Primero veo los ojos, Son de un amarillo verdoso, planos y reflectantes. Es tal la oscuridad que casi no distingo silueta alguna, al menos por el momento, pero sea cual sea la luz que hay en esta sala se refleja en los ojos de este animal. Suelto un grito. Un aire caliente y condensado me abrasa los pulmones y me hace toser mientras me aparto de esos ojos. Choco con algo, con alguien. YongGuk. Lo tengo justo detrás y su risa retumba contra las baldosas. Me alejo a rastras hacia un recodo, pero los ojos me siguen, cuando los míos se acostumbran a la oscuridad, la enorme figura de la bestia se cristaliza en medio del vapor. Orejas puntiagudas, hombros anchos, patas musculosas, pelaje rojo. «Lobo», pienso justo en el instante en que empieza a gruñir.
—Está hambriento —dice YongGuk. Él no le teme —Pensé que ya era hora de que le diera algo de comer. ¿No estás de acuerdo? -El lobo se abalanza sobre mí y grito, consigo apartarme de su trayectoria pero apenas por unos centímetros. Puedo notar su peso y su velocidad cuando pasa por mi lado. Alcanzo a verle fugazmente los colmillos, largos y blancos. Me levanto raudamente y echo a correr por el lujoso baño buscando una puerta que no esté bloqueada por la presencia de YongGuk. No hay ninguna, pero una de las paredes está forrada de pequeños compartimentos de madera. ¿Para cambiarse, quizá? Me da igual. Disponen de puertas y tal vez pueda encerrarme en uno de ellos. Cuando irrumpo en el compartimento maldigo mi suerte, la madera es increíblemente delgada y endeble. Pero ¿qué esperaba? Están hechos para proporcionar intimidad, no protección. Aunque es todo lo que hay. Aprieto la espalda contra la puerta y me estremezco cuando oigo al lobo correr hacia mi compartimento. Está a punto de golpear la puerta, de atravesarla, y de atravesarme a mí... Pero el lobo no golpea la puerta. Se detiene justo antes de hacer contacto con ella. Me miro los pies, horrorizado de que pueda colarse por debajo del hueco inferior o morderme los tobillos. No lo hace. En lugar de eso empieza a pasearse de un lado a otro, de un lado a otro. Puedo oír su respiración jadeante y el martilleo de sus pezuñas contra las baldosas del suelo, aunque sigo estando tan asustado que me tiembla todo el cuerpo, finalmente dispongo de un momento para pensar. ¿Qué hace un lobo en el barco? Me extraña que los animales salvajes estén permitidos a bordo y en cualquier caso estarían en las bodegas, metidos en jaulas. Evidentemente esto es obra de YongGuk, pero no puedo imaginar por qué. ¿Es esta la bestia que vi en Southampton? No. Esta es más elegante y tiene el pelaje más rojo. Así y todo, no hay duda de que se trata de un lobo, y de un lobo peligroso. Ojalá Jimin acudiera de nuevo en mi ayuda Jimin o quien sea, pero aquí no hay nadie aparte de YongGuk. Vuelve a reír, si bien ahora su risa es más serena, más parsimoniosa, como si hubiera presenciado esta situación miles de veces pero nunca dejara de divertirle —¿Cuánto tiempo crees que te protegerá eso? ¿Tres minutos? ¿Cinco? -No contesto, no tengo nada que decir a ese canalla despreciable —Tienes al lobo muy cerca —prosigue —Lo bastante cerca para poder olerte la sangre. Lo malo es que ya no recuerda cómo se comporta un lobo, si lo recordara, ya te habría devorado -Los movimientos del lobo se ralentizan. Puedo oír su respiración. El cubículo tiene un banco pequeño al que me encaramo mientras aprieto la puerta con las manos. Eso significa que el lobo no podrá arrastrarme por los tobillos, además, desde aquí arriba puedo ver a YongGuk. Sigue apostado cerca de la puerta pero se ha quitado la chaqueta, la humedad del aire ha empezado a pegarle la camisa al cuerpo, un cuerpo atestado de músculos tan tensos y voluminosos que casi semeja un monstruo. Con razón no podía quitármelo de encima. Se está descalzando. Al saberse observado, ensancha la sonrisa y se desabotona la camisa a fin de mostrarme su torso velludo. Desvío la mirada para no darle ese gusto, sus intenciones son claras, pero ¿cómo espera llegar hasta mí con un lobo salvaje entre los dos? —Si él ha olvidado cómo se comporta un lobo, tendré que recordárselo —dice. Emite un gruñido quedo como el de un animal, exactamente como el de un animal. Luego suelta un grito. Me vuelvo de nuevo hacia él, esperando ver al lobo rojo atacándole. Pero este sigue frente a la puerta con el pelaje erizado y un gruñido grave arañándole la garganta. YongGuk está ahora desnudo, gritando cada vez más fuerte... y transformándose. Es el vapor jugándome malas pasadas, la oscuridad, el pánico. Pero no. Lo estoy viendo, está ocurriendo de verdad. El cuerpo de YongGuk se retuerce, se contrae, los omóplatos se expanden hacia fuera, la espalda se encorva hasta dar la impresión de que se le ha partido la columna. Echando el cuello hacia atrás, cae de cuatro patas al tiempo que su rostro se estira con un ruido escalofriante, como el de un carnicero serrando un cartílago. Su mandíbula se estira, los dientes le atraviesan las encías como si fueran cuchillos, y se le está oscureciendo la piel... no, le está creciendo pelo negro por todo el cuerpo. Pelo de animal. «Un lobo», pienso. Grande como el primero, pero negro, y sé que es el lobo que anoche intentó atacarme en Southampton. Por primera vez comprendo que YongGuk es un monstruo, una criatura sacada de esos relatos que pretenden asustar a los niños, pero él es real. Es real, está gruñendo y me persigue desde antes de iniciar esta travesía y ahora... y ahora ha venido a matarme. El lobo negro corre hacia mi compartimento y yo grito de pánico mientras me aprieto contra la puerta, esperando que la reviente en cualquier momento, pero oigo otro gruñido y el choque de bestia contra bestia. Asomo la cabeza por lo alto de la puerta y veo al lobo rojo abalanzarse sobre la garganta del lobo negro, ahora parecen dos perros luchando. Gruñen, se desgarran la piel, se muerden. El vapor es tan denso que no puedo ver exactamente qué está ocurriendo, pero el lobo negro es más grande y estoy seguro de que saldrá victorioso. El lobo rojo, sin embargo, no se rinde; unde los colmillos en el hombro del lobo negro y resiste. Por un momento pienso que el lobo rojo me está defendiendo, pero eso es absurdo. Simplemente está luchando por la presa.
—¡Socorro! —grito —¡Que alguien me ayude! —Mi voz rebota en las baldosas verdes y blancas y comprendo que no hay nadie lo bastante cerca para oírme. El vapor queda nuevamente atrapado en mi garganta. Me quito los guantes blancos, empapados por la humedad, y me los coloco sobre la cara, la pelea dura lo que parece una eternidad, aunque probablemente no sean más que unos minutos. He perdido la noción del tiempo; en el mundo no existe nada salvo mi pulso vertiginoso y mi temblor de piernas. El agotamiento me ha perseguido durante todo el día y ahora debilitado por el miedo, apenas consigo mantenerme en pie. Pero sigo apoyado contra la puerta. Finalmente el lobo negro se aleja del lobo rojo que jadea con fuerza, vuelvo a oír ese ruido espeluznante y el lobo se retuerce violentamente mientras se alza sobre sus patas traseras; el pelaje completamente negro empieza a desaparecer bajo la piel. Aunque sé que es YongGuk, me sorprende ver de nuevo su rostro cruel. Las mordeduras del hombro le sangran, pero tengo la sensación de que cicatrizan al instante; levanta la vista hacia mí y veo que todavía tiene la mirada inexpresiva y animal de un lobo. Riéndose, recupera sus ropas y procede a vestirse.
—Mírate —dice —Eres demasiado estúpido para darte cuenta de lo que has visto, para apreciar el milagro que acabas de presenciar. Y con esos preciosos rizos rubios sobre la cara, delicado y tonto... realmente apetitoso.
—No eres más que un monstruo de circo —digo con más fanfarronería de la que siento. Eso lo sulfura, gruñe con la misma ferocidad que cuando era lobo.
—No sabes reconocer a tus superiores. No sabes reconocer a un dios cuando lo tienes delante.
—¡Tú no eres un dios!
—A mi compatriota se le ha abierto el apetito —dice, abotonándose la camisa —Y creo que te quiere para él solo —Abre la puerta y un rayo de luz cruza la estancia —No te preocupes, regresaré por la mañana para roerte los huesos -La puerta se cierra de nuevo y oigo el giro de una llave en la cerradura. Sigo atrapado, pero ahora estoy a solas con el lobo rojo. No viene a por mí de inmediato, puede que esté tan hambriento como asegura YongGuk, pero cojea, y es evidente que siente dolor. En el suelo hay gotas de sangre, fruto de la lucha entre los dos lobos, y no todas pueden ser de YongGuk. El lobo rojo está malherido. ¿Hasta qué punto? ¿Lo suficiente para que me sea posible escapar? Con sumo sigilo bajo del banco y abro la puerta muy despacio, en cuanto abro lo bastante para poder escurrirme, el lobo se vuelve hacia mí. Sus ojos amarillos brillan a través del vaho, tiene la cabeza gacha, como la de cualquier criatura malherida, y en ese momento recuerdo que el guarda de Moorcliffe me contó en una ocasión que los animales heridos son los más peligrosos. No me atrevo a correr el riesgo y retrocedo rápidamente cerrando la puerta. El lobo se acerca un poco más, paseándose de nuevo frente a mi puerta, luego se detiene tan cerca que puedo oír su respiración jadeante. El cuerpo me tiembla de miedo y agotamiento, pero me obligo a pensar con frialdad. La bestia está malherida, débil, probablemente ya no le queden fuerzas para reventar la puerta del compartimento y es demasiado grande para pasar por debajo. No hay duda de que se repondrá y para entonces estará hambriento, aunque eso llevará su tiempo. Y el tiempo está de mi parte. Los caballeros de primera clase querrán utilizar el baño turco mañana, probablemente lo abran poco después del servicio de desayuno. Eso significa que el encargado vendrá a preparar las instalaciones mientras la gente desayuna, si no antes. Tarde o temprano me rescatarán, lo único que tengo que hacer es esperar. Hace un calor insoportable. El sudor y el agua condensada me empapan la piel y me cuesta respirar. Dudo, pues la idea de desvestirme me hace sentir desprotegido, pero menos me gusta la idea de permanecer dentro de mis ropas húmedas y pesadas en este sofocante calor. Así pues, me quito el uniforme y me quedo solo con la fina camisola y el bóxer. Mejor así. Aúpo las rodillas para tumbarme en el pequeño banco y hago un ovillo con el uniforme para colocármelo debajo de la cabeza. Los listones de madera se me clavan pero no me importa, el lobo se tumba frente a mi puerta. Solo puedo verle el pelaje. Me está esperando, no tiene intención de dejarme escapar, ni siquiera mientras duerme. La idea me aterra y me mantiene despierto durante horas mientras tiemblo y toso, sin embargo, el sueño me vence al fin, y me sumerjo en un plácido letargo.
11 de abril de 1912
Me despierto consciente únicamente de que estoy entumecido e incómodo y de que quiero seguir durmiendo, entonces abro los ojos y el extraño entorno, así como los increíbles recuerdos que lo explican, me espabilan de golpe. Me incorporo y apoyo las manos contra la puerta casi antes de recordar que lo estoy haciendo para mantener al lobo a raya. Hay luz ahora, una luz tenue y gris. Está amaneciendo. La sala debe de tener ojos de buey que dejan entrar la luz del día. Bajo la vista, pero el lobo ya no está tendido delante de la puerta y tampoco oigo su respiración ni el martilleo de sus pezuñas contra las baldosas. ¿Es posible que se haya ido? ¿O que haya perecido durante la noche? ¿O que se encuentre al menos lo bastante lejos para que me dé tiempo de correr hasta la puerta y aporrearla? A lo mejor ya hay gente en los pasillos. Con mano temblorosa, abro la puerta, tan despacio que parece que no vaya a terminar nunca. No hay movimiento ni ruido. Salgo disparado del cubículo con la intención de correr hasta la puerta y luchar por mi vida... cuando a los dos pasos me detengo en seco. En el suelo, completamente desnudo, perfectamente formado, desfallecido hasta casi rozar la inconsciencia, yace Park Jimin.
El lobo rojo.
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Tenebrosa aqua
Wilkołaki"Mi amor por ti es lo que me mantiene humano, Jungkook. Y siempre lo hará"