VI. No todos lo genios son grandes musicos

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Sana no puede negar sus sentimientos.

Ella ha intentado nengar todo, incluso las llamadas de Tzuyu durante una semana, pero sabe que no puede hacerlo. Lo entiende porque cada vez que piensa en esos grandes ojitos su corazón se remueve y siente una sensación en su vientre. Una sonrisa se posa en sus labios.

Tzuyu era sencilla. Tierna. Incluso tenía un toque de inocencia que contagiaba a Sana, pero por sobre todo, Tzuyu era buena.

Una persona desinteresada que llegó a cambiar las monótonas piezas en la vida de la castaña. Rió, sonrió, habló e hizo buenos recuerdos que hace bastante tiempo parecían lejanos. Se dio cuenta que con BangChan hubo muchas falencias, demasiadas. Con ella fue diferente desde el primer minuto en que sus ojos se encontraron.

Entonces no puede soportarlo más.

Camina cuidadosamente. Ella está en un barrio de comida callejera, con la multitud a flor de piel y el increíble humo combinado de lo olores gastronómicos más extravagantes. Se adentra un poco más, sobrepasando a la gente y la atmósfera cambia a un olor más dulce y divisa gente más joven de la que había detrás suyo. También la ve a ella a unos metros.

El campo de visión muestra a Tzuyy y Sana ya entiende el gusto cómodo y holgado de la ropa que trae puesta. La monólida está parada delante de una extensa pared de vidrio, sus ojos abiertos y su boca entreabierta mientras mira lo que parece ser la elaboración de un dulce.

Sana sonríe inconscientemente.

Cuando está al lado de la más alta, toca suavemente el brazo izquierdo de ella, asustándola un poco. Una sonrisa se curva en los labios de Tzuyu.

-Pensé que no vendrías...-murmuró Tzuyu. La contaria se permite soltar una risa.

-¿Por qué? Yo te invité a salir de todos modos.

-Bueno...-Tzuyu se soba levemente su nuca-. Eso... eso que pasó.

-Está bien.-sin querer, toma los dos brazos de Tzuyu, poseyéndola entre sus manos-¿Fue un beso, no?

-¿Q-quieres que sea un beso?-la castaña nota emoción en la voz de Tzuyu aunque lo intenta disimular y eso, lo hace desfallecer de ternura.

-¿Tú no?-Sana contraataca con la sonrisa.

-Yo... Sí... Es decir, claro, lo que se-lo que tú pienses-ella comienza a trabajar con sus palabras-, quiero decir que para mí eso sí es... Bueno, no sé para ti-y antes de que Tzuyu termine de hablar, Sana le da un corto piquito en la comisura de los labios y, Tzuyu, cree que ha tocado el cielo una vez más.

-¿Quieres barba de dragón?-pregunta la más baja una vez se separa de su contraria. Ella la mira asombrada pero vuelve a recobrar el sentido cuando Sana se gira para esperar su respuesta, entonces asiente con la cabeza.

Sana le pide al señor el dulce y él amablemente no sólo comienza a hacerlo, sino, además explica cuidadosamente cada paso. Era la magia de un barrio de comida callejera, la esencia es vivída en todos los sentidos posibles.

Toma entre sus manos el azúcar y con la maicena lo moldea rápidamente para darle forma realizándole un huevo en el medio. Entonces comienza, como si fuera a amasar un pan, a darle una forma más delgada y liviana a ese pequeño círculo blanco y dulces entre las manos. La técnica es muy buena, porque Tzuyu está ensimismada mirando y siguiendo las rápidas acciones del repostero y Sana piensa que esas manos son relamente muy hábiles.

Estira la masa de azúcar entre sus dedos, dando varias vueltas alrededor de ellos y se aprecia como la delgadez va cobrando forma al estirarse. El hombre combina las partes extremas de la masa, duplicando las herbas en un santiamén y Tzuyu se emociona de ver como hacer más de cuatro hebras, ahora lleva contando más de mil.

Pianist || SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora