𝕀𝕀

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No logró soportarlo.
Quién creería que estar en uno de los lugares turísticos más conocidos y pintorescos se transformaría en una de las experiencias más fétidas que el pelinegro haya vivido. Experimentando dolor por nimiedades; angustia por caminar en zonas donde había estado o a los que planeaba ir en compañía del asiático; desagrado por su propia reacción ante los hechos. Ni siquiera tenía a un estúpido Scott hablando de algún juego de la compañía de Nintendo.

Todo eso y su corazón que no volvía a ser el mismo lo llevaron a regresar a Toronto una semana antes de lo que había planificado, encontrándose con la maravillosa noticia de que el adulto de 23 años se iría de casa.

«Con que por fin me deshago de ti.» Pensaba decir, pero su mente no estaba tan clara y tranquila como solía estarlo; y fue invadido por un prematuro sentimiento de soledad. —Oh... —Soltó en respuesta de la primicia; permaneciendo acostado en el colchón, boca arriba, con su vista fija en el techo del departamento. Su cabeza era un lío, recuerdos fugaces iban y venían, teniendo presente en cada momento el instante en que vio las chispas rodeándolos, era tan irreal y absurdo que aún no lo creía...

El ligeramente más bajo paseaba por la habitación recogiendo sus cosas del suelo para introducirlas en una maleta café que por poco y explota al cerrarla. Entonces Scott se percató de algo, saboreo ese yo no sé qué en el ambiente más allá del moho que se acumulaba en una esquina marginada del pequeño departamento, producto del poco higiene que recibió durante esos días; pero no era eso, sino algo más, como la falta de comentarios sarcásticos por parte de una voz prepotente y confiada, festejando descaradamente por la partida del Pilgrim.

Volteo a ver a Wallace, con una expresión curiosa al no recibir el despedimiento que imaginaba siempre que el mayor le echaba en cara que debía irse.

—... ¿Paso algo?

La habitación quedó sumida en silencio, uno de ellos pensaba en si hablar o tragarse lo vivido en las vacaciones y el otro acababa de ver uno de sus interiores escondido debajo de la mesita donde yace la computadora.

—Yo... —Comenzó a hablar, percibiendo la incomodidad en su pecho. —⁠Sentí las chispas de las que siempre hablas. —Se enojo consigo mismo al admitirlo, ¿Hablar de eso no era darle más importancia de la que tenía? Ni que fuera estado todo el viaje de regreso maldiciendo a Mobile y deprimiéndose con solo pensar en él. ¿Cuántas bofetadas mentales no se había dado ya? Como podría él de todas las personas, con tanta experiencia, ser afectado por un mal ligue; porque eso es lo que era, un muy  m a l    l i g u e .

Su mejor amigo hetero no podría haber quedado más sorprendido.
Se quedo estático en el lugar donde estaba arrodillado para recoger sus calzones, sentándose a la vez que giraba su cuerpo para ver de frente a su roomie; mismo que se hallaba poniéndose en pie para abrir la maleta azul marino que le pertenecía y allí buscar una ropa cómoda, quizás evadiendo el tema con sus acciones, esperando a que Scott se marchara sin preguntar. Tan pronto saco las prendas comenzó a desvestirse, sin reparar en que Scott podría estarlo viendo.

Ante la cercana semidesnudez del de tez más blanca, el de cejas gruesas cubrió sus ojos con sus manos.

—Creí que alguien como Wallace Wells no podía sentir chispas. —Bromeó imitando el tono de voz de su amigo gay. —Te dije que nadie se escapa de ellas.

Wallace rodo los ojos con fastidió, su humor no se encontraba en las mejores condiciones y tener a un pelirrojo burlándose detrás de él no era especialmente lo que buscaba. Ya estando en ropa interior, miro fijamente su pijama analizando algo que solo la mente del ser supremo e inigualable Wallace podría pensar... sip, definitivamente primero iba a ducharse.

Mi Querido Idiota ♥Scollace♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora