CAPITULO SIETE

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VII|THE BEACH

Chishiya apagó el motor y bajó del coche con tranquilidad. Ignoró a los tipos que lo miraban con mala cara y armas en mano; estaban preparados, como si fueran a fusilarlos en cualquier momento, y aun así, al rubio no podría importarle menos. No les prestó atención y abrió la puerta a Maiko.

—No harán nada, Maiko. Es procedimiento rutinario.

Ella no respondió y bajó, abrazando su mochila con fuerza. Las armas que tenían eran de alto calibre, y vestían con esqueletos negros y pantalones de playa chillones. Quiso preguntarle a Chishiya a qué se debía ese código de vestimenta, ya que él también llevaba una fea pantaloneta azul, pero no hubo necesidad, supuso la respuesta al recalcular la cantidad de personas que había en la Playa y su alta probabilidad de ser idiotas.

Miró nuevamente la entrada; en la pared estaba escrito con una horrible letra "La Playa". Siguió a Chishiya como un patito, pues ni loca se quedaría cerca de los desquiciados armados. ¿Por qué les daban armas a cualquiera? Era obvio que, si no les gustaba algo de alguien, bien podrían matarlo y se inventarían cualquier excusa. Quien fuera el líder, era un completo idiota. Maiko no llevaba ni dos minutos de haber llegado y ya quería largarse.

—El auto que te llevaste iba a patrullar en Kanto—se acercó una mujer con un esqueleto negro, rabiosa—. Nos has descuadrado el horario, Chishiya.

El rubio le lanzó las llaves del auto sin detenerse.

—Te lo devuelvo sin rayones—respondió sin mirarla, demostrando su nulo interés.

—¿Te crees que esto es una broma, imbecil? Niragi te va a matar y de paso a nosotros por tu estupidez, y ¿quién es esta tipa?

Maiko se detuvo al mismo tiempo que Chishiya. La mujer la señalaba, mirándola de arriba abajo. Soltó una risa seca y se cruzó de brazos.

—Tienes huevos para robar el auto solo por ganas de...

—No lo digas—interrumpió Maiko, con una mueca—, es asqueroso.

—Concuerdo—asintió—, debe ser asqueroso tener sexo con este enano, y más si te cae como una patada en el culo como a todos.

Chishiya dejó salir un bufido, ya fuera por exasperación o aburrimiento. Pasó de largo a la chica, y Maiko, que ya no soportaba más esa absurda conversación y el caminar de zombi del rubio, lo jaló del saco, llevándoselo lejos.

—Chishiya—lo hizo detenerse ya lejos de los posibles asesinos—, o me llevas donde mi hermano, o me largo de esta puta secta.

Chishiya miró de reojo al reducido grupo de personas que portaban armas, asegurándose de que su atención estuviera en otro lugar en vez de entrometerse en conversaciones ajenas. Después de asegurarse, volvió su atención a Maiko.

—Sígueme.

Arrugó la nariz, irritada.

—Eso hago.

No frecuentaba hoteles, pero sabía que la Playa estaba dentro de un resort. Lamparillas delicadas colgaban del techo iluminando los pasillos que se extendían a lo largo con puertas en sus laterales, confirmando que al menos Chishiya no le había mentido sobre las alcobas privadas, ni, desafortunadamente, sobre la cantidad de personas. La mayoría estaba afuera, en la piscina, logró visualizarlos al pasar por un gran ventanal, no disimuló su fastidió a la hora de blanquear los ojos al ver a más de una pareja toqueteándose sin ningún pudor.

—Esto es tan absurdo...—murmuró. Pensar que las personas podían desviarse tanto de la realidad y follar como animales en vez de buscar alguna manera de salir de ese Tokio, y de encontrarle sentido a los juegos le parecía totalmente estúpido.

Checkmate | Alice in BordelandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora