Mis rodillas en suelo y mis brazos estirados, mis manos sujetando una carta con envoltorio blanco. Veo el suelo mientras siento como el ligero peso desaparece de mis manos. Espero en silencio, esperando tu mensaje, tu codificación, con mis manos formando un puño en mis rodillas, mirando las tablas de madera del suelo. De pronto veo una gota de agua caer y mi cabeza inmediatamente se mueve hacia arriba.
Tus mejillas, tu nariz, tan roja como la del elegido por un Santo, tus ojos aguados...mi corazón se contrajo. Mi cuerpo se levanta sin yo planearlo y te abrazo sin si quiera pensarlo, mis brazos rodean tu cintura. Murmuro las palabras que tu sabes que dije, y te ríes, y yo me río. Y tu risa, aunque tu no la creas, es la de un ángel.
Y tiene sentido que no lo creas, por que tú crees, o solías creer cuando tenías el poder de descender con los mortales, que yo era un pan de dios. Y sé qué dirás o pensarás, si es que sigues teniendo tan buena memoria, al leer eso.
Y si alguna vez, vuelves a pasar por aquí, al menos podrás saber que pensé en ti... y hacerte reír en vez llorar.
Sigues igual de desaparecido. Y espero, que estés riéndote la mayoría del tiempo, porque eres un ángel. Te aseguro que te lo mereces.