Capítulo 3: Nara es un idiota... y me encanta.

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—Hola…

Esa voz irrumpe en mi soledad. Elevo mi mirada y él está ahí, no es capaz de darme un respiro.

—¿Qué quieres? —pregunto secamente, no tengo intenciones de detenerme y sostenerle una conversación.

—Perdón por lo del otro día… —dice y se para frente a mí con las manos guardadas en los bolsillos de su pantalón—. No era mi intención que las cosas terminaran así…

—No, lo mismo digo —contesto y sigo caminando de largo.

—¿Te gustaría… ir a cenar? —pregunta llevándose una mano a la nuca—. Te lo debo… y realmente quiero tener una cita normal contigo.

Detengo mi caminata y sonrío por su propuesta. Siento el calorcito de un sonrojo en mis mejillas, sus palabras me endulzan y caigo en ellas otra vez.

—Pero qué remedio… —murmuro sin poder dejar de sonreír.

Él se da la vuelta y me lleva a un restaurante bastante pintoresco. Tomamos asiento en un rincón, detrás de nosotros hay una ventana.

Mientras ordenamos nuestra comida y esperamos a que llegue nos ponemos a conversar y siento que me paso el mejor rato de mi vida. Estar aquí con él se siente especial, no es como si su compañía fuera una obligación o una manera de compensarme lo del otro día, sino que es algo que él genuinamente quería hacer conmigo y eso me pone muy feliz.

—¿Alguna vez te han dicho que tus ojos son hermosos? —comenta apoyando su cabeza sobre una de sus manos.

Su mirada me roba el aliento, es encantador.

—No, honestamente… —contesto tímida—. ¿Tú crees que son lindos?

—Me encantan. Brillan mucho —responde sonriéndome.

Yo me limito a sonreírle e intentar cambiar el tema.

—¿No sientes que hay algo vigilando lo que hacemos? —pregunto preocupada—. ¿O estoy siendo paranoica?

—No, yo también siento algo… —comenta mirando a su alrededor.

Su mirada se clava en la ventana y veo como frunce el entrecejo.

—Esos dos idiotas… —murmura. Realiza un ademán de muerte a quien sea que esté en la ventana.

Me doy la vuelta y me llevo la sorpresa de que sus dos compañeros de equipo están espiando nuestra cita. Frunzo el entrecejo yo también y con eso desaparecen lentamente de nuestras vistas, como haciendo de cuenta que nada pasó aquí.

—Lo lamento por eso, en serio —Se disculpa rascando su nuca—. Hablaré con ellos…

Yo empiezo a reírme, él se queda mirándome confundido, pero se suma a mí y me sonríe. Siento algo extraño en mi estómago… ¿mariposas? Tal vez, es como si fueran náuseas, pero no tan asquerosas, sino que más bonitas.

Al rato acabamos la cena y caminamos un rato por la aldea. Él me lleva de regreso a la posada en la que me hospedo usualmente en Konoha. Conversamos un poco más en la puerta de mi cuarto asignado, creo que ninguno de los dos quiere que se termine esta noche.

No sé cómo explicar esto que siento en el pecho, son unas ganas terribles de acercarme a él y darle un beso. Sus manos se acercan a las mías en un intento por tomarlas.

Desvío mi mirada avergonzada, pero él toma mi mentón y me obliga a mirarlo a los ojos. Un silencio aterrador nos envuelve, el calor se hace presente en mi rostro.

—¿Sí sabías que mis hermanos están en el cuarto de enfrente? —pregunto risueña.

—¿Y por qué no vamos adentro de tu cuarto para evitarlos? —contesta él con una sonrisa. Nuestros rostros arden como si de llamas de tratase.

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