Capítulo 11

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La mayoría de los edificios estatales en Inopia, incluso las iglesias, tenían una red de túneles que conectaba con las alcantarillas, así que cuando vio su oportunidad, Lisa escapó por una de las puertas que había dejado previamente abierta

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La mayoría de los edificios estatales en Inopia, incluso las iglesias, tenían una red de túneles que conectaba con las alcantarillas, así que cuando vio su oportunidad, Lisa escapó por una de las puertas que había dejado previamente abierta. Allí, con un arma ya lista y una lámpara a gas, le esperaba Somi, y juntas se escabulleron a través de los oscuros pasillos, bajando, bajando, bajando...

Las alcantarillas estaban sin luz alguna, el único rastro de luminiscencia que existía era el de la lámpara. Se había calzado las botas para poder caminar en las sucias aguas e hizo un mohín por el repulsivo olor, tratando de ignorar el ruido de una rata pasando por entre sus piernas. Años atrás no habría podido atreverse a hacer eso, Lisa le tenía algo de miedo a la oscuridad, pero desde la muerte de Rosé que aprendió a enfrentar esos terrores. Así que, yendo de la mano de Somi, se adentraron en los apestosos, húmedos y estrechos túneles.

—La General Kim... —comenzó a susurrar su amiga una vez se alejaron lo suficiente, cuando ya sabían que nadie les seguía—, actúa como un animal a tu alrededor.

—Es un animal —dijo Lisa, tratando de olvidar lo que había pasado en el altar, aunque fracasando en el intento—, esa idiota...

Un escalofrío la recorrió al rememorar la lengua de Jennie lamiendo su cuello. Su cuerpo había reaccionado, claro que sí, era inevitable con las feromonas alfas golpeándola y la mano de Jennie en su cuello. La alfa pudo apretar para asfixiarla, sin embargo, sólo lo hizo para sostenerla, para remarcar su poder en ella, y santo Dios, Lisa sintió la humedad en su coño. El sólo recordatorio fue capaz de que sus mejillas se colorearan de rojo, avergonzándose por la traición de su omega. Trató de justificarlo en que se debía a que, como cualquier ser humano, ella no podía controlar sus propias reacciones, pero... pero ¿fue así?

Sin embargo, el calor que la inundó pareció enfriarse por la pregunta que hizo Jennie: ¿quién mató a tu antigua alfa?

Sólo pocas personas le habían hecho esa pregunta, porque era más fácil creer que ella lo hizo. Incluso dentro de su grupo rebelde, Miyeon y Yuqi fueron las únicas que preguntaron eso alguna vez, y sabían la verdad. Inna también la sabía, la abuela Kyuwon estaba al tanto... Y nadie más. Bueno, si obviaba a quiénes dieron la orden.

A Lisa no le gustaba recordar aquella noche trágica. El aspecto de Rosé, la sangre caliente derramada en sus manos, los gemidos de dolor, los gritos cuando la puerta fue abierta, el miedo inundándola.

—¡Corre, Lisa, y no mires atrás!

Obedeció a medias: corrió, pero antes de salir por la ventana, miró hacia atrás. Sólo para ver como la vida desaparecía de los ojos de Rosé y un lacerante, desgarrador dolor, le cruzaba el cuerpo.

¿Qué hacía ahora Jennie preguntando, siendo que la historia oficial ya estaba escrita? Lisa no lo negaba, aunque tampoco lo afirmaba, a menos que se le preguntara directamente lo que había ocurrido. Una parte suya sentía... sentía que merecía que la llamaran asesina, porque ella provocó la muerte de Rosé de manera indirecta. Y, al ser lo que todos creían, Lisa pensaba que era mejor quedarse con esa historia oficial. Al fin y al cabo, le iban a tener más miedo a una omega rebelde, que a una obediente.

Inopia | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora