Dos: Ella bajo la lluvia

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Es casi medianoche y Violeta no puede dormir. Ha caminado todo el día recorriendo las calles del centro de Londres, ha subido a uno de esos autobuses de dos pisos que hacen tours con un guía, y ha aprovechado a entrar al museo de cera que tantas ganas tenía de ver.
Después de tanta vuelta, de irse de compras varias horas, y de sacar una cantidad exagerada de fotos, está lista para descansar. Aún tiene el pelo un poco húmedo de la ducha y lleva puesto su pijama favorito, de color morado por supuesto. Pero a pesar de estar cómoda y relajada no le llega el sueño. Ya había apagado la luz para dormirse, pero después de dar vueltas y vueltas en la cama decide volver a encenderla. Se incorpora en la cama y coge la botella de agua que tenía al lado en la mesita de noche. Después de darle un trago se queda mirando a la nada. Siente el impulso de coger el teléfono pero decide que es mejor no hacerlo. Si lo coge caerá en la tentación de abrir la conversación que tanta ansiedad le da recordar, y no tiene ganas de sentirse mal justo ahora.
  Violeta es una tía con mucha inteligencia emocional, o eso le han dicho siempre, ella no lo cree, o por lo menos no se siente alguien con inteligencia, porque si fuese verdad no estaría como está.
No estaría rota en mil pedacitos que no sabe cómo volver a unir.
  Ha pasado muchas noches leyendo y releyendo la misma conversación, no es capaz de borrarla ni de borrar el contacto. Tampoco ha podido darle al botón de bloquear. No sabe lo que quiere.
O a lo mejor sí que lo sabe pero no se atreve.
De todos modos no está preparada para sacar a alguien tan importante de su vida, debería estarlo pero no se hace a la idea. Por eso está en Londres.

  Aún recuerda hace un par de semanas cuando, un lunes casi a medianoche su mejor amiga la despertó a voces para darle la sorpresa de que le acababa de comprar unos billetes para irse a Inglaterra. Se suponía que iba a ser una auténtica sorpresa y que iba a llevar a Violeta hasta el aeropuerto sin decirle nada pero para su mejor amiga era imposible guardar secretos así.

      —¡Te vas a Londres! Te vas a beber té, a hacerte fotos con los guardias raros esos y a conocer a inglesas guapas. Y espero que a comprarme algún regalito por ser la mejor amiga del mundo entero —fue lo que le dijo su amiga.

   Diana es una chica menuda pero con una vitalidad impresionante, cuando le contó la sorpresa le brillaban los ojos de felicidad y aquello en parte hizo que Violeta no fuese capaz de decir que no.

  Violeta siempre ha querido ir a Inglaterra, pero nunca antes se le había presentado la oportunidad de viajar. Siempre estaba ocupada, especialmente en los últimos años. Ha tenido que posponer demasiados planes que tenía ganas de hacer y ha perdido muchas oportunidades. Necesitaba este viaje mucho más de lo que ella misma estaba dispuesta a admitir. Ha tenido un año horroroso en casi todos los aspectos, y desde hace tiempo que siente que no está en control de su vida. Estar en Londres se siente extraño. Por un lado se siente libre por primera vez en mucho tiempo, y por otro, sabe que solo está ahí por poco tiempo y que tarde o temprano tiene que volver a enfrentarse a su realidad. No sabe si está preparada para eso.

  Se levanta y busca entre las cosas que ha dejado sobre la mesa que está junto a la ventana. Le gusta mucho ese rincón, durante el día recibe mucha luz y se aprecia como un buen sitio para sentarse a dibujar. Entre unos cuantos folletos que ha ido recogiendo para tener de recuerdo, y dos bolsas de souvenirs que ha comprado, está la libreta de la chica misteriosa. Ahora ya sabe cómo se llama, pero el nombre solo resuelve una mínima parte del misterio que supone. Coge la libreta y vuelve a sentarse en la cama.
Con las yemas de los dedos repasa el contorno de las palabras escritas en la cubierta: Chiara's songs.
Está escrito y repasado varias veces con un boli azul y con algo de fuerza ya que se notan los surcos al tocarlo. Violeta sonríe aunque no sabe por qué.

  La primera hoja de la libreta está llena de dibujos al azar. Violeta ama el arte, ha dibujado desde niña, llegó a ir a clases de pintura cuando era adolescente, pero hace tiempo que no dibuja nada, seguro que está oxidada. Los dibujos de la hoja tienen pinta de ser fruto del aburrimiento, no siguen ningún orden en particular y están desperdigados por toda la página. Hay corazones dibujados y pintados a boli, una pegatina de un arcoíris en la esquina superior, también hay dibujada una guitarra de esas eléctricas, gafas de sol. La sonrisa de Violeta se amplía.

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