Capítulo VII

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Salí del baño reajustando la toalla de camino a mi armario. Debía alistarme para mi cita con James. Llamó diciendo que pasaría por mí a las ocho p. m. No podía dejar de pensar en que había algo extraño en él y su forma de verme.

Sacudí mi cabeza ignorando mi subconsciente. Estaba muy dramática estos últimos días y sabía que era respecto a Zack. Aunque no le había reclamado por haberse olvidado de mí en la fiesta de Verónica, él no haber llamado para disculparse por su falta de atención y el hecho de seguir como si nada obviando los dos reproches anteriores, me tenía preocupada y eso me ocupaba parte del tiempo, lo que estaba bien si no quería pensar en alguien más y ese alguien tenía un nombre.

Decidí ponerme un simple vestido negro ceñido al cuerpo. No sabía qué usar para la ocasión. Él no me había dicho a qué lugar me llevaría. Me maquillé con un poco de máscara y labial rosa pálido. Pellizqué mis mejillas y me di por lista buscando unos tacones negros no tan altos. Escogí un bolso de mano bordado con lentejuelas doradas y entré mis llaves y mi celular esperando su llamada.

Diez minutos después escuché bocinas provenir de afuera. James bajó del auto, confiado. Llevaba una camisa verde informal y jeans con botas negras. Al salir del condominio bajé las escaleras despacio, al verme sonrió y me miró de arriba abajo logrando que me inquietara. Abrió la puerta del co-piloto por mí y le di las gracias dejándome caer en el asiento. Un olor a tabaco invadió con prisa mi nariz. Dio la vuelta corriendo y se subió a mi lado.

Sonrió encendiendo el auto.

-Estás hermosa. Muy hermosa.

-Gracias.

-Perdona el olor. El auto es prestado.

-No hay problema.

Pero lo había. Una pequeña alarma se mantenía encendida con un ligero tic-tac incesante. Me senté lo más derecha que pude tratando que no se me levantara el vestido. Miré por la ventanilla para distraerme y no pensar en las excusas en la que estaba trabajando mi cerebro para cancelarle. Pronto doblabamos la esquina y nos sumergimos en el tráfico de la noche. Enfocarme en las lucecillas de los autos y las farolas de las calles me calmó un poco. No era muy fan de la noche. Pasamos el restaurante italiano donde Zack usualmente me llevaba. Recordé la última vez que fuimos, pidió sopa de pollo porque se sentía un poco agripado. Sonreí cuando empezó a discutir porque le sirvieron ostras. Dijo que era el peor restaurante italiano del universo.

«¿Quién pedía sopa de pollo en un restaurante italiano?»

-Estás muy distraída.

Volví la cabeza ladeando una sonrisa.

-Sólo recordaba algunas cosas.

-Tu amiga Carla no estaba en la casa, ¿no?

La alerta sonó esta vez más fuerte.

-¿Cómo conoces a Carla?

Se encogió de hombros sin mirarme -Alguien me habló de ti.

La perplejidad invadió mi cara. ¿Qué estaba pasando? ¿Quién le brindó tanta información? Esto era demasiado extraño. Podía ser que en la fiesta de Lucas algunos de mis compañeros le facilitaron cierta información, pero no lo creía. No interactuaba con nadie que no fuera Lola o Zack, en el colegio. Y trataba que mi vida personal fuera netamente privada. Caleb te advirtió sobre esto. Lo peor de todo es que era cierto.

De pronto me sentí frustrada por ser tan ingenua. Quería irme y no encontraba la forma de planteárselo sin parecer mala educada. No me sentía segura al lado de él. Caleb también sabía muchas cosas sobre mí, cosas que de verdad me molestaban, pero no desconfiaba de él. Si hubiera querido hacerme daño ya lo habría hecho con todas las oportunidades que había tenido. Sé que no debería compararlos pero era imposible en mi caso. Miré por la ventanilla buscando orientarme y mi pánico aumentó. Estábamos rodeados de árboles inmensos. Sólo árboles. Nada más. La carretera se alargaba en cada línea fija perdiéndose entre la oscuridad. No sabía en dónde estábamos y mi mente dejó de funcionar.

El infierno de CalebDonde viven las historias. Descúbrelo ahora