❝COMENCEMOS❞
El sol se encontraba brillando sobre aquella casa del árbol, más conocida como una "base secreta" para los pequeños que descansaban plácidamente dentro de ella. Los rayos del sol se filtraban por las ventanas al igual que una pequeña brisa mañanera y el aroma de las flores silvestres que crecían alrededor. El sonido de los pájaros cantando en los árboles cercanos se mezclaba con el susurro de las hojas, creando una melodía natural.
Dentro de la casa habían cuatro pequeños durmiendo amontonados como si fueran cachorros en una camada. Sus rostros estaban calmados y pacíficos, iluminados suavemente por los rayos del sol que se filtraban a través de las rendijas de la madera. Sus respiraciones eran suaves y rítmicas, acompasadas con el vaivén de las ramas del árbol que crujían suavemente al ritmo del viento.
Sus ojos se abrieron lentamente, parpadeando varias veces y arrugando su nariz por las luz del sol que daba justo en su rostro. Intento moverse pero el peso sobre su cintura, brazo izquierdo y pecho no se lo permitia.
Su cuerpo estaba atrapado bajo aquellos tres niños, los cuales seguían durmiendo plácidamente.
Miró a su alrededor, con los ojos aún medio cerrados, y sonrió al ver a esos tres pequeños. El más cercano y que estaba durmiendo sobre su pecho, era Luffy. Su cabello negro todo alborotado y un pequeño hilo de baba que se escapaba de la comisura de sus labios, junto a unos pequeños ronquidos.
Luffy esta aferrado a su pecho como si no quisiera soltarla nunca.
Luego sus ojos pasaron hacía el otro pelinegro que tenía sus brazos alrededor de su cintura y sus manos apretado con firmeza. Ace también tenía el cabello alborotado y baba cayéndose por el costado de su boca, al igual que aquellos ronquidos. Pero a diferencia del agarre del Luffy, el agarre de Ace era mucho más fuerte.
Ace estaba aferrado a su cintura como si temiera a que ella desapareciera en cualquier momento.
Y por último sus ojos cayeron en aquel rubio que descansaba con su cabeza en el brazo izquierdo de la ojiazul, mientras que sus manos se aferraba a la muñeca de esta misma. Al igual que Ace y Luffy, Sabo también tenía un pequeño hilo de baba cayéndose de su boca y golpeando el suelo. Su agarre era un poco más suave, pero igualmente podía sentir los dedos de él sobre su piel.