Ella era azul, tenía un aura de ese color, era pura y la conocí en una misión. Estaba de rehén junto con otros y yo era el encargado de llevármela pero sea lo que sea que ella tenía hizo que me la llevara conmigo y lejos de aquel mundo.
-¿Cómo te llamas?-Le pregunté intentando no sonar duro, peligroso o rudo.
-Mercy.
-Drew. –Nos quedamos en silencio unos segundos, sus ojos azules casi blancos me habían atrapado.- Ayúdame, siento que he caído por dentro.-Ella sostuvo mis manos.
-Intentaste cambiar el juego, intentaste infiltrarte y lo hiciste con éxito. ¿Por qué yo?
-No sé, estoy perdiendo por culpa de los hombres con capas, aquellos que siempre dirigen todo a través de sus máscaras. Quizás porque eres la única que me ha mostrado piedad, la que me está salvando de los fantasmas y sombras que comerán mi alma. ¿Alguien podría rescatarme? No pero tú lo has hecho.
Dioses ausentes y una tiranía silenciosa era lo que ella me había dicho sobre este nuevo mundo, estábamos bajo el hechizo de un titiritero y yo le pregunté por qué los hombres de capa siempre eran los que nos derrumbaban, haciéndonos correr hacia los fantasmas y sombras.
-El mundo se niega a creer y por eso estamos así.-Respondió y nunca olvidaría esas palabras.
Esos hombres, esos espíritus eran lo que intentaban devorar mi alma. Me habrán quitado la humanidad pero no mi alma, con la ayuda de Mercy la podía recuperar lentamente. Como mencioné anteriormente, ella me había mostrado piedad de los malvados y de los que no tienen agallas, de una máquina de matar como yo y comenzaba a creer que quizás podía haber esperanzas para el mundo.