Capitulo 3

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El siguiente día llegó cargado de soledad para los cinco cautivos que despertaron con el melodioso trino de los sinsontes. Aún estaba oscuro pero a medida que el amanecer desaparecía, la luz tenue del nuevo día se filtraba entre las rendijas de la caverna. Se miraban unos a otros como queriendo escudriñar sus pensamiento, mas en el rostro de los soldados se percibía desespero. Manuel reparó en sus heridas mientras miraba a la extranjera que los observaba con una fría mirada. Las cadenas que lo ataban a Javier sonaron, y el rostro de Benjamín se frunció con desagrado.

—No me duele. Tiene usted manos benditas — le hizo saber a la rubia.

—Y no le va a doler— contestó ella con desgano

—No son mis manos, es la curación. Por fortuna quedaban medicinas para hacerla porque de lo contrario la infección se habría apoderado de usted.

El cuerpo inmóvil de Tulio que desgonzaba su cabeza hacia adelante captó la mirada de sus compañeros y un sobresalto de la mujer lo hizo reaccionar.

—No se asuste doctora — dijo con desaliento. La muerte aún no llega, aunque mi alma la añore con desesperación.

Las lágrimas que caían de los ojos del senador, desolaron aún más el rostro de los jóvenes y una risotada salida de las entrañas de Benjamín, les engranujó el cuerpo.

— ¡Maldito loco!, otra vez burlándose de mí! —gritó Matías.

— ¡Por su culpa estamos vivos, desgraciado! — exclamó ensordecedoramente Benjamín, extendiendo con fuerza el empeine de sus pies para así hacer sonar las cadenas que lo unían a la mujer.

Cuatro años atrás cuando alias Piraña, el comandante más peligroso que conocieron en la organización guerrillera, estaba a cargo de aquel frente, Tulio y Benjamín decidieron fugarse en una noche decembrina. Estaban dispuestos a morir huyendo antes que continuar en la esclavitud. Benjamín que apenas tenía un año perdido en la montaña sentía enloquecerse y convenció a Tulio de la fuga. Y en un descuido de sus captores que bebían guarapo y aguardiente para celebrar la llegada de un nuevo año, pusieron en práctica su aventurado plan, logrando desaparecer entre la selva con la complicidad de la noche.

La manigua a la que pensaron ya estaban acostumbrados, los devoraba con cada paso que daban. Sentían la brisa tropical como una oleada de granizo que les golpeaba la cara y el corazón parecía escaparse de su cavidad. Los guerrilleros se acercaban cada vez más a ellos pero la oscuridad de la noche se convirtió en su enemiga mientras los fugitivos decididos y presa del pánico, la aprovecharon y a tumbos se alejaban sin importar lo que les pudiera deparar más adelante.

—Estamos muertos — dijo en voz baja Tulio, caminando como quien está pisando huevos.

Prefiero estar en los brazos de la muerte a continuar con esta maldita vida— contestó resignado Benjamín.

El reconocido banquero jamás se imaginó que tuviera cojones para realizar aquella hazaña. Siempre fue un hombre con clase, delicado y bien pulido. Nació en el seno de una familia que gozaba de un gran prestigio en el mundo financiero. Creció rodeado de servidumbre, y desde niño fue preparado para heredar un gran emporio. Estaba además, acostumbrado a los placeres y a la buena vida.

Los fugitivos sentían llegar el nuevo amanecer con el estomago vacio y el cuerpo cansado. La bruma fría y desoladora los acongojó y decidieron sentarse un instante.

— ¿Por qué tan decidido a morir? — preguntó Tulio extrañado, mirando a su compañero de huida.

—Un hombre tan poderoso, que pude tener lo que se le antoje a sus pies no puede estar hablando esas necedades — le dijo.

AGUA MOLIDA Y VIENTO RASPAODonde viven las historias. Descúbrelo ahora