La musa de tus mentiras

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No hay receta para ocultar esta desgracia, una luciérnaga que se apaga. Las mentiras se esparcen en mis tripas. La tentación de abrazar los brazos ajenos palpita entre su corazón y el pecho.

Los pájaros ya han concluido su espectáculo, los telones se cierran y los chicos despiertan de un sueño, bostezan interminablemente su ganas de soñar.

—Buenos días Ouma-Kun —Sonreía Saihara sin desvanecer aquel brillo que no tiene nombre mas que el de la obsesión.

—Buenos días Saihara-chan —Talla sus cansados parpados Ouma para asegurándose de no volver a caer dormido.

No habían preocupaciones o gritos ahuyentadores, solo están ellos y su incesante amor de adolescentes.  Hechos de sangre y entrelazados por sus quebrantables huesos; así lucían los chicos que aun no podían admitir su amor lo suficientemente alto como para que las nubes los escuchen.

El tiempo permanece intacto como los fantasmas entre una multitud en un constante movimiento. Los nervios exploran desde su cabeza hasta las puntas de los dedos, odiando y adorando a la vez el tan solo encontrarse ahí.

—Tienes unos ojos muy lindos, Ouma-kun —Alaba Saihara cada vez aferrándose mas al la irreal fantasía egoísta que aquellos cálidos ojos violetas solo lo miraran a el con cierta exclusividad.

El irregular alago tomo de sorpresa a la decadente dopamina que casi de inmediato lo obligo a sonreír como un tonto tomate sin limites ala hora para llegar al rojo intenso.

—¿Enserio lo crees? Ouma emboza una sonrisa tierna y tirada como una babosa, el amor hace facciones tan peculiares como si de una clase de droga se tratase. 

—Oh, por supuesto que lo creo —Suspira dulcemente el peliazul, sin embargo sus pensamientos son sumamente gráficos y obscenos que me niego a describirlos de cualquier manera. Simplemente tan maligno que resulta escalofriante de ver (Afortunadamente nadie puede observar aquellos pensamientos).

Tal vez hubiera resultado mas prudente detenerse a pensar si al final su corazón permanecería en su interior o por lo contrario; si su acompañante se lo comería, pero ahora mismo eso no importaba pues el instinto natural de buscar amor manejaba mejor su cabeza que su propio cerebro.

—¿Te parece bien que vaya por un poco de comida? — Pregunta Saihara esperando de alguna forma de sacar los elogios dignos de cualquier platillo que pudiera cocinar.

Kokichi asiente con la cabeza mientras intenta alivianar sus pensamientos llenos del pequeña satisfacción producida artificialmente. Al tener una respuesta vaga pero afirmadora simplemente continuo con su camino por la puerta de su habitación, si Kokichi lo pedía el correría hasta el fin del mundo.

Para ser honestos esta era la primera vez que invitaba a alguien a su residencia. Nunca le había agrado tener a alguien en aquellas paredes especialmente dedicadas a el y sus características fijaciones. 

La habitación estaba repleta de cosas poco coherentes en ocasiones: Habían figuras en los estantes, peluches escondidos debajo de la cama y por supuesto posters cubriendo los espacios en blanco. En pocas palabras, la habitación de un pequeño perdedor, dicho espacio es un lugar con una esencia tan singular que nunca se permitiría que alguien mas haya de el pueda verla, pero Kokichi esta ahí y el es una enorme excepción a esa regla.

Con latidos irregulares sus pasos suaves destacaban entre la crujiente madera, observaba aquellos dibujos esparcidos entre la tranquilidad que emanaba el gran escritorio de madera.

Aun cuando habían diferentes dibujos que llamaban su atención por sus distinguidas paletas de colores o formas abstractas por doquier, había uno en particular que se llevaba toda su atención. Un dibujo de Kokichi, al cual no encontraría las palabras adecuadas ni en un millón de años pues nada se acerca a la explosión que sintió dentro de su pecho.

Un sentimiento que se siente como un error, tan peculiar como una radio en silencio. Tomo lentamente aquella hoja ligeramente arrugada en sus  manos, experimentaba el gusto de hallarse reflejado en una pequeña obra de arte, tal y como una musa.

Por lo que parece un instante el reloj aparentaba detenerse, Saihara se encontraba entre el marco de la puerta sin tener idea de que decir. En el fondo se detestaba por ser tan imprudente al guardar aquel dibujo.

—. . .¿Me dibujaste? —Pregunto Kokichi como si la respuesta no fuera lo bastante obvia.

Saihara reclino su cabeza apoyándola en la rígida madera del margen de la puerta,  sin encontrar verdaderamente una respuesta que fuera tan liviana como deseaba soltar. Pobremente asiente con la cabeza.

—Tu arte es hermoso —Ouma sonríe levemente mientras dejaba la joya que vale decir que le produjo un hermoso burbujeo de mariposas—. Gracias Susurra sin terminar de sentirse merecedor.

 —No, gracias a ti por ser mi musa —Saihara responde casi olvidándose de lo terriblemente cursi que sonaba, pero no importaba pues a Kokichi eso le gustaba.


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⏰ Última actualización: Feb 14 ⏰

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ᴛᴇɴɢᴏ ᴜɴ ᴀᴄᴏꜱᴀᴅᴏʀ - ꜱᴀɪᴏᴜᴍᴀ ᴘʀᴇɢᴀᴍᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora