Pelea

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El vuelo a México jamás había sido tan triste, no había tenido el valor de regresar a su departamento y saber que probablemente Máx lo estaría esperando ahí. No quería verlo a la cara y saber que había arruinado cualquier posibilidad de relación seria con él.

Max era un chico de 26 años, brillante y ganador, estaba seguro que cualquier omega que el quisiera correspondería sus sentimientos y se casarían en una boda grande y perfecta en Mónaco.
Seguro encontraría a alguien más joven que el mismo, más listo, que se llevara mejor con Lando y Dani, que entendiera el humor agrio, las rabietas y el mal carácter de Max de lo que el lo hacía , alguien que Jos quisiera, alguien sin problemas con Helmut Marco, que no fuera tan distraído y tonto, alguien que no estuviera tan rotó.

Era lo mejor para Max y quizá para si mismo también, el chico era una fantasía de cuentos de hadas, mil cosas los separaban y creía que solo el amor que le tenía los mantendría unidos, pero en eso como en todo se había equivocado. El carruaje se convirtió en calabaza demasiado rápido y aunque solo había sido una noche, llevaría los besos de su perfecto Max gravados para siempre.

El tiempo que durará necesitaba tener la mente enfocada en otra cosa que no sean los ojos azules de su Verstappen, necesitaba olvidar sus labios, su cabello y sus palabras … Dios, como lo extrañaba ahora mismo.
Se aferro al león de peluche en sus brazos, inhalando un aroma que ahora solo podría tener en sus sueños.
Ahora solo le restaba la soledad, quizá desaparecer unos meses y acostarse en su cuarto en Guadalajara le harían pensar que seguía a partir de ahora, ya no podría correr más, y tendría que entrar a terapia en algún momento.

El tiempo que durará necesitaba tener la mente enfocada en otra cosa que no sean los ojos azules de su Verstappen, necesitaba olvidar sus labios, su cabello y sus palabras … Dios, como lo extrañaba ahora mismo.
Se aferro al león de peluche en sus brazos, inhalando un aroma que ahora solo podría tener en sus sueños.

-¿un pañuelo? - pregunto Jo, su entrenador qué le tendió el trozo de papel y fue entonces que noto que estaba llorando de nuevo

No hubo ninguna pregunta de su amigo y lo agradecía mucho, se limitó a tomar lo ofrecido y secar sus lágrimas

La vida era terriblemente miserable ahora mismo y quería estar de nuevo en su casa para dejar pasar la tempestad de la ausencia de su holandés.

- en media hora estamos en Guadalajara, tal vez deberías cambiarte y lavarte la cara Checo
Le dijo para levantarse del asiento frente a el,
Checo se limitó a asentir y respirar hondo, el solo recuerdo de Max le calaba tan hondo qué las lágrimas salían solas y era algo que debía aprender a controlar.

No podía permitirse llegar así, no con Toño y Pao sus hermanos mayores y alfas con el sentido del olfato desarrollado rondando. Notarían de inmediato qué algo no andaba bien y no creía tener la fuerza para contarles, quizá nunca la tendría.

La noche en Guadalajara estaba fresca cuando el Jet aterrizó un poco después de lo planeado debido a que el parque de aterrizaje de la mansión estaba ocupado, Jo iba tras el con sus maletas mientras Checo cargaba su equipaje de mano y respiraba el aire de la noche tibia de su tierra oliendo a pasto verde del césped roseado y mirando las estrellas delante mientras guardaba su león de peluche en su maleta de mano, estar en casa siempre era un abrazo a su alma adolorida. Siempre había sido un curita a su corazón y su refugio de paz así que confiaba qué está vez no fuera diferente.

-esperaba aquí a Toño molestando - le dijo a Jo viendo la mansión Pérez con las luces encendidas al fondo del lugar que servía de residencia para la familia

-son las 9:45 pm quizá este durmiendo - le respondió Jo restándole importancia a la ausencia de la familia que recibían siempre al omega consentido con sonrisas y abrazos apenas aterrizaba

Mi otro yo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora