🐾TRES🐾

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Decir que el entrenamiento fue una tortura sería un eufemismo. A decir verdad, Jungkook jamás en su vida había hecho tanto ejercicio como en esa mañana calurosa. Su cruel coronel lo había obligado a hacer incluso el doble de repeticiones que, al resto de los soldados, respaldándose con el argumento de que si quería continuar con ellos debía demostrar su valor.

¿Demostrar su valor? Jungkook quería gritarle en la cara que nadie podía ser más valiente que él. Que había dejado atrás su seguro hogar para involucrarse en la cruel guerra, que se estaba haciendo pasar por un alfa arriesgándose no sólo a ser encarcelado sino a ser marcado por cualquier salvaje y también, que para no tener entrenamiento, había matado a un hombre y medio.

Pero no podía.

Porque de hacerlo todo su plan se iría a la basura y no volvería a ver a Yugyeom. Además, ser testigo de la muerte de tantas personas habría sido en vano y regresaría a su hogar como alguien derrotado. Lleno de coraje, se decidió por no quejarse para continuar. No le daría el gusto a ese tirano de verlo ceder, aún cuando su lobo deseara mostrarle el cuello y dejarse morder. En serio, ¿qué estaba mal con él? Sí, lo había ayudado en su celo, pero no por eso debía sentirse tan atraído.

—¿Qué tanto me mira, cabo? —La voz del Coronel Kim sonó fuerte y clara por toda la cafetería.

Al parecer el estar pensando tanto en él lo había hecho mirarlo sin darse cuenta de que lo hacía. Sonrojándose por sentirse expuesto, carraspeó y desvió su mirada a su plato relleno de algún puré desconocido.

La hora de la cena había pasado una hora atrás, pero el Coronel lo había obligado a quedarse más tiempo que el resto para guardar el equipo que habían utilizado. Ahora, se encontraba comiendo restos sin ninguna otra compañía más que la del cocinero y él.

—Usted tiene muy alto el ego, señor—contestó decidiendo que no se dejaría intimidar y se llevó a la boca una cucharada de su extraño platillo.

Kim sonrió con sorna, claramente divertido por la respuesta.

—Sí lo tengo, gano bien, soy un gran estratega, un alfa digno y sé que soy guapo, entendería el porqué me ha estado viendo desde hace rato.

—¿Entonces para qué pregunta, señor? —Jungkook giró los ojos algo exasperado por la actitud altiva del sujeto, pero sonrió cuando algo cruzó por su mente. Jugaría con su orgullo—. Creo que incluso atrae a otros alfas, ¿no es así?

El coronel Kim dejó atrás su gesto ganador y se mostró serio. Claramente molesto por haber mencionado indirectamente su encuentro sexual de la noche pasada, ese que deseaba no recordar.

—¿Pretende convertirse en un delta, acaso?

—No, señor, ¿usted sí?

Lo siguiente que Jungkook supo fue que el hombre lo había obligado a hacer cincuenta sentadillas en ese instante sin importarle que acabara de comer. De más está decir que terminó vomitando todo lo que había llevado en el estómago y sintiéndose mal por el resto de la tarde. Al menos hasta que tuvo que regresar a la tienda de campaña que compartían y donde volvieron a encontrarse.

El coronel Kim observaba fijamente, acostado en su bolsa para dormir, el dije de ágata que su novia le había regalado antes de partir. Si ganaba la guerra él debía ir a regresárselo como fruto de su amor inquebrantable. Ese era el trato. Había pasado dos largos años cortejándola y ganándose a sus padres con la intención de que en un futuro pudieran casarse. Para un hombre como Taehyung ninguna otra persona se comparaba con su hermosa Dahyun. Era una omega presentable, de buena familia y con muy buen sentido del humor. Lo que él siempre había buscado.

Muestrame la pancita [Taekook] [Adap]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora