Una Amante

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Todo estaba ocurriendo demasiado lento. Desde que llegué a la morada de Nereo, reestablecer la relación con aquella mujer que es más digna que cualquier otra diosa, aunque no lo sea, a simple vista, te hace desearla para ser el único dueño de ella.

Su belleza es cosa de saber explicarla a detalle, en dos simples ámbitos desde hace más tiempo a la actualidad, como puedo describirla yo?
Puedes reconocer que es ella... Porque no hay una con su actitud, con ese tono de cabello tan natural, como el dorado palido como un semental dorado, sedoso, maleable, una longitud tan perfecta, como si tu mismo lo pudieses peinar, y cuando llega el viento, la brisa, se ondea con su brillo propio.

Sus ojos son tan maravillosos, que reflejan el azul del océano, de la tanzanita, incluso más, el zafiro, y esos labios, pueden verse el color durazno y crees que son una fruta que puedes comer, apetitosos a simple vista, cuando se enmarcan en una sonrisa, o en un pequeño enojo, la hace más hermosa.
Y su piel es suave al tacto, parece que tocas algodón y no podrías aburrirte de acariciarla todo el tiempo.
Un cuerpo envidiable, su cintura esta bien definida, no quiero parecer un pervertido, su busto está ajustado a mi preferencia, y parece ser cómodo...

Pero..

Cuándo pruebas el sabor de sus labios, es inexplicable, no quieres separarte de ellos, quieres seguir consumiendolos sin importar quien este presente, dejas de lado cualquier ambiente.

Y dicho esto, su voz tiene un tono relajado, de suavidad, dulzura, pasión quizá, no niego que sepa cantar, lo hace hermoso, es lo que más envuelve.

─ Señor.. Escuchó lo que le dije? -Proteo es tan inoportuno, siempre interfiriendo en mis pensamientos. ─ Se encuentra bien?

─ Que excusa tienes ahora para frenar mis pensamientos. -dije. Podría estar molesto, o quizás no. ─ Habla Proteo

─ Como usted ordenó, los preparativos para su boda se llevarán a cabo a la perfección. Pero...

─ Qué- dije en seco.

─ La señorita Deméter y Quione insisten en hablar con usted. -dejó caer una caja llena de sobres de cartas ─ Hemos echo hasta lo imposible para que ellas no pisen el Palacio. Me temo que insisten.

─ Sigan así. No me interesa saber de ellas. -fue la misma orden que desde hace años sigo manteniendo. ─ Solo llevó dos décadas, y así me pagan?

─ Hace trescientos años usted era un joven que recibía clases y entrenamiento por parte de los Titanes de los océanos. Y con honores ha logrado ser un gobernante modelo.

─ Seré apto de recibir a la señorita Anfitrite, como esposa?

─ Sí quiere clases de como ser un buen marido, podría ayudarle.

─ Yo nunca recibo ayuda de otros. No propongas ese tipo de cosas

─ Sabe que todo lo digo en buena intención. -dijo con un pequeño humor que se notaba en sus palabras. ─ Pero le aconsejó tener cuidado.

─ Me dices... A mí... Que tenga cuidado?

─ Usted es un Dios fuerte, capaz de protegerse a sí mismo. - aclaró, siempre denotando como los tonos de su voz cambiaban. ─ Me refiero a proteger a su prometida de cualquier Dios tramposo que quiera hacerle daño.

─ Te preocupas en vano Proteo. -me levanté de mí asiento. ─ Cuando prometo, no falto a mí palabra.

─ Aún así, mejor estar precavidos. -aseguró. ─ Un sin fin de enemigos vendrán con tal de que usted sea infeliz.

─ Nadie, le arrebata la felicidad al emperador de los mares -sentenció, siendo definitivo.

Me dispongo a caminar, con tal de no seguir con la conversación, tenía la idea de acudir con Anfitrite y conversar un momento.

𝑻𝒉𝒆 𝑻𝒚𝒓𝒂𝒏𝒕'𝒔 𝑾𝒊𝒇𝒆 || 𝐑𝐞𝐜𝐨𝐫𝐝 𝐎𝐟 𝐑𝐚𝐠𝐧𝐚𝐫𝐨𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora