Enigma

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Nuevamente no se podía conciliar el sueño. Los soldados habían llevado a Arlet a una habitación desocupada para que pueda descansar y despejar su mente, no sin antes seguir hablando a espaldas de ella.

Por la noche, después de haber desempacado un par de prendas y tirar su mochila a un lado de la habitación, Arlet entró al baño y tras encender la luz, se quedó asombrada al ver el diseño del lugar. Había pasado un largo tiempo usando un baño horrible que aquel misero retrete para ella era algo hermoso. Se miró al espejo por unos segundos, giró su cabeza hacia la ducha y se dirigió a la ella poder presenciarla mejor. Abrió la llave y se quedó pasmada al ver como caía el agua de manera perfecta y no como un chorro. No pudo evitar las ganas y se desvistió ahí mismo para poder tomar bañarse. Su cuerpo seguía marcado con heridas que había sufrido hace años, las más claras eran las cicatrices que Kai había dejado en ella con sus castigos. La joven entró a la ducha y dejó que el agua recorriera todo su cuerpo hasta humedecerlo totalmente. Era un momento de calma total, cuando de pronto su mente le jugó una mala pasada trayendo recuerdos de Derek, de Kai y de todos esos años sola en la miseria. Su cabeza empezó a dolerle y era incapaz de saciar el dolor hasta que su cuerpo no pudo más y cayó al suelo golpeándose la cabeza. Arlet se vio inútil al no poder tomar ni siquiera una ducha en paz sin que su mente le recordará todos sus errores pasados.

Ya por la madrugada, nada parecía haber cambiado. Arlet no podía dormir y estaba en la cama echada mirando el techo esperando lo que sea. No entendía que le pasaba y creía que se estaba volviendo loca, pero comenzó a ver formas extrañas en el techo como rostros, paisajes e incluso animales como vacas o perros. En ese momento, llamaron a la puerta a lo que Arlet tuvo que pararse para abrir.

—Buenos días —le dijo Ysamar cuando se abrió la puerta. —La señorita Parker le envía esto, creyó que podría tener hambre.

Ysamar le entregó una bandeja con comida donde podía ver un vaso de jugo de naranja, un sándwich de jamón y queso y una manzana. Arlet tomó la bandeja y lo vio por un largo rato mientras lo analizaba, había olvidado como se veía un buen desayuno por las mañanas.

—¿Liv? —preguntó sorprendida Arlet.

—Sí —respondió Ysamar.

—¿Qué hora es?

—Las siete de la mañana.

—Vaya.

—Por sus ojeras intuyo que no pudo dormir muy bien.

—Ni siquiera duermo.

—Eso es mucho peor. Debería ir a la enfermería, quizás le receten algo para que concilie el sueño.

—Gracias.

—De nada.

Ysamar se quedó un segundo de pie mientras Arlet seguía viendo la comida con un rostro serio. La joven sintió cierta incomodidad al ver que el diamante no decía nada y solo veía la comida. Ysamar giró su cuerpo a la derecha y caminó lentamente para alejarse de Arlet.

—Tú eres la chica de aquel día, ¿verdad? —preguntó Arlet levantando la mirada hacia Ysamar. —La que gritó su nombre cuando...

—Creo que te refieres a ese momento. Sí, soy yo —respondió Ysamar después de un silencio corto.

—¿Cómo te llamas?

—Ysamar Ibars.

—Soy Arlet O'Claire.

—Sí, creo que lo pude deducir.

—Creo que tú y Derek se llevaban muy bien, ¿no?

—Sí, en algún momento no, pero ahora sí.

The Poker's: El Fin de la SuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora