Siete: Si me das un beso lo sabré

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  Violeta sale del edificio a toda velocidad aunque sabe que no le servirá de nada. Aunque corra se va a empapar de todos modos. El bloque de habitaciones tampoco está tan lejos del edificio central pero el trayecto se le hace eterno.
Lleva días lloviendo a cántaros y no tiene pinta de que vaya a parar. Por todas partes hay charcos enormes, barro y hace un frío mortal. El invierno está cada vez más cerca.

  Cuando llega a la entrada del edificio, tal y como imaginaba, está mojada de arriba a abajo. Lo que más le molesta es tener los pies y los calcetines empapados y congelados. Sin pensárselo demasiado va hacia la ducha. Sus compañeras no están ahí aún así que tiene todo el vestuario para ella sola, cosa que le hace mucha ilusión.

  Pone la música a todo volumen, se desviste, enciende el agua caliente y mientras una espesa nube de vapor cubre el lugar, se ducha y canta a pleno pulmón. Como no tiene nada más que hacer en toda la tarde se da el lujo de extenderse algunos minutos más bajo el agua. Sale por fin cuando nota que tiene las yemas de los dedos arrugadas.

  Después de secarse y arreglarse un poco, coge sus apuntes y se va a la biblioteca. Es una sala enorme con estanterías llenas de libros de teoría musical, historia de la música, y estilos de música diversos. También hay libros normales para aquellos que quieran simplemente leer un poco para distraerse.

  Ya llevan casi un mes de clase y Violeta está pillándole el gusto a pasar algunas horas de la tarde en la biblioteca. Está aprendiendo mucho, y le gusta sentarse en silencio a estudiar. Ya tiene una zona predilecta. Cerca de uno de los ventanales hay un sofá que suele estar vacío a esa hora. Hay mesas y sillas cerca de ahí pero a ella le gusta el sofá. Es cómodo y es una zona iluminada.
Se sienta y saca los apuntes. Se ha puesto uno de sus chándales más cómodos. Le gusta la sensación de estar calentita y tranquila mientras llueve fuera. Repasa todo lo que ha anotado en clase. Teoría musical es quizás lo más difícil a nivel de memorizar e interiorizar aunque lo que realmente le preocupa son los exámenes de canto. Tiene que empezar a preparar una canción y presentarla delante de la clase y está nerviosa.

  Se sumerge en el estudio y pierde la noción del tiempo. Violeta siempre ha sido buena estudiante. Le gusta dar lo mejor de sí misma en todo lo que hace y la academia no va a ser menos. Cuando lleva un buen rato leyendo, aparta los apuntes un poco para descansar la vista y escucha un tarareo que le resulta muy familiar.

  Sonríe porque esa voz solo puede ser de una persona. Chiara está sentada en una de las mesas al otro lado del pasillo. Está escuchando música y aunque tiene algunos libros abiertos frente a ella, está distraída haciendo garabatos en una libreta.

—Bonito dibujo —dice Violeta acercándose a ella. Chiara se quita los auriculares y cierra la libreta de golpe.
—Estaba estudiando.
—Ya veo.
—De verdad que estaba estudiando, es que tanta teoría es un poco difícil de digerir.
—¿Cuánto llevas aquí sentada?
—Unos diez minutos más o menos.
Violeta se ríe, ella lleva ahí en la biblioteca alrededor de dos horas y aún tenía pensado estar algo más de rato.
—¿Diez minutos y ya estás aburrida?
—Aburrida no, justo me has pillado ahora haciendo un descanso, pero iba muy bien.
Violeta la mira intentando contener una sonrisa. Chiara frunce el ceño para demostrar seriedad y coge los libros con decisión —mira si ya me he leído todo esto —dice.
—¿Y te has enterado de algo? —pregunta Violeta divertida.
—Claro. Es muy interesante todo.
—Ya.
—En realidad no me he enterado de nada, me gusta esta clase pero nos ha dado tanta información que no sé ni por dónde empezar.
Violeta suelta una carcajada y alguien las manda a callar desde el otro lado de la sala.
—¿Quieres que estudiemos juntas? —pregunta bajando la voz.
—Si no es mucha molestia...
—Claro que no, pero no te pongas a dibujar otra vez que si no no avanzamos.

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