Capítulo 10

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Uno de los primeros síntomas de la desintoxicación era la comezón

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Uno de los primeros síntomas de la desintoxicación era la comezón. Lisa recordaba muy bien esos días horribles en que se rascaba con fuerza, tanta fuerza, que llegó a hacerse daño. En especial en el dorso de sus manos, se rascaba sin descanso hasta el punto de que se sacó un poco de sangre. También se rascaba el cuello, las piernas y los brazos, y a veces, la cara. Lo peor para ella, en ese entonces, no era rascarse: era que su piel se ponía roja y al mirarse al espejo se ponía a llorar.

Ya no era bonita.

Rosé sólo la observaba en silencio cuando Lisa, entre llantos, le rogó la inyección. Le suplicó que le diera la dosis de jechul.

—Lo... lo ne-necesito, Alfa —hipó, desesperada y prácticamente arrodillada, abrazando a Rosé por las piernas—, yo no... no pu-puedo...

—Podrás —aseguró Park con voz suave—, verás que es lo mejor, Lili.

¿Lo mejor? ¿En qué cabeza cabía eso? En la de Lisa, en aquel instante, no. Ella sólo pensaba... Sólo pensaba que hizo algo mal para estar mereciendo ese castigo. Rosé la debía estar castigando, sí, era la única explicación posible para su actuar, y no entendía por qué. Ella... ella hizo todo bien, era una buena omega: sonreía siempre, liberaba feromonas dulces, era bonita y fértil. Era muy fértil según los exámenes en la Clínica. Incluso Rosé la había marcado ya, ¿por qué ahora le hacía eso?

Y no sólo eso, no sólo le quitó su dosis de jechul, sino que también le dijo que no debía ir al exterior así. En ese entonces, creyó que era porque debía estar avergonzada de ella, que la estaba castigando por lo que sea que hubiera hecho mal. Lisa creía que iba a enloquecer a finales de la primera semana, pues se había acostumbrado a salir para hacer las compras de la despensa, a estar en las tardes en el hermoso jardín que tenía Rosé y ella cuidaba con tanto esmero, a acompañar a su alfa al parque o a pasear a cualquier parte. Ahora le prohibió salir y Lisa, entre los pensamientos catastróficos y esa incesante comezón, sólo trataba de pensar en qué se equivocó.

Trató por todos los medios lograr que Rosé cambiara de opinión. Le preparó sus platos de comida favoritos, limpió a fondo cada habitación de la casa, lavó y planchó sus camisas de manera impecable, trató de seducirla cada noche para que la tomara y así se le olvidara el enojo que debía tener contra ella. Hizo de todo... pero no obtuvo su dosis de jechul.

Luego, por supuesto, vinieron los pensamientos catastróficos. Ya no soy perfecta, se dijo ocho días después, mirando su reflejo en el espejo. Su cara estaba manchada en ronchas por la picazón, al igual que sus brazos y piernas, incluso la zona del cuello. Me va a abandonar. Va a enviarme a un prostíbulo o a una granja de cría, o peor... Va a enviarme a la Subterránea. Aquel pensamiento, por supuesto, sólo provocó que rompiera a llorar con más fuerza, e incluso consideró... consideró el suicidio como única opción. Ella prefería morir antes que ir a la Subterránea.

Así que sí, ella conocía muy bien los síntomas, y no fue una sorpresa cuando esa mañana, al ir a la cueva donde tenían a Soyeon y Shuhua, viera la forma en que la omega menor rascaba sus mejillas con fuerza.

Inopia | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora