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El tiempo pasó más rápido de lo que hubiera querido, al igual que mis primeras semanas de clase.

Si mal no calculaba, quedaban solo quince minutos para que el timbre sonase y fuera libre por todo un fin de semana. Había conocido a bastante gente estos primeros días, más de la que imaginaba, así que eso me tenía satisfecha.

Sumida en mis pensamientos, dejaba los minutos pasar. Al ser la primera semana, todavía no habíamos comenzado en ninguna materia a dar clase seriamente, por lo que me podía permitir más tranquilamente despistarme de lo que el profesor decía.

El timbre sonó despertándome de mi ensoñación, así que me puse a coger mis cosas y salir al pasillo. No me paré a hablar con nadie, solo quería llegar a casa lo antes posible. Estaba cansada y hacía mucha calor.

No pude evitar pensar en cómo hubiese sido todo si mi primera semana de clase hubiera vuelto a ser en Sevilla. Todo hubiera sido tan diferente que hasta cosquillas aparecían en mi estómago.

Saliendo por la puerta me despisté al ver un coche que me sonaba, pero no era posible que fuera quién estaba pensando. Por ningún lado vi al de mi padre, quién se suponía que me estaría esperando como de costumbre.

Recibí una llamada que acepté al momento mientras seguía mirando a mi alrededor.

- Dime, Pablo - dije al descolgar.

- Hazme el favor de dejar de hacerte la loca y ven ya - contestó.

- ¿Qué dices? - fruncí el ceño y mi vista se posó, involuntariamente, en el coche que anteriormente me había parecido familiar.

La ventanilla de este se bajó y un brazo salió por ella agitándose.

- ¿Nos ves ya? - preguntó y no recibió respuesta - Venga ya Ale, si te tengo enfrente.

Seguí sin responder y me acerqué al coche con duda y nervios creciendo dentro de mi.

Una vez estuve lo suficientemente cerca, vi, a través de la ventanilla bajada, a mis dos chicos favoritos.

- Ya era hora - dijo Pablo mirándome con una sonrisa.

- ¿Qué hacéis aquí? - dije sonriendo como una niña pequeña.

- Venimos a por usted, su majestad - contestó Fermín desde el asiento de conductor.

- ¿Y mi padre? - volví a recordar - ¿Lo habéis visto? Debería de estar por aquí.

- No te preocupes por eso, todo controlado.

Volví a fruncir el ceño sin entender a lo que se refería.

- Venga, las preguntas para luego - dijo el sevillano - Sube al coche ya, antes de que alguien se de cuenta de quiénes somos y no podamos salir.

Obedecí a lo que dijo y me subí en el asiento trasero, dejando mi mochila en el suelo y atándome mi pelo rubio suelto en una trenza. Por lo menos tenían puesto el aire acondicionado.

Estaba muy contenta, hacia una semana que no los veía y que hubieran venido a recogerme me había puesto muy feliz.

- ¿Qué tal el día? - comenzó el rubio mientras conducía - Venga, ponnos al día que hace tiempo que no nos vemos.

- Nada muy interesante - dije - No hemos empezados del todo las clases todavía. A los profesores todavía no los conozco en su mayoría, y el instituto es parecido al de Sevilla.

Había tenido la suerte, por llamarlo de alguna manera, de que el instituto en le que estaba en Sevilla tuviera uno aquí en Barcelona, por lo que no tuve que ponerme a buscar alguno nuevo y echar inscripción, simplemente solicité el traslado y lo aceptaron.

Mystery of love | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora