Scylla

62 3 2
                                    


Mi vida se convirtió en una pesadilla. Nadie imagina que le puede pasar esto pero igual sucede. Todo lo que siento en este momento es odio, ira, ganas de llorar y patalear aunque eso no va a quitarme de este tipo de mundo, quiero irme ya, estar con mi familia, disfrutar los días como siempre solía hacerlo pero ¿ahora? ¿Qué se supone que debo hacer? Mis mejillas empiezan a empaparse de mis propias lágrimas, imágenes horribles empiezan a rondar por mi cabeza, no sé qué puede sucederme luego de salir de aquí. Sólo sé que quiero volver viva.

-Oye, ¿cuál es tu nombre?

Mis lágrimas caen como imágenes de mi familia a mi cabeza, hasta que escucho la voz de una mujer ¿es hora?

-¿Eh? ¿Qué tengo que hacer? -pregunté desorientada.

-Hasta ahora nada, pero ¿cuál es tu nombre? -preguntó una chica que estaba a mi lado, la miré y me sorprendí al ver su vestimenta, era demasiado provocador, todo le quedaba exagerado. Sin embargo, yo estoy vestida casi igual, no quiero verme al espejo. Nadie de la habitación quiere verse, por lo tanto allí están todos esos malditos espejos esperando aunque sea una mirada desprevenida.
En el cuarto éramos alrededor de 15 mujeres esperando una orden que nadie quería que llegara. El piso estaba sucio, con algunas prendas y zapatos tirados por todos los rincones, otras se pintaban y pintaban a otras, querían verse bellas para sus clientes. Absurdo.
-Angelina -contesté, refregando mi nariz.

-Lindo nombre, Angelina -dijo -pero no puedes llamarte así allí afuera.

No entendí lo que quería decirme.

-Vamos a cambiarte de nombre, corazón -dijo aquella joven, tiró su pelo rubio hacia atrás y luego se lo llevó a un costado. Quedaron al descubierto unos ojos color canela, su piel blanca arruinada con manchas de maquillaje.

-¿Puedo hacerte una pregunta? -pregunté sacándola de sus pensamientos sobre un apodo para mí

-Sí, claro -contestó sonriendo.

-¿Cuantos años tienes?

Su sonrisa se desvaneció, su mirada ya no estaba clavada en mí sino en el suelo, llevó su pulgar a la boca y empezó a morderse la uña.
¿Cómo pude ser tan tonta de preguntar eso?

-Perdón, no fue mi...

-Llegué aquí a los 19 años -contestó interrumpiendo mis disculpas -hoy tengo 21, esta es la tercera vez que estoy aquí, antes formaba parte de los tráficos.

Un frío corrió por mi espalda, no sabía cómo reaccionar ¿qué se supone que se dice en estos casos?

-Lo siento, no fue mi intención... -¿cómo sigo?

-Lo sé, corazón -respondió tomando mi mano, volvió a observarme y sus ojos estaban cristalinos. Volvió sonreír. Es una mujer fuerte.

-Bueno -dijo limpiando sus ojos -ya tengo tu apodo, será Scylla.

-¿Scylla? ¿que clase de apodo es ese?

Las puertas de madera se abrieron, la habitación quedó completamente en silencio. Apareció un hombre alto y un poco obeso, estaba vestido con una chaqueta de cuero, unos jeans y zapatos. Sus ojos estaban ocultos detrás de unos anteojos negros.

-Es hora de trabajar -dijo con una voz ronca.

Quedé congelada ¿trabajar? ¿prostitución? Tengo que vender mi cuerpo a personas desconocidas. Mi estómago se revolvió, quería vomitar. Las lágrimas golpeaban fuerte, querían salir.

-No llores, Angelina -me dijo, aún no sabía su nombre -no muestres debilidad.

Yo sólo la mire ¿que se supone que debo hacer?

-Lo siento, que mal de mi parte, mi nombre es Bianca. Quédate cerca mío -dijo agarrando con fuerza mi mano.

-Salgan y formense en el pasillo -volvió a decir aquel hombre.

Salimos en fila, me forme detrás de Bianca aún agarrada de su mano. Cuando cruzamos la puerta había al menos seis hombres armados con todo tipo de armamento. Mi cuerpo tiembla de frío, de miedo y de vergüenza por la forma en que estoy vestida, un sostén brillante a juego con una pollera negra que no logra ocultarme casi nada y unos tacos con los que apenas puedo mantenerme de pie.
Nos pusimos de espalda contra la pared, aquél hombre nos observaba como un lobo hambriento esperando a atacar a su presa que éramos nosotras.

-Hoy vendrán empresarios importantes -dijo caminando de un extremo al otro -queremos que todos tengan lo que quieren y que salgan satisfechos. Ahora salgan allí y satisfagan.

Empezamos a caminar por el pasillo hasta llegar a una puerta, la atravesamos y nos llevó a unas escaleras que subían. Comenzamos a subir y nos encontramos con otra abertura, está nos dirige hacia nuestro trabajo.
Las luces están tenues y son de distintos colores, rojas, azules, violetas. Había escenarios con caños incrustados en el piso, sofás por todos lados y mesas con sillas.
Bianca me guió al escenario.

-Baila, no te quedes parada Scylla -me dijo al oído -si no lo haces van a lastimarte.
Me miró a los ojos y me dio un abrazo rápido. Se bajó del escenario, yo la seguí con la mirada, se acostó en uno de los sofás haciendo una pose provocadora.

Los hombres empezaron a llegar, no sabía cómo moverme. Sólo caminaba alrededor del caño, observaba a las otras mujeres coqueteando con los empresarios, ellos sonreían y metían mano a más no poder.
Media hora más tarde mi cabeza ya empezaba a girar, caminar tantas vuelta me mareo. Las cortinas del sofá en donde se encontraba Bianca estaban cerradas, no podía verla.

-Vas a marearte si sigues dando vueltas -dijo una voz masculina, me suena conocida.

Bajé mi mirada y allí estaba, disfrutando a costa de otros.

-Ya puedes largarte de aquí, Lionardo -dije con ira.

-¿Y si requiero de tu servicio? -preguntó tomando su mentón y observándome de pie a cabeza.

InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora