Capitulo 2

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 Llegaron al campamento guerrillero después de caminar más de seis horas a través de la selva, Manuel se desmayó a los pies de Javier.

— ¿¡Qué le pasa a ese hijueputa!? — gritó el comandante guerrillero en cuyo rostro se notaban las secuelas que había dejado un acné vulgar.

—Yo me hago cargo de él — dijo Javier agachándose para auxiliarlo.

Los guerrilleros bebían agua como caballos, mientras que Javier hacia todo lo posible para que su amigo despertara. Sus manos se congelaron cuando vio que el comandante se acercaba lentamente a ellos.

— ¡Dele agua!, — le ordenó pasándole una totuma que contenía liquido del estanque.

Javier se desesperó al ver que Manuel no recobraba el conocimiento y le arrojó con fuerza la bebida en la cara.

— ¡Reaccione parcero, porque de lo contrario nos van a matar! Manuel abría los ojos lentamente.

El comandante Mamoncillo notó la angustia en el rostro de Javier y decidió alejarse. Era un hombre que aparentaba rudeza y de mirada triste. Llevaba veinte años militando en la guerrilla; quince de ellos en las FARC. Cuando ingresó a esta organización estaba convencido de sus ideales; pero con el paso de los días se daba cuenta que actualmente reinaba la desorganización. Allí todo era una farsa, la desunión aumentaba. Muchos combatientes de su época que supuestamente estaban arraigados a la organización por la doctrina recibida, habían decidido desmovilizarse porque se sentían tan prisioneros como los secuestrados que cuidaban. Otros habían muerto en combate, y unos cuantos habían sido capturados por el ejército. En esos momentos sentía que había desperdiciado muchos años de su vida y algunas veces a solas, escondido entre los matorrales, había llorado con rabia y otras veces con desolación. Cuando decidió ingresar a las Fuerzas Revolucionarias de Colombia, lo hizo convencido de luchar por una patria mejor y con el ánimo de combatir las clases oligarcas que se aprovechaban de los pobres para explotarlos sin reconocerles más derechos que el de la miseria. No se había atrevido a huir, aunque las oportunidades se le habían presentado varias veces. La lealtad aún lo ataba a la revolución. Se preparó ideológicamente en la isla comunista donde aprendió a amar la revolución y le enseñaron que la única forma de tomarse el poder para lograr una igualdad de derechos, era por medio de la lucha armada. Pero todo cambió el día que se permitió el tráfico de drogas en la organización y la revolución se convirtió en sinónimo de ambición. Era consciente de la situación, pero conservaba la fe y soñaba con el triunfo de una verdadera revolución. El actual gobierno de seguridad democrática había logrado desestabilizar la organización y los guerrilleros vivían diariamente con zozobra, llenos de incertidumbre. Muchos de ellos dudaban de su permanencia en las FARC, pero él continuaba fiel y firme a sus ideales.

—Comandante, ¿qué hacemos con estos perros? — dijo uno de los guerrilleros dando patadas al soldado qu aún estaba en el suelo. Alias Mamoncillo no contestó y continúo mirando fijamente la fila de hormigas negras que cargadas con trozos de hojas verdes formaban una larga fila y bajaban rápidamente por el grueso tronco de un árbol. Manuel se levantó rápidamente y el guerrillero que los agredía le preguntó nuevamente:

— ¿Qué hacemos con estas ratas, comandante?

—Llévenlos junto a los demás secuestrados— contestó secamente lanzando una mirada a los rehenes y bajando la cabeza para ver nuevamente el desfile de los pequeños insectos.

—Pero... estos son prisioneros de guerra, no deben estar junto a los... El subalterno decía dudando pero la mirada penetrante y austera del comandante no lo dejó terminar la frase.

AGUA MOLIDA Y VIENTO RASPAODonde viven las historias. Descúbrelo ahora