Jungkook estaba adolorido. Sentía que el hombro izquierdo le iba a explotar por el ardor, su espalda, recargada en una fría pared, crujía por la mala posición y las piernas le temblaban por el cansancio, por no mencionar que su trasero le incomodaba. Casi podía jurar que un tren lo había arrollado, de no ser que en realidad estaba vivo y con el corazón latiéndole con insistencia dentro de su pecho debido a la emoción que no debía estar sintiendo.
Minutos atrás había despertado de golpe, acalorado de pronto por culpa de su lobo que seguía en celo y con un fuerte dolor en la clavícula; había abierto los ojos tratando de entender dónde estaba, su mente había estado nublada, sin recuerdos del día anterior, hasta que de pronto lo vio. El coronel Kim estaba profundamente dormido en su forma lobuna. Y no era que le pareciera tierno verlo en esa forma lo que aceleraba su pulso, sino que lo que lo había llevado al límite había sido que se encontraba dormido, sí, pero entre sus piernas, completamente perdido con las patitas hacia arriba. Respiraba tranquilo, con sus pelitos aplastados contra su piel y moviendo su colita lentamente, como si estuviera soñando.
Jungkook había considerado levantarse suavemente para buscar su ropa, se sentía vulnerable así de desnudo, pero su lobo le había dicho que no. Que dejara al hombre dormir un poco más. Así que en lugar de alejarse pasó sus pequeños dedos entre las orejas del lobo y comenzó a acariciarlo cariñosamente. Ahora que se sentía vivamente despierto había recordado como el hombre le había hecho el amor. Primero dominante, mordiéndolo por todas partes y dejando sus marcas, después cariñoso, repartiendo besos sobre sus heridas, como si con eso quisiera sanarlas de golpe. Casi como si se disculpara de algo, pese a que Jungkook sabía bien que no era su culpa haber terminado así de lastimado.
“Alfas”, pensaba. Siempre echándose la responsabilidad de proteger a los omegas, cuando la realidad era que se trataban de un equipo. No importaba la condición, como seres vivos que eran tenían la obligación de cuidarse y respetarse entre ellos, alfas y omegas. Pero la mayoría parecía no comprenderlo y por eso estaban en esa guerra inútil.
Ahora seguía ahí echado, con el animal dormitando encima de él mientras éste gruñía por lo bajo en un espeso sueño, siendo acariciado detrás de sus orejitas a la par que él se deleitaba de su curioso aroma a vodka y menta. Deseando embriagarse un poquito más con el mismo. Ya tendría tiempo para pensar en Jungkook, en Dahyun y en la guerra, tan sólo añoraba quererlo un poquito más. Al menos por unos minutos.
“Enamórate de él”, le ordenó su lobo interior.
Pero él no estaba tan seguro. No habiendo tanto detrás. No cuando muchas decisiones ya estaban tomadas. Así que al menos ese día dejaría todo aparte y permitiría que su lobo estuviera tranquilo sosteniendo al hombre que deseaba. Lamentablemente, unos minutos después, el Coronel Kim comenzó a removerse entre sus piernas y poco a poco fue tomando su forma humana, desnudo y desaliñado, tratando de abrir por completo los ojos que se negaban a obedecerlo.
—Muy buenos días, cabo—. Dijo con la voz ronca mientras sacudía su cabello. Jungkook no hizo nada por dejar de mirarlo, sintiéndose cálido y feliz por la escena tan tierna. Sin duda, el coronel era alguien muy dulce cuando no estaba a la defensiva.
—Buen día, Coronel Kim… —Respondió acercándole la camisa para que comenzara a vestirse. El alfa obedeció la sugerencia para después buscar dentro de su mochila una botella y un cepillo de dientes.
—Me gusta cuidar mis colmillos—Dijo sonriente empezando a cepillar sus dientes cuando notó la curiosa mirad del chico sobre él—. Creo que tú y yo debemosh hablar de muchash cosas.
Jungkook imitó las acciones del Coronel, jalando su ropa y tomando las cosas para limpiarse los dientes, todo sin quitarle la vista de encima ni un segundo. En la noche había estado muy mimoso, pero ahora consciente, no sabía si estaría lo suficientemente molesto como para castigarlo por haber mentido. No debía bajar la guardia bajo ninguna circunstancia, aún si el hombre se encontrara metiendo y sacando el cepillo de su boca con exagerada lentitud.
—¿Qué está haciendo? —Preguntó apenado y molesto. Estaba consciente de las artimañas de su mayor, pero su maldito lobo lujurioso había despertado y comenzaba a exigir caricias.
El coronel sonrió y se enjuagó antes de responder, escupiendo en una esquina del lugar. Tenía cierto aire de auto-suficiencia y con cada minuto que pasaba comenzaba a tomar su aspecto imponente de siempre.
—Me lavaba los dientes, ¿por qué? ¿Acaso estaba imaginando otra cosa? —El hombre entrecerró sus ojos con fingida sorpresa— Pero que cabo tan sucio es.
Jungkook quería morderlo con fuerza. Irritado, terminó de limpiarse y se levantó semi desnudo. El alfa pronto dirigió su vista hacia sus piernas bien contorneadas.
—¿Imaginar? Más bien recordaba como usted anoche lamía ciertas partes de mi cuerpo que no volverá a tocar nunca más.
El coronel borró poco a poco la sonrisa divertida que tenía y en su lugar relamió sus labios sintiendo que su lobo lo mataba por dentro. No debía ser un tonto, estaba de acuerdo en que aquello no debía repetirse. Él estaba comprometido, no debía andar en amoríos fugaces de guerra. Además, había algo más importante que atender.
—Así que omega, ¿eh?
Jungkook se agachó para tomar su pantalón y comenzó a ponérselo con suavidad. Para su vergüenza, cada roce lo volvía loco. Su cuerpo necesitaba atención, y el que el Coronel no lo dejara de ver lo sumía en un deseo desesperado de excitación. Aun así, no permitiría que su necesidad lo doblegara.
—Omega, señor, ¿hay algún problema?
El coronel se acomodó el cabello hacia atrás y sonrió con un fuerte “ja”. No entendía porqué se sentía molesto por la razones equivocadas, pues no era la mentira lo que le preocupaba.
— Estuvieron a punto de marcarlo más de tres veces, ¿eso no significa algún problema para usted?
—Pues sí, a decir verdad, ¿pero eso a usted qué? Es mi maldito cuello, no el suyo.
—Aghh— Taehyung quería matarlo, jalar de su cabello hacia atrás y someterlo en el piso—. Es un maldito subnormal, ¿qué pasa con las leyes de la manada? Los omegas no pueden entrar en combate.
— ¿Y por qué no? Hasta donde sé llevo bastantes días en combate y sigo aquí.
—¿Y cuántas veces lo he salvado?
Jungkook sonrió y se acercó a su mayor con pasos pausados, pero firmes.
—¿Y cuántas no? Además, yo lo salvé la última vez, ¿o me equivoco?
El coronel bufó irritado viendo al chico acercarse, así que decidido a no dejarse intimidar, redujo también la distancia y subió la mano hasta los hombros de su subordinado.
—¿Me querías salvar a mi o al soldado Yeom? —De repente una oleada de rabia lo cubrió por completo. Ahora que sabía que Jungkook era un omega podía comprender la relación entre esos dos y la completa adoración del uno por el otro. Era fácil deducir que el omega había ido en búsqueda de Yeom simplemente por una tonta idea vaga del amor.
—Y eso le molesta, ¿por qué…? Es normal que desee salvar a quien pretendo que me marque.
Sobre su cadáver.
—Ja, ¿de verdad sigues con eso? No creo que esté muy contento de que alguien más haya ayudado a su omega con su celo.
—Tampoco creo que la señorita Dahyun esté feliz de lo que hizo, ¿o esperaba que me quedara callado si usted habla? Y por favor, quíteme la mano de encima.
El coronel Kim abrió por completo los ojos cuando notó que lo que el cabo decía era verdad. Su cuerpo traicionero lo había hecho llevar su mano hasta el cuello del menor para acariciarlo con los dedos. Un gesto distraído, pero placentero. Con pesar, alejó su extremidad y sonrió cínico.
—Creo que como omega es más irrespetuoso de lo normal, cabo, admiro sus agallas, pero lamento su estupidez. La verdad sea dicha, sigo siendo su mayor al mando y si vuelve a rezongarme de alguna forma tendré que castigarlo como lo haría con cualquier otro alfa, ¿quiere igualdad? Igualdad tendrá, ahora arregle las cosas que partimos en cinco.
Jungkook se mordió la lengua para no soltar la sarta de groserías que deseaba decir moviendo su cabeza ligeramente hacia la derecha.
—Sí, señor—. Porque no le daría el lujo a nadie de que lo vieran tragarse su orgullo. Con prisa levantó las cosas y tragó un par de supresores de golpe para después salir en menos de tres minutos. El coronel Kim comenzó a avanzar, dispuesto a no voltear ni una vez.
O ese era el supuesto plan.
Continuaron viajando sin dirigirse la palabra por alrededor de tres horas. El sol por fin había llegado a su punto más alto, pero el ambiente era diferente a una cálida mañana; en realidad había neblina y hacía frío, lo cual era genial para el omega que luchaba contra su celo, pero el escenario era tan tétrico que casi podían sentir que un animal saldría en cualquier momento para devorarlos. Si bien les iba.
Cerca del pequeño arroyo que seguían cuesta abajo estaba una base enemiga, tal vez un kilómetro hacia el oeste, tal vez menos, el teniente Jungkook les había advertido que tuvieran mucho cuidado, que eran hombres salvajes y que, si bien eran pocos, ellos siendo dos no podrían sobrevivir a un enfrentamiento armado. Así que procuraban caminar siendo sigilosos, agudizando sus oídos cada que un ruido extraño los alertaba. Llevaban sus armas a la mano y sin seguro, preparados para cualquier evento peligroso que pudiera alcanzarlos.
Jungkook se sentía algo indefenso sólo por estar en esos días terribles; conscientemente entendía que tenía distintas habilidades que lo salvarían, pero su lado emocional pedía acurrucarse bajo los blancos y fuertes brazos del alfa más cercano. Aún así, trataba de ocultarlo bajo un gesto sombrío. Asimismo, el coronel Kim estaba ansioso. Había dicho que trataría a su cabo como su igual, que sería rudo y cruel con él, pero ya no podía, ahora que sabía que era un omega su estúpido instinto le ordenaba que lo cuidara y lo alejara de cualquier peligro.
Tampoco ayudaba para nada el que tuviera su aroma a mirra impregnado en su piel.
Decidiendo que ya habían pasado el peligro, Taehyung se detuvo a descansar un par de horas más tarde bajo un gran árbol de tronco ancho. El cabo Jeonlo siguió, sentándose de inmediato sobre una roca plana para poder estirar sus piernas adoloridas. Un gesto de alivio lo inundó y soltó un casi imperceptible suspiro. Se veía cansando, muy lastimado, pero había algo en él que indicaba que en realidad estaba pleno. Bien follado, solía decir él. Así que, con más ánimos, habló por primera vez en horas.
—¿Le duele sentarse? —Podía ser preocupación lo que se oía en su voz, pero Jungkook sospechaba que era una siniestra alegría de saberse culpable.
—No, no hizo las cosas bien, señor.
El alfa sonrió juguetón.
—Si tanto lo lamenta podría hacértelo mejor.
—No, gracias, no necesito a hombres casados. Tengo el propio.
—Oh ¿Yeom está casado? —El peliplateado enarcó una ceja burlándose de la poca claridad en las oraciones de su nervioso cabo.
Jungkook se sonrojó.
—Lo estará conmigo, ¿qué le pasa? Me está cansando.
—Y todavía no he empezado, debo ser bastante bueno.
El omega mermó su enojo al escucharlo y en su lugar llevó las comisuras de sus labios hacia arriba. Admitía que era divertido pasar tiempo con él. Era odioso, pero su sentido del humor empezaba a gustarle.
—Tengo hambre— cambió el tema de pronto—, ¿puedo pescar? Creo que podría haber salmones.
—No.
—¿Por qué no? —preguntó irritado de nuevo.
—No hagamos más ruido del necesario, usted es torpe por naturaleza, se tropieza con todo y no tengo ganas de salvarlo de ahogarse, a mi lobo no le gusta mojarse el pelaje. A veces se esponja.
—Oh por Dios… —Jungkook se llevó una mano al pecho. El coronel le parecía cada vez más adorable. Quería acariciarle debajo del mentón y llenarlo de mimos. Atribuirle un apodo cursi y después besarlo mucho… en todas partes.
—Calculo que llegaremos mañana en la tarde, hasta entonces sería bueno sobrevivir con lo que tenemos, ¿aún guarda su ración de galletas? —Jungkook asintió y sacó de su mochila un par de paquetes —pues coma, la noche no tarda en llegar.
El soldado Jeonasintió en silencio y abrió con suavidad el paquete para comenzar a comer. Era delicado en sus movimientos, llevando cada galleta con lentitud hasta su boca y masticando quedito, tratando de alargar la alegría de por fin comer. Taehyung le había dicho, mientras descansaba sus heridas junto a él, que debía de disfrutar de cada bocado como si fuera el último ya que no sabía si lo era. Así que eso hacía. Había adquirido la costumbre de atesorar cada sabor que llevaba a sus labios y procuraba recordarlo, por si nunca más volvía a sentirlo.
El cielo adquiría tonalidades rojizas, pero en el fondo del bosque predominaba un verde azulado que asustaba. Poco a pocos los animales se movían hacia sus refugios, lo que hizo que Jungkook se cuestionara si ellos también tendrían que buscar un sitio donde pasar la noche o si tendrían que dormir a la intemperie.
—Señor… —Habló por lo bajo, guardando recelosamente en su mano la última galleta. El coronel Kim tan solo había mordido una y mantenía el resto en su envoltura— ¿Viajaremos de noche?
—Sería lo ideal, pero debemos descansar un par de horas. Necesitamos energía para lo que se ofrezca… —El hombre guardó silencio un par de segundos y miró el piso para después esbozar un sonrisa triste— ¿Usted fuma, cabo?
—No… Yugyeom intentó enseñarme, pero nunca pude superar los ataques de tos.
—Lo imaginaba, no tiene la pinta de fumador— suspiró, imaginando lo amargo del tabaco en su boca—, yo daría cualquier cosa por probar uno en estos momentos. Cuando la guerra acabe compraré la primera cajetilla que encuentre.
—Creí que en el ejército había cajetillas por doquier, ya sabe, eso dicen los rumores.
Taehyung sonrió y levantó la mirada hacia Jungkook. Tenía las mejillas un poco infladas y masticaba lentamente con sus ojitos bien abiertos, viéndolo sólo a él. El viento vespertino sacudía su cabello con parsimonia y la luz azul hacía que su piel luciera suave y digna de acariciarse.
“Haz que se enamore de ti”. Su lobo era insistente. Cada que percibía un poco de su aroma comenzaba a exigirle cosas irracionales, como que lo tomara ahí mismo y lo marcara, que se lo llevara lejos, que olvidara la guerra y que lo volviera loco. Pero cuando estaba a punto de ceder de nuevo a sus deseos una voz distinta le preguntaba por Dahyun. Por mucho que supiera que su novia no se enteraría de su desliz, se sentía culpable. No podía tirar años de relación por una simple atracción.
—¿Señor? ¿Me está escuchando? —La voz de su menor lo regresó a la realidad. El chico se encontraba a poca distancia de él y lo miraba netamente preocupado.
—¿Podría repetirlo?
—Le decía que prometo conseguirle un par de cigarros en cuanto pueda, sé que Taehyung guarda unos que recogió de un soldado caído, son de sabores, pero podrían funcionar.
—¿Sabores?
El coronel Kim se mordió el labio fijando su vista en los labios del castaño. Eran gorditos y pequeños, y podía recordar la ferocidad con la que los había besado la última vez, rozando con su lengua cada centímetro, probándolos. Dulce, como toda su piel.
“Haz que se enamore de ti”, le repitió su lobo, “o enamórate de él”.
Sus pupilas se agrandaron de un momento a otro, visualizando a su presa inocente que ahora se relamía los labios también.
—Sí… sabores, vainilla, mirra…
—¿Mirra? —Moviéndose un poco, llevó su mano hasta la mejilla del chico y lo acarició con delicadeza. Éste pronto se estremeció al tacto y soltó una oleada de feromonas.
—¿No le gusta la mirra, señor…?
—Sí, es algo…—Al diablo con todo— adictiva.
El coronel Kim juntó sus labios con los de Jungkook sucumbiendo al deseo implícito entre ambos. No podía recordar porqué aquello debía estar mal. Su lengua había recorrido un camino suave hacia la de su cabo y se entrelazaba con ella con suavidad, explorando y regalando placer. Pronto una serie de chasquidos y gemidos bajos se produjo de ambas gargantas, sin un dueño fijo. Jungkook pasó los brazos por el cuello de su mayor y lo atrajo más hacia su cuerpo. Podía sentir la calentura de sus pieles y sus corazones alborotados, como si fueran uno solo, como si estuviera acostumbrado a ellos; y su cuerpo ansiaba algo que sentía suyo por derecho natural.
Los dos se movían con calma, mordiéndose de vez en cuando y riendo cómplices cuando por error sus dientes chocaban. Los minutos podían pasar con prisa o con lentitud, pero ellos siguieron besándose sin importarle si el enemigo los encontraba. Si los mataban que fuera ahí mismo, pero juntos. Finalmente, Jungkook bajó sus brazos y suspiró entrecortadamente cuando al abrir los ojos se encontró con los del Coronel, quien lo observaba embelesado. El hombre acarició cariñosamente su cachete con el pulgar y dio un último beso en su labio inferior.
—Señor… ¿deberíamos buscar donde dormir? —Jungkook preguntó casi en un susurro y volvió a cerrar los ojos al sentir como el alfa bajaba con besos por su quijada. El alfa contestó con un simple “ajá”.
El tiempo en que recogieron sus mochilas y desaparecieron las pistas de haber estado ahí fue increíblemente veloz. Pronto ya estaban dentro de una pequeña cueva en la que aparentemente algún animal había estado antes. El alfa cerró con un tronco que encontró en el camino y en cuanto terminó corrió hacia su cabo que lo esperaba recargado en una esquina del lugar.
—Haz que pare, por favor—. Dijo volviéndolo a besar, sentándolo en sus piernas y acariciando su espalda con cariño. Jungkook negó, pero respondió al beso con insistencia. Una vez más su lobo estaba al mando. Su celo más fuerte que nunca.
—Si pudiera lo haría… tú simplemente hazlo por favor, Taehyung , tómame de nuevo.
Que los perdonara la Luna y el resto del mundo, pero esa noche volvieron a unir sus cuerpos y a sus lobos. Al menos ese día querían disfrutar de lo que al siguiente tendrían que dejar.
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Muestrame la pancita [Taekook] [Adap]
FanficEl coronel Kim Taehyung no podía estar enamorado de otro alfa, por supuesto que no, él no se convertiría en un delta por culpa de uno de sus subordinados, mucho menos por Jeon Jungkook, pero, ¿Por qué demonios su lobo tenía tantas ganas de enseñarle...