Llego el día tan esperados para algunos y al mismo tiempo el peor dia para otros. Para Aerys, era lo segundo, hoy se casaría con su hermana mayor, haciendo el mayor sacrificio de su vida. Se condenaría a permanecer al lado de una mujer que no lo ama, de una mujer que pasará sus noches con otro hombre engendrando a sus hijos, que respetando a él, como él la respetará a ella. Y aunque aquello le genere un dolor inimaginable, lo soportará, se condenará al deseo de libertad, siendo estas las cadenas que lo aprisionaran. Es irónico pensar que es la libertad que tanto añora, la que lo encarcela. Un sueño de libertad que no es para él, si no para sus hermanos. Aerys quiere que sus hermanos sean libre del dolor, sean libres de la obsecion y la ambición de que aquellos que quieren utilizarlos como peones para obtener poder. Que sean libres de la muerte, de la guerra, libres del mal que recae sobre ellos por su sangre. Si Aerys debe condenarse así mismo por la libertad de los ama, lo hará. Soportara dolor, vergüenza, deshonra. Sorportara todos los golpes que la vida le de, para que las personas que él ama sean felices y tengan la libertad de formar su propio destino, sin que nadie les diga lo que deben hacer.
Ahí se encontraba el principe, frente a su cama viendo el traje que su madre le trajo para su boda, de color verde. Lo tiró al suelo.
- Dracarys - le ordeno a Caramelo y este encantado prendió fuego las prendas. El peliblanco tomó su mejor prenda siendo esta de color negra, sin símbolo alguno y se visto con parsimonia, como si tuviera todo el tiempo del mundo para hacerlo. No llevaba joyas de ningún tipo, su cabello corto estaba peinado hacia atrás, se arregló la poca barba que adornaba su mandíbula, se puso su cinturón donde colgaba su espada, y por último se colocó una capa negra gruesa sobre sus hombros. A paso decidido se dirigió a la carroza que lo llevaría al Gran Septon donde se celebraría la reunión a espera de su futura esposa.
Cuando llegó, su madre, abuelo y hermanos ya se encontraban ahí junto a todos los nobles del reino que habían sido invitados. Al verlo entrar todos se sorprendieron del que principe no llevara ninguna insignia Targaryen. Su madre y abuelo lo miraban con enojo por no llevar la ropa que ellos prepararon para él, pues para Aerys esas prendas solo representaban el dominio y poder de la casa de su madre, era lo que la reina y la mano del rey quería mostrar, y de esa forma ofender y degradar a la princesa heredera. Él no iba a ser parte de su circo.
Sin saludar a nadie se dirigió a su lugar y ahí esperó hasta que por las puertas entró Rhaenyra del brazo del rey. Portaba un vestido rojo muy bonito, que la hacía lucir esplendida, varias joyas adornaban su cuello y dedos. Una pequeña corona dorada posaba sobre sus trenzas. A diferencia del principe, la princesa si saludó a varios de los Lores invitados, y cuando llegó la hora el rey la colocó a su lado. Apenas se miraron, Aerys no quería mirarla, su corazón dolía demasiado. Cuando el sacerdote comenzó la ceremonia la mente del principe se apagó y simplemente actuó automáticamente, con sus ojos muertos y vacíos. Luego llego la celebración donde se darían regalos a los recién casados, bailarian, comerían y beberian a costa del rey. A Aerys no le gustaba el vino, ni ninguna bebida alcohólica, así que solo bebió agua, solo agua toda la noche, ni un bocado del gran banquete tomó.
Rhaenyra notó que su hermano, ahora esposo, estaba más perdido en sus pensamientos, que en lo que sucedía a su alrededor, ignoraba a toda la gente a su lado, y solo bebía de su copa. A ella la ignoraba más que todos los demás. Cuando llegó la hora de abrir el baile trató de hablar con él, pero no tuvo suerte tampoco, parecía que estaba en frente de un cuerpo sin alma, un cascarón vacío. Cuando terminaron de bailar le hizo una reverencia y se marchó. Ella pasó toda la celebración bailando con otros Lores, su padre e incluso su tío. Pero a su hermano no lo volvió a ver. Cuando la celebracion terminó, se dirigió a la habitación que compartirá con su nuevo esposo y allí lo encontró, dormido abrazando a su pequeño dragón. En silencio se sacó el hermoso vestido, sus joyas, anillos, se desarmó sus trenzas y se recostó a su lado, dándole fin a ese día y esperando que al siguiente todo este mejor.
Al despertar a la mañana notó que se encontraba sola, no había rastro de su hermano ni su dragón. Con un suspiro de decepción decidió que era hora de levantarse, así que apenas entraron las doncellas la ayudaron a bañarse, vestirse y peinarse. Les pregunto si ellas sabían dónde se encontraba el principe, a lo que Elinda le dijo que el principe se levantó antes del amanecer y salió a entrenar, y que todavía se encontraba en el patio de entrenamiento. Rhaenyra agradeció por la información a su dama y le pidió que trajera el desayuno apenas sus hijos estén listos, que comerían todos juntos como familia en el jardín. Una ves que las damas se fueron a cumplir con sus ordenes, ella se fue a buscar a su hermano.
Aerys se levantó temprano ese día. Podía sentir un peso ensima suyo, al abrir los ojos vio un montón de cabello plateado bajo su barbilla. Era su hermana durmiendo sobre su pecho, abrazandolo por la cintura. Con sumo cuidado la movió al otro lado y salió de la cama. Caramelo iba caminando detrás de él. Se volvió a su habitación y tomo ropa para salir a entrenar un rato, y así tanto el principe como el dragón salieron del palacio. Pasaron unas horas entrando, Aerys se sacó la camisa dejando su torso desnudo, por el calor que sentía y Caramelo rugía emocionado como alentando a su padre. Cuando decidió tomar un respiro e hidratarse notó que la princesa, su ahora esposa, se acercaba a él.
- Buenos días esposo - lo saluda.
- Princesa - le responde él haciendo una reverencia.
- Aerys, estamos casados ahora. Por favor, ya no me trates con tanta formalidad. Llámame por mi nombre. - le suplica Rhaenyra.
- El estar casado no cambia nada princesa. Este matrimonio es solo una pantalla de humo para los lores. Entre nosotros todo sigue igual, su Alteza. - le responde Aerys mientras toma sus espadas nuevamente.
- ¿Va a seguir siendo igual cuando tengamos un hijo? - le pregunta con una ceja alzada. Aerys se da la vuelta y la mira directamente a los ojos mientras se acerca a ella de forma lenta.
- Usted y yo no tendremos hijos, princesa. No pienso engendrar niños con una mujer que no me ama, en un matrimonio que se disolverá apenas estés sentada en el Trono de Hierro. - le dice una vez esta frente suyo.
- Si tenemos un hijo, nuestro matrimonio será bien visto por los demás. Hará que la unión sea más sólida. - explica la princesa. Pero eso solo ofende al príncipe que toma del brazo a la princesa con brusquedad y le lleva a un luga donde nadie pueda verlos.
- Mis hijos, quiero que escuches bien, mis hijos jamás serán una herramienta política ¿te queda claro? Ni se te ocurra a siquiera pensar en eso. ¿Entendido? - le escupe Aerys enojado tomando del cuello a Rhaenyra contra un muro sosteniéndola haciendo que ambos queden en la misma altura, y luego la deja caer. La princesa se toma del cuello asustada mientras trata de regularizar su respiración, aunque Aerys no haya apretado su cuello con su mano, el susto que le dio provocó que se le corte la respiración. Podía notar como su hermano estaba agitado también dándole la espalda, sus hombros subían y bajaban erráticamente, los músculos de su espalda y brazos estaban tensos como si cargará con algo pesado en cada mano.
- Lo lamento hermano. No quería ofenderte con mis palabras. - mientras habla se acerca a él lentamente para tomar su brazo con suavidad. - solo deseo poder hacerte feliz mientras seas mi esposo. Aunque ya no sea con ésa mujer que amas. Pero que puedas tener algo de felicidad y si yo puedo dártela cargando a tú hijo lo haré con gusto Aerys. - le decía Rhaenyra con la voz quebrada apoyando la frente en el pecho de su hermano y abrazandolo por la cintura y dejando sus manos por encima de su trasero para no tocar su espalda que no había sanado todavía.
- Podemos conocernos y tratar de tener una mejor relación. Quizás no como marido y mujer, pero si pudiéramos arreglar nuestra relación como hermanos, sería lindo también. Viviremos muchos tiempo juntos, compartiremos un hogar. Por favor, dame la oportunidad de ser esa hermana que no fui y de remediar mis errores con ustedes. - le suplica con lágrimas en los ojos, Aerys respira profundo y suelta un suspiro largo.
- Podríamos intentarlo - le dice en su susurro, lentamente y temblando rodea sus hombros con un brazo y su cintura con el otro y la presiona con suavidad contra él y deja un beso en su cabeza.- Podemos intentarlo.