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5 meses. 5 meses y seis días llevaba en Barcelona y todavía no era capaz de  acostumbrarme del todo a mi vida aquí. 

Me encontraba en mi lugar favorito, la hípica. Resultaba que uno de los chicos que conocí en mi primera semana de clase también practicaba el deporte en el mismo lugar que yo, por lo que entablamos amistad rápidamente. 

Y hablando del rey de Roma...

- Hombre, si es mi dúo favorito - dijo apoyándose en la pared junto a la cuerda que ataba a al caballo que me encontraba cepillando. 

- Buenos días - dije, alargando las últimas dos vocales. 

- ¿Cómo están los cuerpos? - preguntó. 

Anoche había salido de fiesta junto al grupo de amigos de mi clase al que él pertenecía. Aquel del que le hablé a los chicos aquella vez. 

Bueno, la cosa es que, no sé cómo, acabé discutiendo con Pablo por teléfono. 

Llevábamos meses con la tontería que nos traíamos encima, tres meses y dos días para ser más exactos, y nada más había pasado. En ninguno de todos los posibles contextos. Nada.

Fermín seguía siendo el único que lo sabía, pero nadie más. Había veces que parecía que quería hacerlo oficial, pero el momento nunca llegaba y en cambio me mostraba actitudes que no tenían nada que ver con lo que me había mostrado en un inicio.

- Bien - contesté intentando evitar el tema. 

- Ale, sabes a lo que me refiero - dijo serio cruzándose de brazos. 

- Me prometió que vendría hoy - dije bajito sin querer mirarlo, pues estaba claro que no había cumplido su promesa. 

Escuché cómo Marc suspiraba y se recolocaba en su sitio.

- Ale... - comenzó, pero no lo dejé terminar. 

- No, Marc. Ahora no - me giré a él cansada - No quiero hablar de esto ahora, enserio. Estoy cansada del tema. 

- Vale, pero no dejes que te coma la cabeza. Habla con él y lo solucionáis, pero no le des más vueltas, por favor.

El castaño se acercó para rodearme con sus brazos y dejé mi cabeza apoyada sobre su hombro mientras cerraba los ojos y tomaba aire, intentado alejar, de nuevo, el tema de mi mente. 

Llevaba tiempo que no me dejaba descansar, pero después de lo de ayer, definitivamente se había apoderado de mi. No podía seguir así y lo sabía, pero me daba miedo tomar la decisión correcta porque sabía cual era, y no quería tomarla. 

- Anda, te acompaño a por las cosas, me has pillado amable, aprovéchate - me dio un leve empujón en el hombro y pusimos rumbo al guadarnés. 

Una vez todo estuvo listo, cada uno se montó en su caballo y se dirigió con su respectivo entrenador a pistas distintas. 

El entrenamiento aquel día no fue el mejor. Había estado a punto de caerme varias veces, no había saltado lo que debía por frenarme justo antes del salto y tenía la cabeza en otro sitio. 

Acaricié una vez más al caballo, pues la culpa no era suya, y me dirigí a darle un paseo mientras suspiraba. Una lágrima rebelde se escapó de mi ojo izquierdo y rápido la limpie intentando que nadie la viera. 

Os pensaréis que vaya cambio más drástico había dado mi vida, pero así era. Las personas cambian, supongo, y el Pablo de ahora no tenía nada que ver con el que conocí y besé aquel día en la playa. Y era un tema que me estaba superando, porque yo realmente no quería que él cambiara. 

Mystery of love | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora