitivamente no lo haría después del terrible suceso del beso.

Él iba caminando por la calle, hasta que se cruzó con un niño que se comía un aperitivo. Al pelirrosa le rugió el estómago y su sombra opacó el cuerpo del pequeño niño.

–Minihumano, eso que estás comiendo, ¿se puede comer?

El niño comenzó a temblar al ver a aquel hombro musculoso de tatuajes que media el doble o el triple que él tan cerca suyo, en ese momento realmente deseó haber salido con su padre y no hacerse el mayor que ya puede salir solo al parque a jugar con sus amigos. Rezó a los 4 santos que conocía y le respondió.

–S...si lo...lo quiere u... usted?– Con torpeza y lentamente, extendió su mano para darle el helado a Sukuna y, al sentir los fríos dedos del pelirrosa cerca de los suyos agarrando el aperitivo, lo soltó rápidamente y salió corriendo en dirección contraria. Por otro lado, el más mayor quedó encantado con lo fácil que le fue conseguir comida.

Sukuna siguió caminando, hasta que escuchó gritos provenientes de un callejón oscuro. La verdad es que le daba bastante igual el echo de que alguien estuviese en apuros, pero era la primera vez que escuchaba un grito de mujer que no era estúpidamente insoportable, así que fue a ver de quién se trataba. Y al ver de quién se trataba, decidió que si curiosidad nunca se hubiera despertado.

–Joder, parece que estemos destinados a encontrarnos o algo así, ¿no crees, Cenicerta?– Al llegar vió a Cenicienta siendo amenazada con una navaja por un chico enmascarado, el cual se le hacía bastante familiar.

–¿Acaso crees que es momento de hablar?– Cenicienta mirió mal a Sukuna, para después tener por su vida al sentir la navaja apuntándole al cuello –Ayúdameporfavor– Lo dijo más rápido de lo normal ya que no pensó que el enmascarado le dejaría mucho margen para hablar.

–Bueno– Se acercó, agarró la cabeza del enmascarado, el cual se puso a sudar de los nervios, y estampó su cabeza contra la pared –Imagino que con esto estarás satisfecha, ¿no?

–Mu... muchas gracias, "demonio"– Se quedó mirando al tipo desmayado en el suelo, viendo lo fácil que le había sido a Sukuna hacerle eso. –Se ve que eres bueno peleando– Miró al pelirrosa, al cual lo que acababa de hacer le parecía lo más normal del mundo.

–Esto no es nada, puedo hacer mucho más que esto– Sonrió satisfecho y orgulloso.

En ese instante, la mascara que llevaba el desconocido se le cayó y quedó expuesta su cara, Cenicienta se quedó asqueada al ver la nariz dislocada que le había dejado Sukuna pero, por otro lado, el pelirrosa expresó levemente una cara de sorpresa.

–Anda, pero si a este le he visto yo en carteles de "Se busca", tiene una recompensa de 3 ceros, ¿A qué caseta de mercenarios hay que llevarlo?– Le agarró de la ropa con asco por la cantidad de sangre que salía de él.

–¿Como que a qué caseta de mercenarios? ¿Estás loco? ¡La recompensa la da la policía!

–Los azules esos con armas no son mercenarios?

–¿Sabes? Voy a ignorar ese comentario que acabas de hacer y te voy a guiar hasta la comisaría más cercana

–Bueno– Se pone al chico en el hombro como saco de patatas y sigue a la rubia.

Mientras caminaban, todos los de alrededor les miraban raro, después de todo, era una joven de 15 años que estaba siendo perseguida por un hombre extremadamente raro que llevaba algo parecido a un cadáver en el hombro. Sukuna ya estaba acostumbrado a esas miradas, después de todo, le parecía normal al ser la única forma en la que le miraban. Pero Cenicienta, al darse cuenta de que la estaban mirando todos, se sintió avergonzada.

Sukuna x Cenicienta [La estrella que más brilla] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora