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El partido contra Japón había sido un descontrol total. Acabamos perdiendo de manera injusta por culpa de los árbitros una vez más; a veces parecía que éramos otra más de las selecciones odiadas por parte del staff.

Y no me hagas hablar más de la cuenta de los árbitros...

Pero no todo fue tan malo. Gracias al resultado que tuvo Alemania conseguimos clasificarnos para octavos de final del mundial, lo que nos hacía tener que enfrentarnos contra Marruecos; y hoy era el día.

Fermín había decidido venir a casa a repetir el plan que tuvimos a penas hace unos días. No pensaba quedarse hasta tarde pues al día siguiente yo tenía un concurso, por lo que debía de levantarme pronto y descansar lo mejor posible.

Esperemos que el partido no me deje muy sofocada.

Todavía no eran competiciones muy exigentes ni importantes, antes debía de federarme en el deporte para llegar a tal punto, pero era lo suficiente significativo como para poder faltar mañana a clase y sea justificado por deportista profesional.

Lo que me dejaba con una ilusión y unos nervios notablemente excesivos. El concurso solo consistía en el recorrido del día de mañana, y se celebraba en mi hípica, pero era el segundo al que asistía y esta vez todo era distinto.

Mis contrincantes ya no serían compañeros míos de la escuela, si no que eran personas de todas las edades que buscaban hacerse un hueco en este mundo del deporte, al igual que yo. Futuras estrellas de la competición profesional.

El timbre sonó haciendo que saliera de mis pensamientos al instante y dejara los nervios a un lado, ahora eran innecesarios. En su lugar los sustituí por los del partido de hoy.

Debíamos ganar sí o sí. Y lo haríamos, confiaba en mi selección.

- Hola rubita - me saludó mi mejor amigo con un abrazo y una sonrisa.

- Hola - dije entre sus brazos alargando la última vocal.

Entramos en casa y dejé la bolsa que traía el onubense en la cocina mientras él saludaba a mi padre. Daba igual las veces que se lo negara, él nunca se aparecía en mi casa con las manos vacías.

Miré dentro de la bolsa achinando mis ojos descubriendo que había traído palomitas.

- ¡Qué rico Fermín! - dije sacándolas con ilusión - ¡Voy a hacerlas ya!

Escuché a ambos reír mientras me disponía a cocinarlas en el microondas a la vez que charlaba con mi madre, quién se estaba preparando para irse a cenar con sus amigas. Ella no era mucho de fútbol, incluso prefería estar lejos de la casa en los partidos importantes.

- Me voy ya - dijo dejando un beso en mi cabeza - Suerte - le gritó con gracia a los dos hombres que conversaban en el sofá del salón.

- Gracias Sofía, que tenga buena noche - escuché decir a mi amigo, haciéndome reír por la forma en la que se dirigía a ella.

Puse las palomitas en cuencos una vez estuvieron hechas y llamé al rubio para que me ayudara a llevarlas. Había traído demasiadas, y yo, como una adicta que soy a estas cosas, las había hecho todas. Por lo que sobre la encimera de la cocina se encontraban cinco cuencos pequeñitos hasta arriba de palomitas.

- ¿Puedes con tres? - le pregunté agarrando un par.

- Sí.

Los dejamos en la mesita del salón frente a mi padre, quién se encontraba buscando el canal en el que echaban el partido.

Noventa minutos más tarde el partido se iba a prórroga dejando sensaciones contradictorias en nosotros. Pero había que seguir confiando, teníamos que ganar.

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⏰ Última actualización: Oct 15 ⏰

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Mystery of love | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora