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La cena siguió su curso con normalidad. Reímos, charlamos, bromeamos y sonreímos.

Me di cuenta que sería un recuerdo que me acompañaría hasta que perdiera la memoria. Uno de esos tantos que almacenaba en mi memoria.

Curiosamente, la mayoría de mis recuerdos eran bonitos, como si de alguna manera mi cabeza solo se quedara con los buenos momentos; los que en unos años, mirando atrás, me sacarían una sonrisa. Los demás, simplemente los borraba, o los dejaba tan escondidos que era imposible encontrarlos y recordarlos hasta que no hiciera un análisis total del momento en cuestión.

Me sentía tan feliz, plena y cómoda en este preciso momento, que no quise que acabara. Pero para bien o para mal, todo acaba. Y este momento no iba a ser menos. Al menos supe con certeza que lo recordaría por un largo tiempo.

- ¿Y los regalos para cuando? - preguntó un Pedri feliz.

- ¿Me has comprado un regalo? - contestó el cumpleañero en burla mientras reía y miraba a su amigo.

- Hombre pues claro hermano. No se cumplen dieciocho todos los años.

- Anda, iros al salón y sentaros en el sofá. Ahí estaréis más cómodos - dijo Belén mientras se levantaba y recogía algunos platos llevándolos a la cocina.

Todos hicieron caso y se dirigieron a donde habían estado sentados unas horas antes. Yo, en cambio, me levanté y me dispuse a ayudar a la madre de Gavi. De todas formas yo ya le había dado mi regalo el día anterior.

Hablando de ayer...

Callé mi mente al segundo eliminando cualquier intento de divulgar más de lo que ya había hecho en el acontecimiento de ayer tarde.

- Muchas gracias hija, pero no hacía falta. Ve con los demás que ya sigo yo, no te preocupes - dijo Belén cuando me vio entrar en la cocina con platos en mis manos.

- No te preocupes, así terminamos antes. Además, ya le di mi regalo, así que no pasa nada si me pierdo algunos, luego los veré.

- Sí, me lo enseñó Pablo - comenzó - Muchas gracias, ha sido un regalo muy especial. Pablo está encantado, no lo veía tan ilusionado con algo hace mucho tiempo.

- No hay de que. Me alegro que le haya gustado - dije - Sabía lo que os echaba de menos y supe que le gustaría tener algo que le recordara a vosotros.

- Eres un sol cariño - me contestó con una sonrisa. Ya habíamos dejado la última tanda de platos en la cocina y nos dispusimos a ir con el resto.

Me senté en el borde del sofá con Fermín a mi derecha. Vi que habían sentado a Gavi frente a nosotros en una silla mientras abría algunos regalos.

Realmente no eché demasiada cuenta en qué era lo que le regalaban, pero aún así no le quitaba la mirada de encima.

Estaba muy guapo y se le veía demasiado feliz. Hasta me atrevería a decir que le brillaban los ojos, y eso solo hacía que yo sonriera más.

Adoraba ver a la gente feliz, y más si estos formaban parte de mis seres queridos. Pablo se estaba convirtiendo en alguien más que de mis seres queridos, pero de eso no me daría cuenta hasta un tiempo más tarde.

- ¿Enserio? - preguntó el sevillano abriendo el que parecía el último regalo.

- Son la hostia hermano - dijo el onubense a mi derecha riéndose. Le había regalado unos calzoncillos de Superman.

- Hemos acertado de pleno con el regalo Fermín - dijo Ferran riéndose. Se ve que el regalo era cosa de los dos.

Gavi se reía tapándose la cara con su mano libre. Apostaba lo que fuera a que se esperaba cualquier regalo menos ese.

Mystery of love | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora