Ben Tennyson era el héroe más grande del universo, salvador de la misma cientos de veces desde apenas 10 años.
Su grandeza era reconocida en los lugares más alejados y recónditos de la galaxia.
Había visto mucho desde su infancia, aliens de toda clase, razas que jamás pensaría podrían existir. Personas buenas, malas, seres de poder inimaginable y demás superando a varios que buscaban alterar la paz del universo.
Él era un héroe que conoció incluso versiones de sí mismo, tanto aquellos que siguieron el buen camino como aquellos que no.
Ahora mismo estaba viendo algo raroz Paradox no le había explicado mucho en realidad, simplemente abrió un agujero dimensional y sin dudarlo él entró allí.
Pero sin dudas le debía una explicación.
¿Por qué ahora un cuatro brazos mujer estaba peleando con Vilgax y tenía un emblema similar al omnitrix por su pecho?
¿Por qué su yo del pasado también estaba ahí?
¿Por qué esto no se sentía bien?
Y sobre todo...
¿Por qué el omnitrix era rosado?
Sus cabellos azabache se agitaban por los vientos brutos causados por la pelea entre una de las heroínas que su reloj invocó peleando contra ese pulpo espacial.
-¡Vamos cuatro brazos! ¡tú puedes! -exclamó intento animar, se sentía impotente.
No había nada que pudiera hacer en estos momentos.
Esa alien que su reloj trajo era una amiga para él, le quería y no sabía la razón. Siempre era afectuosa con él como las demás a pesar de su imagen poderosa con cuatro brazos bien trabajados y piel rosada.
-¡Quédate atrás Ben! -cuatro brazos exclamó sumamente preocupada incrustando un puñetazo al rostro de Vilgax que se lo devolvió tumbandola en el suelo pero rápidamente se puso nuevamente de pie aunque nuevamente fue mandada a volar.
-Te mataré a ti y a ese humano, tomaré el Chaquetrix y con ello formaré mi imparable ejército -habló con tranquilidad dando pasos lentos hacia la alien que se recomponía como podía.
Antes de que el ser rojizo se pudiera parar Vilgax la tomó y hundió su rostro contra el duro suelo.
-¡Noo! ¡cuatro brazos! -exclamó el niño castaño con sus ojos llenos de lagrimas, miró el reloj de su muñeca y comenzó a girarlo en varias veces intentando conseguir algo- ¡Vamos! ¡vamos! ¡Chaquetrix dame algo! -estaba desesperado, fue crédulo, fue infantil, fue tonto- ¡Maldita sea!
Y por ello ahora su amiga estaba sufriendo, vio sangre esparcirse por el suelo quedando pálido.
Sus ojos soltaban lágrimas sin discriminación, su prima no estaba y su abuelo tampoco, solo eran cuatro brazos y él.