𝐂𝐨𝐧𝐭𝐚𝐜𝐭𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐞𝐥 𝐚𝐥𝐦𝐚

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Con el bolsón colgado del brazo y el celular en medio de la oreja y el hombro, Burya salió de su casa a toda prisa, más por la ansiedad que porque se le estuviese acabando el tiempo. Estaba hablando con Neschas mientras se acomodaba bien los lentes de estrella rosa y se despeinaba un poco el pelo para no dar la impresión de ir muy arreglada a la reunión, ¡una extraña reunión!, considerando que Grust le había dicho que se prepare para pasar tres días en casa de su amiga en pro del ritual. ¡Uy, de solo mencionar esa palabra se le erizaba la piel y tenía que curvar la columna como un gato en guardia! Negó y fue hasta la parada de buses a aguardar que llegara el transporte, muy metida en la conversación con su amiga.

—¡Dios, hace un sol terrible! ¿Has visto las noticias de la mañana? —Cubriéndose el rostro con el antebrazo, mientras buscaba un refugio sombreado bajo el pequeño techo de la parada.

—Sí, dice que estará así toda la semana. No hay esperanzas. Pero no me preocupo mucho; no he salido ni a comprar pan aún y tal vez no lo haga...

—¿Cómo no? ¿Siquiera tienes algo en la heladera? ¡Estoy muerta de hambre y tendrás que hacerte cargo!

—Uh, deja veo...

Dejó el teléfono descolgado sobre la mesa y acompañó sus pasos hasta la cocina con un tarareo vago; a este punto la joven alma que cohabitaba con ella ya tenía que haberse acostumbrado a sus bailecitos espontáneos y a su canturreada, que ella misma habría dicho que no le parecía tan mal. Abrió la heladera y se apoyó en una pierna con pesadez, escudriñando su interior como si hubiese mucho para ver: encontró láminas de queso rancio, tomates pequeños, una caja de leche sin lactosa que tomó con la mano y agitó para enterarse de que quedaba como para un vaso o la mitad de uno, y una hilera de huevos que, según ella, sería una aberración comer sin pan. Soltó un quejido y se echó para atrás antes de volver a la llamada.

—Avísame cuando estés enfrente... Me alistaré para ir juntas al almacén. ¿Traes sombrilla?

—Lo lamento, me da una pereza tremenda llevar algo aparte del bolso cuando voy en bus. Mucho bulto innecesario. ¿Qué es la insolación? La comodidad está primero.

Neschas hizo un mohín y asintió, no discrepaba con su amiga, por más insensata que fuera su proposición. ¿No eran solo un par de chicas prácticas viviendo en un mundo demasiado corrosivo para comprenderlas?

Burya le avisó a su amiga que había llegado y Neschas salió equipada con apenas una cartera de mano, que le entregó a la otra antes de tomar su bolso para ir a dejarlo sobre el sillón y cerrar con llave, porque, si bien probablemente entregasen su alma esa tarde, no podía dejar que un criminal le robase su queso rancio o algún otro objeto de valor.

Las chicas fueron juntas a hacer las compras y trataron de no demorar demasiado, ya que la reunión estaba prevista para dentro de media hora y había que tener la decencia de estar en casa para cuando llegaran los chicos. Grust le había dicho a Burya que consiguió ir con su amigo Zaba a hablar con la tía de éste sobre la manera correcta de proceder para dialogar con un espíritu sin condenarse en el intento. Ella le dio ciertos consejos para no ofender a la entidad y le sugirió llevar algunos amuletos no precisamente de «protección», sino de «comprobación», que al espíritu le ayudarían a confiar ante la presencia intrusiva de tantos extraños. Y le dijo también esto de los tres días de descanso que ni Burya ni Neschas entendieron bien, pero que estaban seguras de que no sería algo tan desorbitante como estar tres días enteros encerrados en una habitación sin poder salir para no estropear el ritual. El mundo de los muertos no podía ser tan dramático, ¿cierto? Ni que el Guardián del Inframundo se divirtiera con esas estúpidas reglas...

𝟕𝟐 𝐡𝐨𝐫𝐚𝐬 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora