Nueve: La mala costumbre de hacer como si nada.

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Chiara tiene un torbellino de sensaciones recorriendo todo su cuerpo. No sabe cómo pararlo, tampoco sabe si quiere. Ni en un millón de años se hubiera imaginado besando a Violeta. No la siguió a la sala del piano por eso. Quería hablar con ella, ver si había forma de hacerla entrar en razón, o por lo menos entender del todo por qué no pueden ni siquiera ser amigas. Violeta se lo ha explicado, no lo entendía. Ahora sí que lo entiende.

Ahora entiende que no es posible. Podrían intentarlo pero nunca va a ser una amistad de verdad, porque no es amistad lo que sienten. Chiara se ha negado siempre a aceptarlo, porque no estaba segura de lo que quería Violeta. Ella sabe que le gusta desde que la vio por primera vez. Pero Violeta es como un enigma, y nunca se ha atrevido a soñar con nada. Mucho menos sabiendo que tiene novia...

La situación es extraña y difícil pero ahí están las dos. Violeta la empuja mientras la besa con tal intensidad que parece que le va a arrancar los labios. Chiara siente que le va a explotar el pecho.
Sus piernas chocan con el banquito del piano y se sienta. Está sin aire, Violeta también. Están a oscuras pero no es una oscuridad absoluta, puede distinguir a la perfección la figura de Violeta. Ve cómo se separa de ella, intenta hacer algo pero Chiara tira de su brazo para acercarla y seguir besándola. Se ríen entre los besos, ninguna contempla la posibilidad de parar. Violeta consigue separarse por fin y se quita el vestido. A Chiara se le forma un nudo en la garganta, se le pone la piel de gallina, se le escapa el aire de los pulmones. Violeta se acerca a ella con una mirada lasciva. Coge sus manos y las coloca sobre sus muslos. Chiara intenta ocultarlo pero está temblando, no de miedo sino de placer. No sabe qué hacer con las manos, se siente extraña al tocar su cuerpo por primera vez. Recorre la piel de Violeta tomándose su tiempo. Es como estar en un sueño. Le besa el abdomen con ternura, y va ascendiendo hasta que se encuentra con la tela del sujetador negro que lleva puesto. Violeta hunde las manos en su pelo y la acerca para besarla otra vez, y otra, y otra.

Los besos cada vez son menos delicados, aunque desprenden cariño y pasión a partes iguales. Sus cuerpos están ardiendo. Violeta empuja su falda hasta que esta cae al suelo y Chiara tiene que empujarla con los pies para deshacerse de ella. Se pega más a ella, como si quisiera fusionar sus cuerpos. La vuelve a besar y luego le besa el cuello, los lóbulos. Se da cuenta de que a Chiara le gusta porque cuando lo hace se le escapa un sonido curioso. Quiere explorar todo su cuerpo, quiere más de ella. Quiere conocerla más, saber todo de ella, contarle todo, escucharla, estar con ella. Aunque le dé pánico admitirlo se está dando cuenta de que es inevitable.

Chiara le acaricia la espalda y sus manos se acercan al broche del sujetador. Violeta lo nota y se le eriza la piel. Quiere decirle que vayan a algún lugar con más privacidad, quizá algún baño, o la zona de las duchas, la habitación no le parece segura, pero al mismo tiempo se empieza a dar cuenta de que no puede. Tiene que parar.

Se separa de Chiara aunque le cuesta horrores y trata de recuperar el aliento. En el silencio de la sala, solo se oyen sus respiraciones agitadas. Han cometido un error, Violeta lo ha cometido, y ha arrastrado a Chiara con ella. No quiere sentirse culpable, pero no puede evitarlo. Chiara le acaricia la cara con dulzura, le está intentando decir que todo está bien, que está ahí con ella. Que quiere que la deje permanecer a su lado.

Violeta no dice nada. Recoge su vestido del suelo y se lo pone lo más rápido que puede, tiene los ojos llenos de lágrimas. Aún le tiemblan las piernas y siente fuego en su interior pero en vez de placer, lo que le produce es una culpa inmensa. Sabe que Chiara necesita que se quede pero ahora no puede. Ni siquiera se abrocha el vestido, simplemente sale corriendo y al hacerlo escucha el repiqueteo de las cadenas contra el suelo. Le aprietan más que nunca.

Chiara siente una punzada de dolor en el corazón. Ni todo el optimismo del universo puede sacarla ahora del hoyo en el que ha caído. Y no le duele solo por ella, le duele por Violeta. Porque va a sufrir, ya está sufriendo, pero no hay forma de que las cosas se arreglen. Ya no.

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