𝟬𝟰﹕cola.

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— berro, chamo. si no te agarro, te revientan a coñazos. — es lo primero que yeonjun le dice cuando finalmente para la moto, no en el edificio, sino en un carrito de perros calientes que todavía está abierto y les sirve para alumbrarse un poquito.

beomgyu no dice nada. él se había bajado de la moto y estaba intentando arreglarse un poquito el pelo, pero lo que de verdad busca con esto es distraerse de la situación de la que lo ha sacado el tipo este. qué pena vale.

— hey— le mira. —, ¿quieres un perro?

y él le habría dicho que no; pero así como de pana era orgulloso, de pana tenía hambre. es que el cabeza 'e ñame que es choi beomgyu no quiso cenar porque pensaba, en su inocencia toda gafa, que iba a llegar rapidito al departamento. entonces, ¿qué más? de orgullo nadie come y ahí está él jartándose un pepito con todas sus letras.

— chamo— comienza, tiene que quedarse callado un momento cuando tiene la jeta demasiado llena. mastica antes de hablar, chico. —, tú como que cagas dólares. voy a hacerme amigo tuyo.

— ¿tenías hambre o el susto te vació? — aleja su mirada de la contraria cuando se siente un poco incómodo por esta. se vuelve a mirarlo otra vez cuando se da cuenta que le está ofreciendo la malta que ambos llevan rato tomando. — toma. te vas a atragantar ahí.

le da un largo sorbo. como está fría, el líquido burbujea en su garganta cuando traga y se le aguan los ojitos.

— mira— le devuelve la botella y ahora es el pelinegro quien toma de esta, pero por la forma en la que lo mira sabe que le presta atención. —, ¿y qué hacías tú por catia? pensé que eras sifrinísimo y ni te acercabas por ahí.

se encoge de hombros. — estaba haciendo unas diligencias.

— ¿trabajas con los chinos? — frunce el ceño casi de inmediato al escuchar su pregunta y niega.

— no vale.

— pensaba yo. — y todo lo que beomgyu quiere es sumergirse en su pepito de pollo y la maltica que le brindó yeonjun y olvidarse de toda la vaina que tuvo que pasar esa noche porque, verga, de pana que casi que se mea. pero beomgyu es venezolano y tiene una suerte pésima.

— mira y, hm...— buscando distraerse, le da seremendo mordisco al pepito cuando siente que va a mencionar algo de lo recién ocurrido. — ¿andas metido en peos o...?

sacude la cabeza.

— no vale. — es todo lo que dice. se siente un poquito mal por dejarlo así todo picado; lo mira de reojo y se encuentra con su carita de ponchado y, conchale, este chamo sí es lindo vale. pero podrá ser muy bello y muy sifrino y tal, pero beomgyu no quiere hablar de eso. prefiere cambiar de tema. — ¿y entonces?

no dice nada porque tiene el perro metido en la boca, pero traduce por la forma en la que arruga la nariz un claro; ¿qué?

— ¿no es que yo te caía burde mal? — levanta las cejas y se encoge de hombros.

— ¿y cuándo dije que me caías bien?

— ay, tan bello tú. — le pasa una servilleta y se señala la comisura de los labios para que se limpie la salsa rosada que tiene; después de hacerlo, se ríe un poquito, un poquito na' más, le da una servilleta limpia también y se señala toda la boca. beomgyu abre los ojos de par en par y se limpia con la servilleta que le dio. coño, chamo. yo sí soy cochino vale. — entonces me hubieras dejado tirado por ahí, ¿no? mejor pa' ti.

— ah, bien bueno pues... sí te hubiera dejado para que te coñacearan... a ver si así se te quita lo gafo. — al ver su expresión molesta que no parece querer desaparecer, el castaño ríe.

— no te piques, mi amor. no es que te lo esté reclamando. — se arregla un poco en el banquito en el que está sentado. siente que se le está poniendo el culo cuadrado, pero lo vale. — sino que, bueno, no sé... si tan insoportable te parezco a lo mejor te hubiera gustado ver cómo me reventaban a coñazos.

— tampoco soy tan rata, chico. — finalmente le sonríe- una sonrisa de verdad de pana y, coño, beomgyu. cuidao' no se te cae la baba ahí mismo. si pensaba que ese chamo era lindo así todo arrecho y serio como siempre parecía estar, ahora que lo ve sonriéndole piensa que está más bello que comer hallaca en noviembre.

— uno esperaría cualquier cosa, mi rey. — hace bolita el papelito del pepito y poco después yeonjun lo hace también con el de su perro. beomgyu escucha cómo le paga nueve dólares al señor del carrito y de repente siente que el pollo y el aguacate le cayeron medio mal. lo que haría yo con nueve dolaritos...— ¿nos vamos?

— ¿no quieres más nada? — aprovecha que se está poniendo el casco y no lo mira, le echa un ojo a lo que está vendiendo el señor en el carro y cree que carajo sin plata piensa con la panza, porque de pana que se le antoja toda verga para llevarse a su casa.

— no, vale. así estoy bien. — pero, otra vez, beomgyu es burde orgulloso y jamás iba a decirle que le comprara otra cosa. si fuera otra persona, capaz y sí. pero yeonjun y él no tienen ni siquiera una relación de amistad que lo respalde.

escucha a yeonjun murmurar algo que él no oye. y cuando va a preguntar, el pelinegro ya se quitó el casco y se lo está ofreciendo. beomgyu lo mira sin entender mucho la vaina.

— ¿qué?

— no tengo más. agarra. — duda en aceptar.

— ¿y tú? — sin embargo, lo recibe y se lo pone. siente como si tuviera un ladrillo en la cabeza pero seguro exagera porque beomgyu es de un exagerado.

yeonjun hace un ademán con la mano, es la única respuesta que recibe de él.

— móntate pues. ya me fui. — beomgyu se vuelve a sentar donde estaba. esta vez, como está más tranquilo y tiene la mente más nítida y menos cagada, vacila en si agarrarse de yeonjun. se queda ahí todo tieso como el propio gafo- o al menos lo está hasta que la voz del mayor lo saca de su cabeza. — agárrate, chino.

— chamo...— murmura, lo suficientemente bajo para que no lo escuche con la mitad del casco tapándole la boca. piensa un poquito antes de echarse un poquito para adelante y hablar más alto. — mira, ¿y si mejor me voy en camioneta?

la carcajada que se larga le hace sentir entre un guevón por la pena y un guevón por la forma en la que siente que no puede respirar. ay vale.

— échale bolas. — finalmente, prende la moto y cuando la mueve un poquito beomgyu tiene la reacción de echarse para adelante para no salir rodando por la carretera. siente que no tiene opción cuando yeonjun repite:— agárrate, chino.

¿qué más? beomgyu no tiene más opción que hacer del espacio que los separa nada perceptible y enrollar sus brazos alrededor de la cintura del pelinegro, que parece estar tan al tanto de su cercanía como el señor del carrito (que ni los mira).

beomgyu apoya su cabeza sobre la espalda de yeonjun y le gusta cómo se siente estar en la moto con él.

me siento tan, pero tan marico.














sé que a los de Maracaibo son los que se le dicen chinos y eso pero ME REHUSO a hacer a beomgyu maracucho mi historia mis reglas

𝗾𝘂𝗶𝗻𝘁𝗼 𝗽𝗶𝘀𝗼. yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora