Capítulo VI

90 5 0
                                    

—¿Cómo sabes eso? Yo no te he dicho nada.

Zack me miró atento, se notaba incómodo. Busqué mi pijama en uno de los cajones de mi habitación mientras él se acostaba en mi cama. Cogió mi almohada amarilla y la colocó debajo de su cabeza sin dejar de mirarme.

—¿Desde cuando hay que ser adivina para saber que te acuestas con medio colegio?

—No me gusta que sepas esas cosas. Me hace sentir un idiota.

Le miré con pijama en mano —Eres un idiota. Pero eres hombre, así que lo llevas en los genes.

Me tiró una almohada.

—¿O sea que, crees que todos los hombres son idiotas?

—Exacto. Y no lo creo, lo sé.

Me senté en la cama y reí cuando descansó sus pies encima de mis piernas. Tenía unos deditos de niño.

—Dime una cosa —pausó acomodando su cabeza encima de su brazo y miró al techo por unos largos segundos como si estuviera buscando las palabras correctas —, si encuentras a un chico que te vuelva loca, de esos qué ni siquiera sabes el por qué te atrae tanto, ¿pensarías que es un idiota?

Mi mente viajó a Caleb como cometa. Recordé con revoloteo en el pecho las pocas sonrisas que mostraba, sus ojos tan pálidos... ¿Sería mi chico ideal?

—Tierra llamando a Eithan... —lo miré saliendo de mi inspección. Continuó —Te quedaste pensativa. ¿Ya conociste a alguien?

Se acomodó mejor pegando su espalda en la pared. Bajé sus pies de mis piernas.

—Mmm... No lo sé.

—¿Cómo que no sabes?

—Te diré algo, pero nada de celos, o enojo o...

—Ya entendí, pero no puedes pedirme que no me duela. Conociste a alguien, ¿verdad?

Se levantó acercándose a la ventana. Zack era de aquellas personas que no se podían quedarse quietas ni un segundo. Se apretaba la nuca como siempre hacía cuando estaba disgustado. No pasé por alto sus músculos tensos aferrados al marco.

—Zack, somos amigos desde que tenemos uso de razón. No puedes enojarte conmigo sólo porque me gusta un chico. Por Dios, te he visto con muchas chicas, inclusive, te vi tener sexo con Ambert cuando aun éramos novios.

—No tienes que acordármelo siempre, Eithan. Lo pasado, pasado, ¿no?

Se volvió dirigido a la puerta. Solté la almohada y lo tomé del brazo al girar la perilla. Me miraba enojado.

—Si no querías saber la respuesta, ¿por qué preguntas?

—Lo lamento —repuso calmado y luego explotó —¡Joder!... He estado enamorado de ti desde kínder. Estuve ahí cuando murió Jake, tu padre, cuando tu madre te abandonó, cuando te cortabas... te quiero, maldita sea. Pero te quiero para mí. No quiero saber que estás con otro hombre, que... que te aparte de mí y olvides que siempre te he apoyado. Lo sabes, maldición.

La conmoción me invadió y tuve que tragarme un gran nudo en la garganta para responderle.

—Zack... eso, eso no va a pasar.

Sus ojos avellanas me miraban fijos.

—Pasará. Lo sabes, yo lo sé. Eres buena, reina. ¿Quién no se enamoraría de ti? ¿Quién no querría presentarte a sus padres? ¿De hacerte el amor por primera vez?

Me cubrí la cara con las manos. Se acercó a mí y las apretó en las suyas.

—¿Sabes que me odio? —negué con la cabeza sin querer seguir escuchándolo. Acunó mis mejillas haciendo que lo mirara —Tienes razón. Te perdí cuando te tenía tan cerca, te deje ir, te traicioné, ¿y sabes por qué me odio tanto? —quise apartarme quitando sus manos de mi rostro pero no pude —Porque si algún día me dieras otra oportunidad, te fallaría y volvería a lamentarme por perderte. No soy para ti, al menos no ahora, pero nadie te merece, Eith. Eres demasiado para cualquier hombre. Eres la chica con la que terminas casándote y tengo miedo porque eres la única que veo vestida de blanco esperándome, cargando mis hijos y sé que es egoísta pero no es para nadie un secreto que quiero que esa mujer seas tú. Sólo... Joder. Sólo es que ahora... Ahora no es ese tiempo. Es complicado. No pido que lo entiendas en este momento, pero sí más adelante. No dejes que nadie tomé todo lo bueno en ti y lo destruya. No se lo permitas.

El infierno de CalebDonde viven las historias. Descúbrelo ahora