𝟬𝟯﹕catia.

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— epa. — levanta la mirada del teléfono cuando soobin le da un par de toquecitos en la cabeza que, junto con la partida que perdió del jueguito del dinosaurio en la computadora, le arrecha un poquito y le mira mal. — ¿te vas a quedar ahí toda la noche?

ve la hora y casi se le salen los ojos cuando se da cuenta que ya son las doce y ellos todavía siguen metidos en el farmatodo, cuando su turno había terminado hace poco menos de media hora.

— seré huevón. — cierra todo en la computadora y agarra todas sus vainitas mientras se levanta de la silla. se estira porque siente que ha estado aplastado frente a la caja por casi doce horas, y lo estuvo. — tengo que ir a sacar una plata.

— ¿a esta hora? — se encoge de hombros. — el banco está cerrado.

— no todos.

— beomgyu, no seas marico. saca esa vaina mañana. mira la hora que es. — pone los ojos en blanco mientras se pone su chaqueta y salen los dos juntos del farmatodo. el menor se arrepiente de haberle dicho algo a soobin, que tiene la lengua más salada que las playas de la guaira.

— deja el fastidio, vale. yo voy y vengo. — se paran frente a la calle. beomgyu sabe, al juzgar por la mirada insegura que recibe del pelirrojo, que no está tranquilo con dejarlo ir. pero, coño, beomgyu tiene ya sus veintitrés años y vive en caracas, claro que puede sobrevivir.

— las camionetas ya no están pasando. — chasquea la lengua.

— ¿qué es pues, mamá? — ahora el que pone los ojos en blanco es el más alto, que no replica bajo sus palabras. beomgyu habla más bajito cuando continúa. — claro que están pasando. ya te dije que yo voy y vengo, eso es rapidito.

¿y qué más? soobin más que nadie sabe que beomgyu es más terco que una mula y lo ha sido desde bachillerato, así que de nada le sirve porfiar. porque si hablamos de porfiar, choi beomgyu se sacó el bachillerato en esa.

— bueno, nada... anda pues. — el menor le sonríe, satisfecho porque beomgyu es un carajito malcriado. — me escribes cuando llegues. que no te roben por ahí.

— vete ya, vale. me haces la cena.

— mámalo, beomgyu. — y finalmente se va. como soobin no es gafo, agarra la primera camionetica que pasa y beomgyu finalmente se queda solo.

sería embuste decir que no estaba cagado por ahí, ¿pero qué más podía hacer? eso de que iba a sacar una plata era tremenda coba que le metió a soobin para que se fuera tranquilo.

ojalá fuera yo a sacar una plata... suspira con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta, sintiendo las ráfagas de aire helado de medianoche quitándole el cabello de la cara y, coño, se siente mal el pobre muchacho.

aprieta en uno de los bolsillos la poca platica que le queda y tiene burde ganas de echar a correr por ahí pero tampoco está tan loco. mira para atrás cada vez que escucha un carro pasándole por el lado. él no va a cobrar una plata, va es a pagarla.

y es que, ¿cómo se escapó beomgyu del huequito que era su casa en valencia? como todo venezolano hacía las cosas: con palanca. todavía le debía un poco de dólares a los chamos que le hicieron "el favor" de llevarle las maletas y todas sus vainitas. en ese momento beomgyu no pensó que su loquera le iba a cobrar tan caro, pero lo estaba haciendo, literalmente.

no, y pa' más ñapa. se había conseguido con los chamos más malandros del mundo- claro que cuando se los encontró en la estación de buses y le ofrecieron llevarlo se portaron de lo más de chévere. todo empeoró cuando finalmente se instaló en caracas y los coñoesumadre vieron que tenía un poquito de plata. ahí fue donde metió la pata. beomgyu alejandro nada más pecó de inocente.

— ¿cinco dólares nada más? — traga seco. no le gusta andar sólo por catia y mucho menos tan tarde, y la cara de choro matón que tiene el carajo que le cobra no le ayuda a disipar el tembleque que tiene.

— no tengo más. — y aunque no puede estar más cagado, él no es pajuo y sabe que tiene que mantenerse regio para que no le metan los dedos en la boca. se encoge de hombros y le habla golpeao', con las manitos temblando en los bolsillos de su chaqueta.

— mira, chamo. yo no te he dicho nada porque soy pana— beomgyu se asusta incluso más cuando se acerca y lo empuja un poquito, señalándolo justo en el pecho. —, pero ya está bueno con que andes pagando con puros billetes de cinco y un dólar. ¿qué vaina es?

— ya sé, pero de pana que yo no...— mierda, aquí fue. ya me morí. se tensa en su lugar cuando se da cuenta que no es uno, ni dos, sino que en esa vaina hay como cinco tipos que no parecen querer conversar con él. — no tengo, pana. entiéndeme.

— ¿seguro que no tienes? ¿o es que no nos quieres dar nada? — le agarra de la chaqueta y lo zarandea un poquito. beomgyu quiere salir corriendo pero sabe que sería peor. — cuidao' con andar escondiendo las vainas, valenciano.

— yo no...— y apenas está comenzando a aceptar que va a ser molido a coñazos cuando alguien a sus espaldas chifla. no sólo eso, sino también el sonido de un motor y una luz que alumbra todo de repente.

verga... ¿dios? pero no es dios que bajó a salvarlo, sino (para su sorpresa) el chamo del quinto piso, que anda en su motota y parece haber caído de alguna mata porque ninguno pareció haberlo escuchado.

beomgyu siente que está paralizado hasta que el pelinegro le hace una seña con la mano para que se acerque y, échale pierna; salió disparado de esa verga como un peo y se montó rapidísimo en la parte de atrás de la moto sin pensarlo mucho. apenas tuvo tiempo de agarrarse de la chaqueta del mayor cuando arrancó y se fueron de una vez.

¿qué coño de la madre acaba de pasar?

𝗾𝘂𝗶𝗻𝘁𝗼 𝗽𝗶𝘀𝗼. yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora