𝟬𝟳﹕mercado.

15 3 0
                                    

— ¿será que llevo harina de trigo? — entre tantas cosas, levanta del estante un paquete de harina y lo mira como si este le fuera a responder. frunce los labios.

— ¿comes harina de trigo? — yeonjun le pregunta mirando sobre su hombro la bolsa entre sus manos, lo ve ladear un poco la cabeza.

— no mucho. me provoca de vez en cuando pero, cuando me doy cuenta, se me pone vieja. — lo medita un poco más. mira el precio y decide que mejor y no porque la plata que se está gastando no es suya, y pagar tres dólares por una vaina que ni está seguro si se va a comer es una pérdida. la vuelve a poner donde estaba. — no vale. mejor no. igual, la harina de trigo engorda.

— ha de ser que engordar es tu preocupación más grande. — beomgyu le mira con ironía mientras siguen caminando por los pasillos vacíos, porque eso es mentira que alguien compra a las ocho de la noche. cuando pasan por donde las chucherías, beomgyu agarra uno de esos takis picantes horribles que le gustan a soobin y lo tira en la canasta que le está llevando yeonjun y que va menos llena de lo que le gustaría. — ¿y eso?

— es para un pana mío. me está prestando la plata. — se mete un coquito mental cuando se da cuenta de lo que ha dicho. ¡coño, beomgyu! ¿ no puedes parar el pico una vez en tu vida? pero a yeonjun no parece hacerle tanto ruido. — olvida que dije eso.

— 'ta bien. — aunque le sonríe, el silencio del mercado a beomgyu le parece pesadísimo. sin embargo, yeonjun no le para en lo más mínimo. él camina de lo más tranquilo siguiéndole los pasos al castaño. — ¿hoy no trabajaste?

— ¿por qué preguntas? — se vuelve un poco a verle y camina más lento para ir a su lado. cuando beomgyu cree que ya tiene lo suficiente (al menos hasta que le caiga una platica y pueda comprar otras cosas. tampoco le quiere gastar toda la plata a soobin), comienzan a caminar a la veintiúnica caja que está abierta a esa hora. yeonjun se encoge de hombros.

— por saber, pues. ¿no puedo preguntar? — deja la canasta frente a la cinta (dañada, cabe resaltar) y comienzan a pasar todas las cosas. la chama que los atiende se ve de un fastidiada. la caliweba le sale de los poros.

— no, claro que trabajé. no voy a trabajar...— murmura lo último y le echa de vez en cuando un ojo al precio total en la pantalla, que no deja de subir. — pero me dejaron salir temprano y aproveché.

— hm... tú no eres de caracas, ¿verdad? — la forma en la que le pregunta de repente y el tono de su voz le saca una risa. comienza a pensar que yeonjun, más que serio, es medio bochinchero en realidad.

— ¿se me nota mucho? — ladea la cabeza. más o menos, es lo que entiende por su gesto. — ¿de dónde crees que soy?

— tienes un llavero de los magallanes, me la estás poniendo difícil.

— gafo.

— no te creas, tienes tu acentico ahí. — mientras paga, yeonjun se adelanta y va guardando todas sus cositas en una bolsa. entre que lo ayude y lo lindo que se ha portado toda la noche, beomgyu se siente de un marico ahí todo embobado por él, sonriéndole como el propio gafo.

— mhm. — sin embargo, beomgyu no es tan marico (o eso es lo que piensa él) y hace lo que puede para no sonreírle mucho. — bueno, ¿qué más? ¿nos vamos?

— ¿tienes todo? — asiente. total, si no lo tuviera ya podía comprarlo después. lleva una bolsa mientras yeonjun agarra la otra. — dale, pues. vámonos.

los dos le dan las buenas noches a la chica de la caja y ella, un poco renuente, se las devuelve. nada más se les queda mirando desde su silla cuando ellos se van. y cuando ninguno está lo suficientemente cerca como para escucharla, masticando el chicle que tiene en la boca desde hace rato, murmura:

𝗾𝘂𝗶𝗻𝘁𝗼 𝗽𝗶𝘀𝗼. yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora