𝐄𝐱𝐭𝐫𝐚 𝐈𝐈𝐈: 𝐀𝐦𝐨 𝐲 𝐬𝐞𝐧̃𝐨𝐫 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐧𝐨𝐜𝐡𝐞

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El recorrido de un cementerio a otro en compañía de Neschas había sido, de lejos, lo más emocionante que había hecho Zabavny en los últimos meses después del ritual. Por obvias razones, le costaba hallarle el ritmo a su vida luego de algo tan impactante como ello. Mientras que seguía en la búsqueda constante de un empleo que no lo esclavizara y se relajaba en clase de economía, se había puesto a pensar en qué hacer para contrarrestar el aburrimiento esa tarde. Tal vez ver una película de terror reciente con Grust y Marco o salir a beber algo con las chicas. Sea lo que sea, tendría que ser hoy, porque luego estaría de viaje. Tenía, además, unas tremendas ganas de ser el que invite la salida, y, considerando que esas cosas no pasaban siempre, porque casi nunca tenía más dinero que el que ahorraba del almuerzo, le propuso la idea del cine a los chicos en el grupo de whatsapp que tenían juntos.

«Buenas, buenas. ¿Pinta salir hoy?», preguntó a eso de las nueve de la mañana.

«Hola, chicos», escribió Marco, cerca de media hora después. «Acabo de despertarme y no sé qué día es...»

«Miércoles, ¿salimos?», repitió.

«¿Para dónde?», hasta se escuchaba lo somnoliento que estaba al otro lado de la pantalla.

«Al cine a ver alguna peli de terror. Vi dos trailers que parecen interesantes».

«Hmmm... ¿Cuáles?»

Él le envió dos capturas de pantalla donde se podía ver la cartelera del cine al que pensaba que fueran. Las dos películas eran: «Cuando acecha la maldad» y «Aguas siniestras». Luego le explicó que había visto la reseña de la primera y la advertencia más relevante era no comer nada mientras la veían. Pero todo esto a Marco no acabó por convencerle.

«Siento que podría dormir hasta el próximo año...»

«¡Despierta, anda!», imploró, y a la vez le bombardeó con menciones a Grust, para que el sonido constante le obligara a revisar su celular.

Éste dio señales de vida a la hora del almuerzo, en que Zaba aprovechaba para sentarse en el redondel de la fuente de piedra en el centro del jardín de la universidad, solo tecleando su celular sin mirar a los demás para que supieran que no era buena idea acercársele.

«¿Qué pasó?», Grust tenía esa extraña costumbre de no dar los buenos días nunca, siempre comenzando la conversación con una pregunta, al menos era lo que sucedía en ese grupo.

«Cine», respondió Zaba, para ser conciso. «¿Estás libre hoy?»

«La verdad que no», admitió. «Tengo clases de piano, Zaba».

Uh, eso era cierto. La razón por la que casi siempre les cancelaba era, en toda eventualidad, una responsabilidad inamovible, así que no estaba sujeto a negociación. El chico suspiró, pero aceptó, insistiéndole aún más a Marco para que no lo abandonara él también en la ejecución de su proyecto, lo que no le salió muy bien tampoco.

«Depende», dijo el chico. «¿Puedo llevar a Katia?», esta era su hermanita de ocho años, y la respuesta era tan obvia que hasta daba risa.

«¿La quieres traumatizar de por vida?»

«Eso no me conviene», bromeó. «Es decir, no».

«¿No pueden cuidarla tus hermanos?»

«Dijiste que era miércoles, ¿no? Entonces estarán en la escuela hasta las cinco de la tarde», le explicó. «En ese caso, solo me queda hacerme cargo hasta que vuelvan. Y a las seis debo ir a la universidad, así que...», se habían quedado sin opciones.

𝟕𝟐 𝐡𝐨𝐫𝐚𝐬 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora