Un día cualquiera con un final diferente

72 5 0
                                    

Una mañana como cualquier otra, parada hace 15 minutos frente al espejo de mi habitación peleando con mi pelo -mi cabello y el peine nunca se llevarán bien- pensé ¿coleta alta? No; ¿Rodete? No; ¿trenza? Listo, opto por mi trenza francesa.
Tomé mi cartera con mis libros y fui a la sala. Mi padre sentado en su sitio habitual en la esquina de la mesa leyendo su diario antes de irse al trabajo, mi madre en la cocina preparando el desayuno y mi hermano, Stefano, haciendo su tarea a ultimo momento.

-¿Dejando las cosas a última instancia, Stefano? -pregunté.
Lo único que hizo fue mirarme y largar un corto suspiro. Yo solo reí y tomé una tostada para luego untarle mermelada.

-Angelina toma tu desayuno antes de que se te haga tarde.

-Mamá, Stefano me llevará al colegio.

-Lo siento Ángel, pero me lleva Alexandre. Nos vamos al entrenamiento.

-Está bien, caminaré.

Le di unos largos sorbos a mi café, agarré mi cartera, le di un beso a mi familia y emprendí mi viaje rumbo hacía el colegio, debía caminar 10 cuadras pero siempre acompañada de mis auriculares con la música a todo volumen.
Pronto cumpliré 18, terminaré la preparatoria, pero ¿luego? No tengo nada pensado, ¿trabajar? ¿estudiar? ¿viajar? El tiempo se me agota y debo decidir rápido. Nunca me imaginé mi futuro ¿que se supone que debo pensar? Tal vez ¿medica? ¿abogada? ¿profesora? No lo sé, nunca me imaginé en alguna de estas profesiones, solo espero no fracasar.
Una cuadra antes de llegar al colegio pasa por delante mío una camioneta negra, es muy raro, nunca la he visto por aquí. Alguien toca mi hombro y me doy vuelta quitándome los auriculares de mis oídos.

-¿Me darías un minuto de tu tiempo? -me preguntó un joven de piel blanca, cabello rubio y ojos celestes. Podría haber sido un ángel. En sus manos llevaba unas hojas y una lapicera.

-Si, ¿que necesitas?

-Estoy preparando un proyecto y necesito hacerte unas preguntas sobre el medio ambiente.

-¿Un proyecto de que?

-La contaminación y el calentamiento global -contestó algo frustrado.

-Está bien, comienza.

-Bien, ¿en tu hogar reciclan? -preguntó observándome en la espera de mi respuesta.

-De vez en cuando si, otras veces no.

Anotó algo en una de sus hojas ¿realmente escribió algo?
-¿Qué métodos utilizan cuando reciclan?

Estuve a punto de contestar pero el rechinar de un auto al doblar la esquina en donde estaba parada con aquel chico me distrajo, se abrieron todas las puertas de golpe, empezaron a bajar personas encapuchadas y vestidas de negro y se dirigían a nosotros.

-No te resistas o te irá peor -me dijo el supuesto encuestador, había puesto su mejor sonrisa, en su rostro vi satisfacción. No entiendo lo que está sucediendo. Una de las personas encapuchadas agarra mi brazo con fuerza, pero soy más ágil, me doy media vuelta y encesto mi rodilla en su parte baja, él no duda en soltarme para agarrarse. Esta es mi oportunidad, empiezo a correr con la esperanza de llegar a casa, pero que ilusa fui, me encontraba a 8 cuadras de mi hogar mientras que ellos eran más de 5 y andaban en una camioneta, la misma camioneta negra que vi minutos antes. Tenía la ilusión que algún vecino salga y me ayudase pero eso nunca pasó. Al minuto tenía un hilo de sangre que caía de mi frente y mojaba mi ojo. Habían agarrado mis piernas y caí de bruces. Estoy mareada y tengo un dolor punzante en mi cabeza, siento un peso en mi espalda, me duelen las costillas. Llevan mis brazos hacia atrás, agarran mi cabello haciendo que levante la cabeza. Alguien se me acerca.

-Te lo advertimos, pero fuiste por el camino difícil, preciosa.

No logro mirarlo, mi cabeza gira y su rostro se multiplica.

-Levantenla y cargenla a la camioneta.

Intenté evitarlo, pero volvieron a tomarme del cabello, jalaron de él e hicieron que me ponga de pie. No quería caminar, no quería subirme a esa camioneta ¿dónde me llevarían? ¿Qué harían conmigo? Volví a caer a propósito, uno de ellos se acercó a mí y golpeó mi mejilla con la palma de su mano. Retomaron su trabajo, uno agarró mis brazos y el segundo mis piernas, ya no tenía fuerzas para luchar contra estas personas. Me cargaron a la camioneta, iba a desaparecer, nadie sabría en dónde estaría, lágrima empezaron a mojar mi rostro. Lo último que recuerdo fueron unas pastillas, me recuerdo tragarlas porque ellos me obligaron, pero tuvieron un efecto raro en mí, nunca las había probado, claro, me habían drogado.

InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora