El día amaneció con una sensación extraña en el aire. Jin se despertó solo en la cama, un hecho que no le pareció inusual al principio. Sin embargo, a medida que pasaban las horas, se dio cuenta de que Nam estaba evitándolo de manera deliberada.
Durante el desayuno, Nam apenas habló, limitándose a asentir o a responder con monosílabos. Jin intentó iniciar conversaciones, pero Nam parecía tener la mente en otro lugar. A pesar de sus esfuerzos por ignorarlo, una sensación de inquietud se apoderó de Jin.
El día continuó de manera similar. Nam pasó la mayor parte del tiempo en su habitación, y cuando estaban juntos, mantenía una distancia física y emocional. Jin se sentía como un extraño en su propia casa.
Después de una cena incómodamente silenciosa, Jin ya no pudo soportarlo más. Reunió todo su valor y le preguntó a Nam qué estaba pasando. Nam suspiró, como si hubiera estado esperando esa pregunta.
"Necesitamos darnos un tiempo", dijo Nam, su voz apenas un susurro. "Ya no me siento como antes contigo".
Las palabras de Nam cayeron como un balde de agua fría sobre Jin. Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras trataba de procesar lo que Nam estaba diciendo.
"¿Hice algo mal?", preguntó Jin, su voz temblorosa.
"No, no hiciste nada mal", respondió Nam, su voz suave pero firme. "Solo necesito tiempo para mí mismo".
Nam se levantó de la mesa y subió a su habitación. Jin lo observó, paralizado por la confusión y el dolor. Podía oír a Nam empacando sus cosas, el sonido de la cremallera de la maleta era como un eco doloroso en la casa vacía.
Cuando Nam bajó las escaleras con su maleta en la mano, Jin sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. Nam abrió la puerta y se fue sin decir una palabra más, dejando a Jin solo con su dolor y confusión.
Jin se quedó allí, parado en silencio, mirando la puerta cerrada. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras la realidad de la situación se instalaba. Finalmente, se arrastró hasta su habitación y se acurrucó en la cama, las lágrimas empapando su almohada mientras la soledad se apoderaba de él.
Pasaron los días y las semanas , y Jin se encontraba en un estado de profunda tristeza. Los días se mezclaban entre sí, y Jin se sentía cada vez más perdido. El insomnio se apoderó de él, y cada noche luchaba por conciliar el sueño. Su mente estaba llena de pensamientos sobre Nam, sobre lo que había salido mal, sobre si alguna vez volverían a estar juntos.
Para intentar lidiar con su dolor, Jin comenzó a tomar medicamentos para dormir. Sin embargo, en lugar de ayudarlo, los medicamentos solo empeoraron las cosas. Se sentía cansado y adormecido durante el día, sin energía para hacer las cosas que solía disfrutar.
La tristeza y la ansiedad comenzaron a afectar su salud física y emocional. Jin perdió peso y su rostro se volvió pálido y demacrado.
A medida que pasaban los meses, Jin comenzó a darse cuenta de que ya no se sentía como antes. La chispa en sus ojos se había desvanecido, reemplazada por una mirada cansada y apagada. Se dio cuenta de ya no era el.