La Habitación N° 68

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-Bájate de allí –le dije.

Ella se quedo parada, no sabe si obedecerme o echarse a correr, lo veía en sus ojos, observaba la puerta que estaba al final del salón, quería escaparse pero no le será fácil habiendo tantos hombres armados aquí adentro como afuera. Esos ojos miel la delatan fácilmente.

-¿Vas a quedarte ahí parada o vendrás conmigo?

-¿Vas a darme la oportunidad de quedarme aquí? –pregunto. Aunque este ahí parada con un caño al costado, le gusta provocar y jugar con la paciencia de uno.

-No –conteste. –Baja si no quieres que lo haga yo por ti.

Angelina empezó a buscar con la mirada por donde podría bajar. En el lado derecho del escenario estaban las escaleras, comenzó a caminar hasta ellas con pasos cortos. Me fue imposible no observar su cuerpo, sus largas piernas, su cabello largo que le ocultaba la mitad de su espalda descubierta. No soportaría que otros toquen su cuerpo tan perfecto, que la utilicen y luego la desechen como a cualquier otra mujer.

Estaba bajando las escaleras mientras yo la esperaba al final de ellas. Se detuvo en frente mío, me acerque y toque su brazo, estaba fría y por su frente se le formaban pequeñas gotas de agua. Tome su mano y la saque de allí. Antes de salir les hice una seña a mis hermanos que dentro de un rato volvía, ellos asintieron. Atravesamos una puerta que estaba en el lado izquierdo del bar, y fue justo en ese momento en el que me di cuenta que estaba caminando rápido mientras que Angelina corría por causa de sus tacos detrás de mí. Me detuve de golpe y ella fue a chocar con mi espalda, me gusto la sensación de tenerla tan cerca, de inmediato tomo distancia.

-¿Estás bien? –pregunte dándome la vuelta.

-¿Qué? Estoy secuestrada aquí, con un montón de mujeres que están vendiendo su cuerpo porque las obligan y que seguramente voy a tener que hacerlo contigo, vestida de esta forma que incluso en un momento fui drogada ¿y tienes el descaro de preguntarme si estoy bien? –me contesto casi a los gritos.

La estampe contra la pared llevando sus manos encima de su cabeza e inmovilizándola. Intento zafarse de mí pero no fue fácil, en su rostro vi temor.

-¿Y tú crees que quiero tenerte aquí? –le dije casi gritando en su cara.

Me miro atemorizada y perpleja, no entendía lo que estaba diciendo ni yo me entendía. Mi cabeza en este momento es como un cubo de rubyk, tengo mucha confusión. Tengo que calmarme, acomodar los sucesos y mis pensamientos. Le suelto, me doy la vuelta y agarro mi pelo con ambas manos. Esto es lo que soy, no puedo dejarlo no ahora. Me volví a verla y estaba sentada con las rodillas pegadas a su pecho llorando. Me agache hasta estar a su altura, levante su mentón y la mire, su rostro estaba manchado con maquillaje que habían arrastrado sus lagrimas.

-Vamos –le dije.

Estire mi mano para que la tomase, pero ella no la acepto, decidió levantarse por su propia cuenta. Retomamos el camino luego de lo sucedido. Caminábamos por un pasillo, ambos lados tenían puertas que nos llevaban a habitaciones, en donde las personas que venían al bar podían traer a sus mujeres aquí.

Llegamos al final del pasillo y me detuve en la puerta del lado derecho, colgaba una placa de bronce en la cual tenía grabado el numero 68. Ella venia caminando lentamente con los brazos cruzados sobre su pecho. Abrí la puerta y pase, ella entro por detrás de mí y se puso a un costado, observaba la habitación y su labio inferior temblaba. No había mucho que admirar aquí, esto es el infierno, oculto detrás de una decoración con una cama matrimonial en el medio, con dos mesitas de cada lado, lo común es tener veladores encima de ellas pero estas tenían canastitas con preservativos, a un costado había una cajonera decorada con otra canastita en la parte superior, las paredes ardían en un color rojo fuego, no había ninguna ventana y lo que nunca falta en lugares así, un espejo colocado en el techo a la misma altura de la cama.

-Siéntate en la cama –dije.

Angelina empezó a avanzar hasta tomar asiento a la orilla de la cama. Me quite el saco y lo tire a un costado de ella, empecé a desprender los puños y desabotonar los primer botones de la camisa. No quería verme, su cabeza estaba gacha con los ojos cerrados. Me acomode a su lado, estaba a punto de hablar pero ella se adelanto.

-¿Qué es lo que debo hacer? –pregunto con la voz quebrada.

Me quede dudoso, no pensaba acostarme con ella pero si darle una lección de respeto.

-Acuéstate.

Seco algunas lagrimas con sus manos, enderezó su cabeza y se recostó. Observe su estomago hundido, su pecho subía y bajaba con ligereza.

-Estira tus manos por encima de tu cabeza.

En cuanto lo hizo me monte encima de ella y con una mano agarre sus manos. Dio un pequeño grito de estremecimiento. Lleve mi rostro a su cuello, olía a frutillas mientras que mi mano libre recorría su cintura. Su respiración se aceleraba cada vez más. Pose mis labios su hombro.

-Esto es para que aprendas, Angelina Christie –dije en su oído. Nunca debes desafiar a la persona que te eligió si no te harán daño ¿has entendido?

No hizo ningún ademan de querer contestarme.

-¿Has entendido? –volví a preguntarle esta vez presionando sobre su cintura.

-Sí, lo he entendido –dijo gritando.

-Así me gusta –volví a presionar mis labios en su cuello. –Quiero que te relajes Angelina, no pienso hacerte daño.

-¿Y cómo se que no vas a hacerme daño?

-No puedo explicártelo ahora.

Me alce de encima de ella, despeine mi cabello, levante mi saco y me dirigí a la puerta, antes de irme me di la vuelta, Angelina estaba sentada, no quería dejarla.

-Quédate aquí, cuando todo termine vendrán a buscarte.

Salí al pasillo y cerré la abertura con llave. No lo soporte, una ira corrió por mis venas, tire mi saco al suelo y empecé a pegarle a la pared con mis puños estos empezaron a sangrar pero sin dolor, la furia me tiene cegado, esto no le tiene que estar pasando a ella, no a la hermana de mi mejor amigo.

InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora