𝟬𝟵﹕novela.

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pregúntenle a beomgyu si desde que vio por primera vez voltea pa que te enamores con yeonjun volvió a verla solo, mikiti. esa noche se quedaron hasta casi la una de la mañana hablando mariqueras. más bien, yeonjun se fue obligado diciendo que tenía que dejarlo dormir, porque la verdad beomgyu no quería dejar que se fuera.

» ¿qué más?

frunce el ceño bajo el mensaje repentino que recibe de soobin y que realmente no esperaba recibir. ve la hora en el reloj de su teléfono; faltan diez para las once.

« nada

» mira, chico cuál es tu vaina con el chamo del quinto piso??

« nada
« qué vaina es, piazo e loco

» sí, nada sí es bueno, pajuo.
» DIME

« comienza la novela chao

» BEOMGYU ALEJANDRO

pone el teléfono en no molestar y lo mete en el bolsillo de su chaqueta. lo último que quiere es calarse las ideas locas que se está haciendo soobin... que puede que no sean tan locas. seguramente alguno de los vecinos sapos le fueron con el chisme de que choi yeonjun llevaba rato entrando y saliendo de su departamento todos los días. pero, como se lo decía a todo el mundo siempre, eso era peo suyo.

comienza a arrecharse por pensar en eso cuando tocan la puerta y como sabe que se trata de yeonjun ese se para del mueble como un loco. corre hasta la puerta como si fuera el propio carajito que espera regalo en diciembre.

— ¿qué me trajiste? — levanta la bolsita que tiene y la agita en el aire, la pregunta infantil que le hace le saca una sonrisa.

— piñitas.

— ¡piñitas! — lo deja pasar y los dos se sientan en el mueble. beomgyu siente que el ambiente de su departamentico cambia por completo cada vez que está con yeonjun ahí. le gusta que siempre le lleve algo rico de picar, desde galleticas maría hasta pastelitos de queso; le gusta que siempre le pregunte cómo le fue en el trabajo, le gusta que sólo hable durante los comerciales y no sobre la novela, le gusta como le hace reír tan fácilmente y como las cosas entre ellos se sienten tan cómodas ahora. — ¿hay panaderías abiertas a esta hora?

— claro, gafo. — se encoge de hombros y se sienta en el mueble que tiene beomgyu en la salita, y que es más pequeño que un mueble familiar normal. mucho más pequeño; seguramente un poco más grande que los muebles individuales. — mira, regalame un vaso de agua ahí, ¿sí?

— ¿agua? ¿no quieres otra cosa? — de todas formas, se levanta y se mete a la cocina de lo más tranquilo. como el departamento es chiquito, ellos pueden hablar sin necesidad de levantar mucho la voz.

— ¿vas a brindarme una polar? — sacude un sobrecito color amarillo en el aire y yeonjun frunce el ceño como reacción. — no, chico. qué vaina es esa... ¿vas a ponerte a hacer tang a esta hora?

— tengo que hacer para mañana, de todas formas. — se encoge de hombros pero, sin embargo, deja el sobre en el mesón. más desordenado.

— deja la inventadera y dame agua, na'más. — desde la cocina y mientras saca un vasito del gavetero, sonríe.

— ¿viste que le fueron con el chisme al hijo de la casera? — le pregunta después de entregarle el vaso y sentarse a su lado. agarra una de las piñitas y le mete un mordisco mientras espera que yeonjun termine de tomarse el agua para que le responda.

— ¿cuál chisme? — se levanta para llevar el vaso al friegaplatos y lavarlo; beomgyu lo sigue por reacción, con la bolsita de los pancitos en una mano. no quiere hablar muy alto de eso porque sabe que los vecinos podrían escucharlo y sape. se sienta en una de las sillas y ve al mayor lavando el vasito. en el tiempo que llevan, beomgyu se ha dado cuenta de lo educado que yeonjun es; el lava sus platos, limpia las migitas de la mesa, arregla el mueble antes de irse. este tipo de pana que no le ayuda a aplacar la locura que beomgyu siente cada vez que están juntos.

— de que te la pasas aquí, pues. — sin embargo, la forma en la que su entrecejo se frunce le dice que todavía no entiende de qué habla.

— ¿y qué pasa? — agarra una piñita de la bolsita después de darle vuelta al mesón y sentarse en la silla vacía al lado del castaño.

— bueno, chamo. que piensan que estamos cogiendo, pues. — abre mucho los ojos. beomgyu es de un delicado y un bello.

— ¿de pana? — una vez más, se encoge de hombros.

— seguramente. sabes lo sádica que se pone la gente. — por un momento, yeonjun no dice nada aunque beomgyu suplica mentalmente que lo haga. quiere saber qué opina al respecto, por eso ha sacado el tema. ¿qué coño le importa a él lo que piense yeonjun de los vecinos salíos que tienen? él lo que quiere es saber qué piensa sobre que los emparejen. a ellos dos, explícitamente.

— qué vaina, vale... inventan unas cosas más raras...— murmura entre risas, mirando el pancito como si fuera muy interesante y estando de lo más distraído con este que ni se da cuenta de la mirada que le está echando el menor.

— ¿no te molesta?

— ¿por qué me va a molestar? — beomgyu no responde, principalmente porque no sabe qué decir sin parecer demasiado bolsa- también porque le frustra que yeonjun esté de un tranquilo nada más jartando pan como si nada.

— no sé... pensé que a lo mejor no te gustaría que te andaran emparejando con un tipo, ¿sabes? — se termina de comer la piñita que tiene en la mano y farfulla entre dientes, bajito para que el pelinegro no lo escuche. — como es lo más típico...

— ¿me tendría que molestar?

— ¿...ah? — lo agarra despalomao' porque beomgyu de pana pensó que yeonjun no había escuchado aquello último que dijo, tal parece que se equivocó.

— ¿tendría que molestarme que me emparejen contigo, chino? — beomgyu se siente raro. hay algo en ese apodo que yeonjun no ha dejado de usar ni siquiera al conocer ya su nombre. sólo él lo llama así; y piensa que es una mariquera porque, ajá, no es como que le esté diciendo princesa o mami o una vaina así. no es nada romántico, aunque ese sentimiento pesado que tiene cada vez que le dice así no desaparece aunque intente convencerse.

— no... o sea, no obligatoriamente...— lo escucha reír.

— yo no le paro a esas mariqueras. — sólo comienza a sentirse un poco mal por la elección de palabras que tuvo cuando yeonjun se levanta y siente que le arregla el cabello que le cae casi sobre los ojos. — además, tú eres lindo. que me emparejen contigo se siente como un halago.

beomgyu no responde; primero porque yeonjun no parece esperar respuesta de su parte cuando nada más se devuelve a la sala, y segundo porque se ha quedado de un pegado. siente que pesa ochenta quilos y que de repente no se puede parar de la silla y que el corazón le va a salir disparado del pecho por lo rápido que le está corriendo.

asumadre.

𝗾𝘂𝗶𝗻𝘁𝗼 𝗽𝗶𝘀𝗼. yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora