Ocho: Se apaga la luz y solo estás tú.

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En medio de la nube de oscuridad que la rodea puede vislumbrar un destello. No sabe dónde está, podría estar en cualquier parte o podría estar en ninguna. Lo único que sabe con certeza es que está mareada. Da un paso hacia el frente y el destello refulge con más intensidad. Avanza un poco más y se da cuenta de que proviene de un rostro familiar. De inmediato reconoce los ojos verdes que la miran con intensidad y ternura, desprendiendo ese brillo tan característico. Y una sonrisa la recibe una vez logra acercarse del todo. Ahí está Chiara, tan radiante como siempre, su aura inocente y pura parece ocupar todo el lugar y, al verla, suelta una carcajada que resuena como una melodía preciosa. Podría quedarse ahí horas, bajo la luz de su mirada escuchándola reír. Pero la penumbra las envuelve y de la nada, Chiara se desvanece y en vez de ella, ahora  está en su lugar Sandra. Su rostro también es familiar como siempre lo ha sido, pero no le produce ninguna sensación de bienestar. No sonríe, sus ojos están apagados y en vez de desprender luz, solo desprende un aura oscura que poco a poco la va envolviendo. Violeta sabe que está atrapada. Intenta marcharse de ahí pero ya no hay ningún resplandor que la oriente. Solo hay oscuridad y frío a su alrededor. Sandra le pide que no se vaya y ella se detiene. Cesa sus intentos de marcharse y se queda quieta. Sabe que está atrapada. Se vuelve hacia ella, quiere pedirle que la deje marchar. Ya no quiere seguir ahí, necesita irse lo más rápido posible. Pero algo le pesa en los brazos de tal manera que obliga a su cuerpo a encorvarse. Son cadenas. Hay dos grilletes enormes que rodean sus muñecas, son de metal duro y helado, de ellos penden dos cadenas gruesas que caen hacia el suelo y llegan hasta Sandra. Violeta se quiere marchar pero no puede, sabe que está atrapada. Da igual que tire de las cadenas o que intente zafarse. No puede irse de ahí. Sandra sigue con la mirada vacía pero sonríe. Violeta comienza a llorar desesperada y la sonrisa de Sandra crece. No hay forma de salir de ahí.

Sabe que está atrapada.

      —Violeta, Violeta — esa voz parece la de Diana, nota unos golpecitos en la cara y una fuerte sacudida en los hombros. Abre los ojos y la luz de la habitación la ciega. Se acuerda de las cadenas, sacude los brazos y le parece notar el peso en las muñecas. Se incorpora de golpe y alguien la sujeta. Sí que es Diana, parece preocupada. Se mira las manos y no hay cadenas, no hay rastro de Sandra y no hay más oscuridad. Por fin parece que vuelve a la vida real.
      —Coño Violeta, qué susto me has dado. Creía que te estaba dando un ataque o algo —dice Diana al ver que espabila por fin.
      —¿Qué?
      —Estabas gritando, y no parabas de sacudirte. Parecías poseída o algo.
Violeta respira aliviada. Recuerda que tenía fiebre, se debe de haber quedado dormida y habrá tenido algún sueño mientras la fiebre subía.
      —Era una pesadilla...
      —Pues menuda pesadilla. ¿Te encuentras mejor? — Violeta asiente —nos tenías muy preocupadas a todas.
      —¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
      —¿No te acuerdas? Te diste un buen golpe. Estabas a tope de fiebre y te dio un bajón de tensión o algo así. Menos mal que estaba Eva ahí que si no te quedabas en el suelo toda la tarde.
      —Es verdad — Violeta se incorpora un poco más y se sienta al borde de la cama —me acompañasteis a la enfermería.
      —Sí, allí ya te dormiste un buen rato y ya después volvimos al cuarto, has estado durmiendo desde entonces.
      —¿He dormido mucho?
      —Unas tres horas ayer en la enfermería y luego toda la noche y toda la mañana de hoy. He venido a ver cómo estabas y te he encontrado poseída por un ente o algo...
      —Pero, ¿qué hora es?
      —Es la una y media del mediodía.
      —¡¿Qué?! No he ido a clase hoy, mierda.
      —Tranquila mujer, la enfermera te mandó reposo y los profesores ya lo saben. No te preocupes por las clases ahora y preocúpate por ponerte buena.

  Sigue lloviendo, aunque parece que con menos intensidad. A pesar de eso, varias clases se han suspendido por precaución ya que muchos profesores no podían llegar hasta el centro y era peligroso. Violeta no es la única que se ha resfriado, aunque parece ser la única que lo ha pillado tan fuerte.
Por la tarde, gracias a que la lluvia ha amainado bastante, la acompañan al médico, que le receta unos antibióticos y reposo. Eva, Diana y Roxana pasan con ella el resto del día. Incluso la acompañan al hospital después de insistir para que las dejen, y al volver a la academia proponen una tarde de sofá, manta y películas.

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