Intento

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La lluvia caía torrencial en la mansión Verstappen en Mónaco, Jos tenía un wiski en su mano mientras miraba su teléfono marcar a su hijo, era la sexta vez en el día que su teléfono entraba a buzón, sabía exactamente con quien estaba, siempre sabia con quien estaba su hijo. Arrojo la copa a la pared manchando el mármol de alcohol, nada podían hacer bien sin su supervisión.

-todo salió como lo planeamos menos su hijo – le había dicho el dueño del bar quien lucía un moretón en el ojo izquierdo

No era la primera vez que habían hecho algo así, un cambio de letrero en la nieve para que alguien callera por un precipicio, un fan obsesivo, una golpiza o un rumor, eran cosas que la gente de F1 hacia, se manejaba mas que dinero y el destino se decidia casi siempre fuera de la pista.

Había criado a Max para ser un ganador, para superar con creses lo que el pudo llegar a ser con las compañías correctas, con el impulso correcto, Hasta ahora Max era una máquina de competir, todo en lo que ponía su empeño lo volvía oro. Fuerza, resistencia, astucia y velocidad eran cosas que el hacia muy bien, había criado a Max para ser el máximo ganador del gran circo y la gente que lo rodeaba siempre se lo hizo entender, todos excepto uno ... todos excepto Sergio.

Había llegado con su cara bonita a mover la vida de su hijo, lo había hecho blando, gentil y desenfocado, El mismo Jos había soñado quizá con las pecas y los ojos chocolate en un sueño húmedo que se estaba volviendo recurrente, no podía culpar del todo a Max, el omega tenia una manera de colarse en la ropa interior del todo el mundo que lo descolocaba. 

Tomo su teléfono donde Sergio le sonreía desde el fondo de pantalla, Max era bueno en todo pero no mejor que el, quizá si ese omega fuera su padre, los problemas de Max se resolverían

-que hijos me darías Perez, quizá mejores que Max – le susurro a la pantalla mientras la acariciaba




POV MAX

Un pacto de silencio se formó apenas despertó de la siesta que tomo en mis brazos a donde pertenecía, donde debía estar siempre.

Se sonrojo y se disculpó de nuevo, no era necesario, haría lo que fuera por su felicidad y aunque no sabía a que se debía el cambio de actitud no iba a detenerme a preguntar si eso hacía que me mirara con una diminuta sonrisa en lugar de con el ceño fruncido.

Sabía que necesitaba espacio y aunque me hubiera encantado seguir compartiendo cama, preferí adecuar una habitación para él.

Sergio era una criatura extraña, como algo sacado de un libro de cuentos. Parecía siempre tan feliz y completo con lo que sea que tuviera, su espíritu inquebrantable, carisma y sonrisa de ángel ocuparon tanto y tan rápido el espacio que me dejo un poco aturdido. Para los primeros días puse a su disposición una habitación de mi departamento para que pudiera ocuparlo mientras se recuperaba, movió los muebles y coloco algo parecido a una sala para leer y ver la televisión, lo que hacía todas las noches religiosamente a las 8 pm mientras bebía leche achocolatada

-en México es horario estelar y veo la novela del momento, me mantiene conectado a mi país – me dijo cuando le pregunte la razón
Su cama está llena de frazadas y cojines para un frio que al parecer no podía tolerar aun cuando apenas y estuviéramos un par de grados bajo cero

-este no es el clima de Guadalajara – exclamo tapándose con una frazada mientras bebía su extraño chocolate caliente de barra con una vieja en el estampado que había preparado con leche y canela

Se bañaba temprano en la mañana con agua casi hirviendo y música de fondo que cambiaba con la mano húmeda aun cuando la regadera seguía funcionando, ponía suavizante de telas a manera de loción para que “todo oliera rica” y planchaba manual aun cuando yo tenía una máquina de vapor que ofrecí para la tarea. Barría y trapeaba el piso diario aun cuando insistí que no debería hacerlo y cuidara de sus heridas

Mi otro yo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora