Estaban las dudas patentes, aunque más por curiosidad que por inquietud, de parte de los chicos que se despertaron poco después de que las chicas acabaran de bañarse. No estaban conscientes de lo que había pasado, pero tampoco les parecería algo impensable: ellas estaban tan de buen humor que, de hecho, era lo único en lo que podían pensar. Se miraron entre ellos y concordaron en que allí había gato encerrado, pero no dijeron nada, porque claramente no les incumbía. ¡Cógete a un demonio si quieres, es tu vida! Al final, si el demonio después quiere apoderarse de tu alma ya es tu problema. Por su parte, Prizrak no deseaba apoderarse del alma de nadie y Neschas no se había quitado la cinta de la muñeca, así que estaba a salvo.
—¿Un fantasma puede poseer un cuerpo humano? —Preguntó Zaba, somnoliento, lo que dejó bastante en claro lo que había estado pensando al ver a las chicas tan de buen humor apenas levantado.
Ellas dos, que se encontraban hablando en la cocina, con la idea de prepararles a todos panqueques para el desayuno, intercambiaron miradas; Neschas comprendió lo que Prizrak pensaba y verla intentando no reír le daba más gracia.
—Al menos en nuestro universo eso es imposible —le dijo la chica fantasma—. O lo será hasta que Smeret invente algún pacto entre un huésped y un contenedor, pero tendrá que estar involucrado en ello, porque no le gustan las cosas que no puede controlar.
—Ya lo extraño —dijo Zaba con un mohín, yendo a sentarse junto a Grust en el sofá—. ¿Falta mucho para que vuelva?
—Uh, dependencia emocional. —Negó el chico a su lado en tono sarcástico—. Dijo que vendría cuando acabase el plazo, es decir, mañana.
—¿Falta mucho para mañana?
Las chicas rieron. Grust tomó su celular para comprobarlo y le dijo que apenas eran las diez de la mañana.
—Hora del tereré, gente —dijo Burya, con un aplauso de motivación.
—Va, va —concordó Neschas—. Ustedes prepárenlo mientras nosotras tenemos listos los panqueques.
—Ya se me hacía que olía demasiado bien —se encantó Zaba—. Eso me puso de buen humor, así que yo preparo el tereré.
Se levantó y fue a lavar la guampa para llenarla de yerba y cargar el agua. Las chicas se lo quedaron viendo, y Grust ya supuso lo que iban a decir, por lo que se quedó viendo su celular.
—¿Zaba despertó de mal humor? —Preguntó Priz—. Yo pensé que nunca se molestaba.
—Suele pasar cuando me levanto con los rayos del sol y veo gente alrededor —explicó, siguiendo con lo suyo—. No es que me irriten, solo pasa que no me dan tiempo de asimilar que estoy vivo un día más y es como que la información me cae de golpe y me aturde. Creo que soy quisquilloso.
—Para nada, niño —le dijo Priz—. A veces pasa.
—Saber que efectivamente has conseguido sobrevivir un día más es duro en ocasiones —confirmó Neschas—. Qué bueno que el desayuno te ponga de buen humor, querido.
—Bastante, la comida siempre me anima. —Volvió a la sala con el termo en la mano y estiró una de las sillas hasta la ventana: era necesario ponerse a ver el exterior, como añorándolo, cuando se refrescaban. Pero se estaba tan bien dentro que creía poder aguantar encerrado un par de semanas más, aunque eso de no hacer nada no le gustaba mucho—. ¿Y si jugamos algo después?
El resto lo consideró.
—Pero, por favor, nada de «la botella» o «yo nunca, nunca»: están quemadísimos —opinó Burya, apartándose un mechón de flequillo del rostro.
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𝟕𝟐 𝐡𝐨𝐫𝐚𝐬 ©
ParanormalLuego de tanto tormento, una miserable jovencita llamada Neschastny consigue pagarse el alquiler de una casucha que parece ser el lugar perfecto para comenzar de cero. Una nueva familia, un nuevo trabajo y un nuevo hogar es lo que busca, pero no se...