Introducción.

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¿Alguna vez no les ha pasado que intentan meterse en lo más profundo de sus pensamientos? Pero, por alguna razón, ¿parece que la gente quiere impedir eso a toda costa?

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¿Alguna vez no les ha pasado que intentan meterse en lo más profundo de sus pensamientos? Pero, por alguna razón, ¿parece que la gente quiere impedir eso a toda costa?

Pues ese era mi caso. Mientras yo miraba por la ventana del avión y me cuestionaba sobre el porqué decidí irme del campo, la gente a mi alrededor solamente gritaba, murmuraba, o hacía cualquier otra cosa que me sacara de quicio en ese momento.

A decir verdad, yo desde pequeño he sido alguien muy amigable, con muchos amigos, y muy paciente con las personas. Pero esta vez, estaba en esos momentos en los que solo quería concentrarme en mí al menos un poco, y pensar en si mi idea de irme a vivir tan lejos era una buena idea.

Pegué mi frente a la ventanilla que tenía a mi lado, y solté un enorme suspiro de cansancio. Tenía mucho sueño, y solo quería llegar a mi destino, buscar el lugar en el que voy a vivir, y echarme una siesta en cualquier parte de la casa, no me importaba en donde, la verdad.

¿Y qué está pasando? Se preguntarán.

Hace casi un mes atrás, había entrado a mi casa como cualquier tarde luego de hacer mis tareas matutinas en la granja. Solo que ese día, iba tan, tan alegre que al estar con mi padre le solté un enorme: ¡Me voy a explorar nuevos mundos!

Tras una larga conversación sobre las oportunidades que podía tener al irme en busca de nuevas oportunidades, a él se le había ocurrido sacar el tema de mi yo pequeño.

Pues de pequeñito adoraba los animales y la granja, y se me hacía un desperdicio de dinero pedir un viaje solo para estar en otros lados completamente desconocidos. Además, con los pocos recursos que teníamos en ese entonces, no podía darme tal lujo de ir, así como así, a pedir que me llevasen a cualquier lugar fuera del país.

Cuando le dije a mi padre las razones por las que cambié de opinión, logré convencerlo de dejarme ir. Perooo... me puso una condición, la de cualquier padre cada que su hijo se va, creo. Se trataba de, en días festivos, estar presente. Y si no lograba mi objetivo, que regresara a casa.

Él día de mi despedida fue muy alegre, incluso casi olvidaba que me tenía que ir. Nuestros vecinos llegaron a casa para despedirse de mí, y me dieron varios objetos y recomendaciones -me refiero a malos comentarios de la gente de ciudad-.

Todos se habían tomado muy bien las noticias. O bueno, la mayoría, ya que mi hermanita menor se la había pasado rogándome que no me fuese, pero a la semana antes de mi partida solo me rogaba que volviera pronto. Era un gran avance.

En su momento, no me había detenido a pensar muy bien las cosas, y estoy pagando las consecuencias ahora, que empiezo a pensar en si lograré lo que quiero al ir a Inglaterra.

Sacándome de mis pensamientos, oí una voz que empezaba a hablar a través de un micrófono; se trataba de la voz del capitán avisando que estábamos cerca de aterrizar.

¡Genial! Ya me había arrepentido.

Paralelos entrelazados #ONC2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora