𝐓𝐮𝐥𝐢𝐩𝐚𝐧𝐞𝐬

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Hubieron tardado bastante con esa historia, tanto que cuando decidieron unirse a lo que sea que estuvieran haciendo los demás, los encontraron a todos dormitando alrededor de la habitación. Neschas y Prizrak habían estado haciendo llamadas de broma con la libreta de números telefónicos que se encontraba bajo la mesita junto al sofá, sentadas en el suelo fingiendo ser reclusos contactando a alguien desde la cárcel, mientras que Zaba veía un video de casos misteriosos bocabajo sobre la alfombra y Burya descansaba con los ojos cerrados en el sillón, aunque, a juzgar por su manita, que bamboleaba de un lado a otro, aún no se había quedado dormida.

Cuando los dos chicos aparecieron al otro lado de la pared de la cocina, los tres que estaban en el suelo levantaron la mirada a modo de bienvenida.

—Vaya, historia larga —dijo Neschas, que acababa de colgar el teléfono.

—Conste que me he saltado partes...

—¿De verdad? —Preguntó Grust.

—Ajá.

—Ya me parecía que había cabos sueltos.

Burya abrió los ojos cuando lo escuchó, pero nadie se enteró de esto a excepción de él. Ambos se sonrieron, como en un saludo entre dos niños o cómplices, o las dos cosas.

—Solo omití asuntos irrelevantes; lo que debías saber fue dicho: cómo nos conocimos, el quiebre y cómo acabamos separándonos. No creí que pudieras ayudarme en algo que no comprendieras bien.

—Oh...

—Sí. ¿Trajeron más de esto? —Mostrándoles la botellita en su mano—. Recordar me ha puesto melancólico.

—¿¿De qué hablaron?? —Preguntaron las tres chicas al mismo tiempo.

—De nada. Que si trajeron más de esto...

—¿Del señor Odigós? —Tanteó Prizrak con una sonrisita.

—Sí. Ahora calla. ¿Dónde guardan las bebidas? —Buscando en las bolsas sobre la mesa.

—Qué bueno que traje tres por si acaso —suspiró Grust, acercándose a la bolsa más alejada y sacando de ella un par de botellitas, que le acercó al joven Guardián—. Aquí.

—Gracias, compadre. —Abrió desesperado la tapa y se zampó el contenido como si su no existente vida dependiera de ello. Hizo una mueca luego de sentir la amargura picante recorrer su garganta.

—¿Quién es el señor Odigós? —Quiso saber Neschas, y se lo preguntó susurrante a Prizrak.

—El novio de Smeret. —Rio ella.

—Te puedo escuchar, insolente —gruñó el joven, entre furioso y cansado. Le dio otro sorbo a la bebida—. No lo fuimos, hip. Nunca fuimos novios.

—¡Se emborrachó! —Festejó la fantasma, y tomó a Neschas de las manos para invitarla a bailar en el centro de la sala—. ¡Pongan música! ¿Todavía escuchan a Shakira?

Las chicas se echaron a reír y Burya consintió la idea, escogiendo una de las canciones de Shakira en su celular y poniéndola a todo volumen. También se paró del sofá y fue a servirse más vodka, lo que llamó la atención de Grust, quien sintió la necesidad de acercarse a hablarle.

—¿No quieres mezclarlo con jugo? —Le ofreció—. Hay un poco en la heladera.

—Ah, ¡claro!

𝟕𝟐 𝐡𝐨𝐫𝐚𝐬 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora