Otra Vez

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La prensa había sido una locura afuera, los medios estaban en el hospital a 24 horas esperando alguna noticia, igual que el resto del mundo.
Se habían gastado grandes cantidades en parar los rumores recodigos del accidente en el hotel.
El sabia que las cosas se le habían salido de las manos, que había empujado a Daniel a la locura y esto no era más que una consecuencia, donde el australiano no hacía más que llorar y esperar lo peor.
Pérez había entrado en coma desde hace tres días, había perdido mucha sangre y aunque estaba estable, no había vuelto.
El lo sabia como asesor de Redbull y la mayoría de los pilotos y escuderías lo sabían también, la gente cercana a su familia que lo habían visitado no habían podido  verlo, para la prensa, el estaba despierto y recuperándose.

Había sido un desfile insesante estos días en el hospital, políticos, famosos y deportistas habían acudido para mostrar su apoyo a la familia del mexicano, todos habían llorado, todos había apoyado con obsequios, abrazado a Marilu, el señor Antonio, sus hermanos y dinero, pero se habían marchado dejando sus mejores deseos, todos excepto uno, todos excepto Max y Hamilton qué lo vio pasar desde la sala de espera de el piso de abajo.
El gran premio había sido cancelado a pesar de que Sergio ya no competía pero Max no se había querido apartar un minuto, nadie lo había visto comer o dormir, ni siquiera con la presión de la familia de Checo el se había apartado del lecho.
La preocupación de Leclerc en la voz al contarle por llamada lo alarmo sobre manera. Podía permitir la insubordinacion de Max, hasta los gritos y los disparates, así era él, pero no podía permitir un suicidio, Jos no podía aparecerse en el hospital y Daniel tampoco por obvias razones así que eso le dejaba la tarea a él.

-señor Marko - lo saludo el guardia cuando le abrió la puerta de la sala donde se encontraba Sergio

Eran las 3:40 de la mañana cuando giro la perilla de la puerta de la habitación.
Un olor intenso a flores lo recibió apenas abrir, el cuarto estaba abarrotada de arreglos, pelecuches y globos, aun con ello sabía que debía haber otra habitación llena de eso al menos sin contar con las velas y las toneladas de flores de fanáticos fuera del hospital.
Era apenas la recepción pero no había nadie de la familia del piloto y lo agradeció.

El pitido insesante se escuchaba al otro lado de la puerta donde seguramente estaba él. Helmut dejo las flores que había traído en el sillón grafito aterciopelado de la pequeña recepción para abrir la puerta.

La cama de sábanas pristinas estaba extendída mirando a la puerta de la habitación, con múltiples aparatos conectados a él.
Un tubo grande salía de la boca del piloto donde un líquido blanquesito espeso era transportado a su estómago.
Tenia un tubo más en su nariz que le proporcionaba oxigeno y algunos cables conectados a su pecho y cabeza además de los dos tubos con la bolsa de medicamentos y suero en su vena de la mano izquierda.

El asesor se acerco para verlo, se veía pálido y frágil conectado a los tubos, su cabello negro se notaba aún más negro comparada con su propia palidez y su piel tenía la apariencia de una hoja de papel salpicada de estrellas que podías romper en cualquier momento. El no había planeado eso, el odio que le tenía no era para llegar a eso, solo quería que se alejara de su hijo, solo quería que dejara en paz a Max pero el no era un asesino, no quería que Pérez muriera o que alguien resultará herido, pero las cosas casi nunca salían como uno las planeaba.

Daniel era un excelente peón cuando no perdía la razón, pero no podía culparlo, el amor es un sentimiento muy poderoso, el amor nos vuelve locos a todos.

El león estaba junto a él, sentado en un sillón rojo individual que habían colocado para las visitas y el había acomodado para estar de frente a la cama. Tenía la cabeza en el colchón y con su mano jugaba con el cabello del piloto inconsciente. Helmut no podía mirar, jamás había visto a Max con ese rostro inexpresivo,parecía que la vida se le estaba drenando y la imagen le causó un escalofrío, no pudo siquiera sostenerlo la mirada, los ojos de Max justo ahora eran solo azul gelido y cortante vacío.

Mi otro yo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora